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Primera parada al hacer el Transiberiano: Vladimir y Suzdal

Una de las maneras de hacer el Transiberiano es viajar de corrido y sin parar, una semana en tren. Otra manera es elegir la ruta e ir parando en las ciudades que se quieran visitar. Hacer el Transiberiano es un sueño y, ese sueño que ya comenzó a realizarse desde el deseo, ya está pintando sobre el riel de la «Восточный вокзал», la estación de Oriente de Moscú.

Antes de hacer el Transiberiano, leí y estudié los pasos fundamentales. Muchos de ellos siguiendo las sugerencias de la guía Lonely Planet. En la guía dice que los trenes salen desde Курский вокзал, sin embargo, hoy día no será así y, si bien se pueden comprar los billetes en esta estación, el tren sale desde Восточный.

Cómo conseguir los billetes para hacer el Transiberiano

Debido a que no podemos concretar la compra por internet ya que las tarjetas no funcionan, fuimos a Курский a comprar por ventanilla. El pasaje cuesta unos 1500 rublos. Nuestra primera parada será Vladimir aunque desde allí nos iremos a dormir a Suzdal. Vladimir y Suzdal son parte del llamado «Anillo de Oro de Moscú». Don ciudades muy antiguas, de más de mil años y Patrimonio de la Unesco.

Arrancamos!

Suena el pito y arranca el tren. Un momento de euforia. Al fin ponemos pie en el estribo y nos largamos a hacer el Transiberiano. Este será un tramo corto, unas dos horas de viaje.

Junto a nosotros viaja Alyona, una chica rusa que habla muy bien castellano y que está feliz de poder practicar nuestro idioma. Alyona vive en Nizhny Novgorod así que quedamos para volver a encontrarnos allí en un par de días.

Vladimir, cuna de la historia rusa

Llegamos a la estación de Vladimir. Enfrente se encuentra la estación de buses desde donde iremos a Suzdal. Antes vamos a recorrer Vladimir, una de las ciudades más antiguas de Rusia.

Vladimir tiene sus orígenes actuales en el año 958. Es la cuna de la historia rusa y su edad de oro comienza cuando el príncipe estableció aquí la capital.

En la centuria del 1100 al 1200 se construyeron los edificios blancos con grabados que la caracterizan. Cuando los mongoles devastaron la ciudad en 1238, la sede del poder se trasladó a Moscú que era aún un asentamiento menor.

Los principales edificios para ver al hacer el Transiberiano son la Catedral de la Anunciación, la de San Dimitri y caminar plácidamente por la peatonal Georgievskaya.

Como toda Rusia, Vladimir está llena de parques y flores y además cuenta con bombas de agua antiguas pero en funcionamiento.

Una escapada a Suzdal al hacer el Transiberiano

Si bien el tren no pasa por Suzdal, nos haremos una escapada a esta bella ciudad desde la primera estación Transiberiana.

Suzdal es una ciudad bucólica construida sobre el río y salpicada de monasterios y templos. Supo haber ochenta edificios religiosos de los que actualmente se conservan cincuenta. Suzdal es también patrimonio de la humanidad.

Al hacer el Transiberiano, vale mucho la pena llegar a Suzdal y caminar por sus callejuelas antiguas y contemplar sus casas típicas de madera que son arquitectura protegida. Además, alojarse en una de estas casas junto a una familia local constituye una experiencia completa.

Cómo llegar a Suzdal

Desde Vladimir se llega a Suzdal en autobús. La estación de autobuses está frente a la estación de trenes. El bus demora casi una hora y cuesta 116 rublos.

Si se vive en una época como la actual (agosto de 2022) en la que no se pueden hacer compras en línea con tarjetas occidentales, es aconsejable averiguar o comprar el billete de tren para el día siguiente a Nizhny Novgorod. Al respecto suele haber ofertas comprando uno u otro día y es bueno preguntar porque las diferencias de precio son muy grandes. De un pasaje que cuesta normalmente 1500, pagamos 500 porque salió una oferta justo para ese día.

Todo el conjunto de edificaciones del siglo XII aglutinadas dentro del Kremlin de Suzdal constituirán una de nuestras postales favoritas luego de hacer el Transiberiano. Rodeadas por un kilómetro y medio de muros nos encontraremos con casas antiguas mezcladas con la Catedral de la Natividad de la Virgen, la iglesia de madera de Nikolskaya y varios museos.Todo entre canteros de flores, jardines y con la música constante y sonante de las campanas ortodoxas.

Más allá de caminar y perderse por los senderos de Suzdal, es ineludible acercarse a los grandes monasterios del Salvador y San Eutimio. En el grupo de edificaciones que constituyen el terreno del Monasterio, no sorprenderemos con la belleza de las iglesias del Refactario de la Asunción, la Puerta de la Anunciación, una fotografía necesaria que al hacer el Transiberiano.

Serán muchas las cúpulas que nos encandilarán y guiarán hasta la iglesia del Zar Konstantino, la de la Resurrección y el Convento de la Santísima Intercesión.

Dónde dormir al hacer el Transiberiano

En Suzdal nos quedamos en la casa de Tatiana y su familia maravillosa. Encontramos el lugar en «Ostrovok». Figura como V Sadobichii pereulko o Tatiana guesthouse. Un pequeño departamento muy cómodo y limpio con jardín y huerto, cerca del centro y con personas muy agradables y acogedoras.

Un paseo por Moscú ¿qué visitar?

Para arrancar la ruta del Transiberiano, salimos desde la capital rusa. Aprovechamos entonces para dar una vuelta por aquellos lugares que hay que visitar y volver a visitar en Moscú.

Nuestras miradas no se detienen. Hay tanto para ver y visitar en Moscú que a cada paso nos encontraremos con páginas de la historia de este país. Una historia rica e influyente en el resto del mundo.

Arbat y alrededores

En un extremo de la peatonal Arbat, Pushkin y su amor, Natalia Garchova, primera belleza de Moscú, nos dan bienvenida desde el lado de Smolyenska.

Arbat es una de las calles más antiguas de Moscú. Parte de una ruta comercial desde el siglo XV con constante presencia de artesanos.

A lo largo de un paseo de poco más de un kilómetro apreciaremos varios de los íconos que visitar en Moscú.

El mini hotel (mini, literal) Bulgakov, donde nos alojamos, está entrando por la calle Plotnikov donde se erige un monumento a Bulat Okudzava, célebre cantautor ruso de origen georgiano.

En esta calle están también la Casa del Actor y un teatro que fue reconstruido tras ser bombardeado durante la Gran Guerra Patria.

La estación de metro Arbatskaya en el extremo opuesto a Smolyenskaya, constituye otro sitio de realzada belleza arquitectónico que visitar en Moscú.

Las estaciones de metro fueron edificsdas bajo el concepto de «palacios del pueblo» y lo son de verdad. Edificios con materiales preciosos, esculturas de bronce, mosaicos, pinturas, mármoles e iluminación de salón de baile.

Biblioteca Lenin

Centro neurálgico donde confluyen la zona de Arbat y por donde cruzamos para avanzar hacia la Plaza Roja y el Kremlin.

Es la tercera biblioteca más grande del mundo, con casi veinte millones de volúmenes. Su depósito de archivos históricos es incalculable. Además hay confortables salas de estudio y lectura y el acceso a las instalaciones, otro de los sitios que visitar en Moscú, es público y gratuito.

Plaza Roja, Kremlin y alrededores

Por supuesto la zona más emblemática que visitar en Moscú. Pasar por aquí y dedicarle más de medio día al Kremlin, completar con el bellísimo y único en el universo, interior de la Catedral San Basilio, emblema de Rusia.

Por aquí nos dejaremos llevar por los parques y las sorprendentes fuentes de Ojotny Ryad, el parque Zariade con su increíble cúpula de vitrales y la profusión de colores de flores o, por las noches, la iluminación de los almacenes GUM y de todas las calles que lo circundan.

Andar por aquí es una explosión de alegría. Nada puede estar mal si nos dejamos llevar por la belleza conjunta de esta postal que visitar en Moscú sin descanso. Algo que nuestra memoria no olvidará jamás.

Viajar a Rusia y redescubrir Moscú más espléndida que nunca

En estos tiempos de complicaciones que intentan aplacar nuestras alas nómades, podemos preguntarnos si se puede viajar a Rusia. La respuesta es sí. Se puede viajar a Rusia y, aunque en el intento occidental de alienarla del mundo «civilizado», hacen lo imposible por cerrar y proscribir a todo lo ruso, estos rencores no reúnen al mayor porcentaje ni de ciudadanos, ni de países ricos, ni de recursos naturales o industrializados de ningún país y ni siquiera de ningún grupo de países que se uniesen para aplastar a Rusia.

Si se puede viajar a Rusia, cómo llegar a ella

En agosto de 2022 nos encontramos en un momento en el que hasta los cielos están vedados a los rusos. Hay que hacer malabares, inventarse un itinerario indirecto para llegar al objetivo.

Hay varias opciones, volar primero a Turquía, Serbia, Teheran, Armenia… Hay otros pero esos son los más accesibles yendo desde Europa.

Nuestra elección fue Estambul por ser la más barata, la más sencilla en cuanto a requisitos y porque en mi caso ya la conozco y la amo.

Segundo escollo si se puede viajar a Rusia

El segundo obstáculo con el que nos vamos a encontrar es cómo y a través de qué agencia comprar el pasaje.

Actualmente, muchas agencias muy utilizadas en el mundo occidental, no ofrecen viajes a Rusia. A la fecha tampoco aparecen ofertas a través del funcional skyskanner.

Sin embargo sí se puede viajar a Rusia buscando ofertas en buscadores como Gosbilet, Abiabilet y luego en agencias como Lowfare, Kupibilet y muchas otras que aparecen en los buscadores antes mencionados.

También es buena opción buscar en Yandex y en la medida de nuestras posibilidades, en ruso.

El último detalle es que hay que pagar y necesitaremos una tarjeta permitida.

En nuestro caso compramos de manera separada los vuelos y directo a la aerolínea.

Separados porque compramos primero el viaje de Bilbao a Estambul y aparte el viaje de Estambul a Moscú.

Directo a la aerolínea porque aunque cueste un poco más es lo que más nos garantiza que, de haber algún problema serio, la aerolínea tomará al toro por las astas.

Cómo se puede reservar alojamiento en Rusia?

Como en estos momentos no se aceptan tarjetas de crédito o débito Visa o Mastercard, escribimos email a un alojamiento que encontramos en la guía Lonely Planet.

También buscamos en Суточно.ру (Sutochno.ru) que es una especie de airbnb pero al no poder ingresarse una tarjeta válida es casi imposible concretar una reserva.

La buena noticia es «Островок». En este sitio se pueden filtrar las opciones «reservar sin tarjeta» y «pagar en el hotel».

A través del email sí pudimos hacer la reserva de nuestro alojamiento en Moscú. Nos quedamos en el Mini Hotel Bulgakov del que leímos en Lonely Planet. Luego lo buscamos en Yandex y les escribí un mail.

El Bulgakov está sobre la peatonal Arbat. El hotel es mini como su nombre indica pero ofrece unas cuantas ventajas además de la ubicación. Tiene una cocina con dispenser de agua fría y caliente, heladera, cocina y más artefactos, vajilla y utensillos.

Se puede viajar a Rusia y, desde el corazón de Moscú, redescubrir esta ciudad espléndida, recorriendo sus rincones legendarios a pie y disfrutando paso a paso de la magia y la belleza de un país único. País que ya nos había conquistado el corazón antes de visitarlo.

¿Dónde dormir en el aeropuerto de Bilbao?

El aeropuerto de Bilbao es un aeropuerto pequeño que cierra sus puertas a partir de las 12 de la noche y hasta las 5 de la mañana. Sin embargo, si tienes un vuelo temprano, puedes dormir en el aeropuerto de Bilbao en la zona de «rent a car».

Tal como ya he experimentado en otros viajes, como cuando dormimos en el aeropuerto de Dublín, si los vuelos son muy temprano, resulta conveniente descansar las horas previas en algún rincón de la estación aérea.

Se trata de un espacio amplio, donde se ubican las compañías de alquiler de coches. La habitación tiene demasiada iluminación pero es cómoda.

Cuenta con sillones tipo sofá, blandos, mesas con conector/cargador USB y filas de bancos sin apoya brazos.

El último bus de Bizkaibus para llegar al aeropuerto es a las 22. Para salir del aeropuerto al centro hay hasta medianoche.

Para poder elegir los sillones más confortables y dormir en el aeropuerto, tomar un bus entre las 21.30 y las 22, será suficiente.

A pocos metros de la sala hay baños grandes y limpios donde además se puede cargar agua potable y máquinas de expendio de bebidas y snaks.

Si bien no queda personal nocturno, dormir en el aeropuerto de Bilbao es seguro y tranquilo además de gratis.

En nuestra experiencia de pasar una noche en este aeropuerto, dormimos bien e incluso antes de hacerlo, un empleado de limpieza se acercó a desearnos «buenas noches».

Qué ver en Irlanda en tres días, Dublín y un poco más

Qué ver en Irlanda en tres días, Dublín y un poco más allá

Aprovechando la vida, los países más accesibles y con menos protocolo, y los pasajes baratos. Una conjunción que es como un crucigrama en el que esta vez se leyó la palabra «Irlanda».
No teníamos muchos días disponibles y tampoco nos convencían los precios del alojamiento que en Dublín no es muy económico pero al final, resultó bárbaro.

Transporte fluido y amable

Irlanda es una isla y en pocos días puede recorrerse mucho, mucho más de lo que nosotros recorrimos. El transporte es fluido y de muy buena calidad. Desde los hostels y hoteles organizan salidas diarias a otras ciudades para no dejar pendiente nada de lo que hay que ver en Irlanda. Inclusive se puede acceder a la Calzada de los Gigantes que se encuentra en Irlanda del Norte y pertenece al Reino Unido, sin más requisitos de los que se necesitan para entrar a Irlanda, se puede ir a Belfast y visitar la Calzada.

En nuestro caso, Martín y yo, dedicamos dos días completos a recorrer la ciudad a pie y, al tercer día, nos fuimos a visitar pueblos costeros.

La primera impresión cuenta muchísimo en un viaje y la nuestra en Irlanda fue que los irlandeses son por demás de amables, respetuosos y generosos. Desde que salimos del aeropuerto y preguntamos dónde estaba el bus local para ir al centro, nos respondieron con suma amabilidad y como si eso fuera poco, no nos cobraron el pasaje. Al llegar al centro el chofer nos indicó sencillamente «go ahead».

Los autobuses urbanos y suburbanos pueden pagarse con dinero, monedas, pero es mucho más sencillo y económico si se compra una tarjeta Leap Card. Esta tarjeta cuesta 5 euros pero después supone un ahorro del 20% en cada viaje y además sirve para el bus, el tren DART, y para viajar a todas partes, ya sea Galway, Limerick, Cork…
Nosotros conseguimos una de zopetón. No la habíamos comprado, pero cuando fuimos a visitar los pueblos costeros y andábamos buscando cambio, monedas para el bus, alguien le regaló su Leap Card a Martín.

Alojamiento, céntrico y con facilidades

Para dormir habíamos reservado el hostel Abigail’s y lo recomendamos. Si bien estábamos en una habitación de ocho literas, casi no vimos a nadie más. Y aunque se dice que quienes visitan Dublín lo hacen para emborracharse a rabiar, no hubo ruidos de entrada y salida de la habitación.

El Abigail’s hostel está bien ubicado, frente al río Liffey y uno de los puentes más emblemáticos y centrales: el Ha’Penny. Estar en el centro, si vamos por pocos días es lo más recomendable. Si bien hay otros barrios muy lindos en las afueras, como el Drumcondra que está entre el aeropuerto y el centro de la ciudad.

Abigail está a pocos pasos de lo fundamental que hay que ver en Irlanda, a unos metros del Trinity College que no podemos dejar de visitar y junto al Temple Bar que debemos transitar de día y de noche para verlo en todo su esplendor, con sus calles empedradas y con toda la parafernalia e iluminación nocturna. Luego la Guinness podemos beberla allí o comprarla en el súper y tomarla en la sala común del Abigail donde también podemos cocinar.

Los supermercados en Irlanda cuestan lo mismo que en otras ciudades de Europa y si podemos cocinar en el alojamiento ayudará y mucho a equilibrar el costo de la estadía. En esa sala común nos pudimos quedar el último día hasta la medianoche para ir luego al aeropuerto a esperar el vuelo que salía a primera hora de la mañana. Los sillones de los bares cerrados del aeropuerto de Dublín son muy cómodos y no hay problemas para echarse a dormir un poco allí antes del vuelo.

Otro de los aeropuertos que hemos experimentando para dormir y que resultó bien es el aeropuerto de Bilbao.

Recorrido intenso

Nuestro recorrido de la ciudad fue un recorrido sin tregua y lleno de satisfacciones y sorpresas. La arquitectura gótica y medieval que nos transporta en construcciones como la Catedral de Cristo o Saint Patrick o los castillos que visitamos en Dalkey, se conjugan con la arquitectura georgiana, casas señoriales de puertas pintadas de colores fuertes, la mayoría rojas, pero también naranjas, azules, o amarillas.

Conseguimos un par de mapas y marcamos todo aquello que ver en Irlanda y que no nos queríamos perder. Salimos a caminar e inmediatamente nos enamoramos del paseo por los malecones junto al río y los diferentes y peculiares puentes que lo cruzan. Encima con el milagro del sol. Sol en Irlanda. Increíble!

Una de las primeras cosas que visitamos fue el Trinity College. Es la universidad más antigua de Irlanda y su edificación y campus son de película. Las bibliotecas son maravillosas repletas de libros antiquísimos. Allí está el famoso libro de Kells cuyo mayor interés no son los textos sagrados sino las ilustraciones luminosas. Siempre hay cola para verlo debido a su popularidad. Este libro contiene una versión de los evangelios escrita en pergamino y data del siglo IX. Además tiene anotaciones en los márgenes, hechas por monjes amanuenses que se quejaban del frío y los calambres en las manos mientras escribían.

Todas las edificaciones del Trinity College son relevantes y pasear un buen rato por sus patios y meternos entre arcadas, pasillos y recovecos, nos deleitará sin ninguna duda.

Caminamos por el centro donde un obelisco de dimensiones colosales y forma aerodinámica se mezcla con el cielo que al menos, por esta vez, no es plomizo. Nos llamó poderosamente la atención un centro urbano poblado de gaviotas. Claro! si aunque no lo parece, estamos rodeados de mar.

Dejándonos llevar por las largas cuadras, fuimos hacia el Parque Merrion Square pasando por la casa donde nació y vivió Oscar Wilde.

No pude dejar de recordar durante todo el día al Príncipe Feliz y sus ruegos a la Golondrina, Golondrinita viajera, ansiosa por partir a Egipto:

-Golondrina, Golondrina, Golondrinita -dijo el Príncipe-, allá abajo, al otro lado de la ciudad, veo a un joven en una buhardilla. Está inclinado sobre una mesa cubierta de papeles y en un vaso a su lado hay un ramo de violetas marchitas.

En el Parque, sobre una piedra, está la estatua colorida de Oscar. La expresión de Wilde, según se mire, será seria o risueña. Con una especie de sorna mira hacia la casa que lo vio nacer, como si se mofara de la clausura victoriana que tanto pesar costó a su personalidad.

Cerca de la piedra donde yace relajado Oscar Wilde, hay dos estatuas con inscripciones de frases célebres del escritor.

Irlanda es también cuna de James Joyce y Samuel Beckett entre otros más y durante nuestra caminata nos toparemos con lugares emblemáticos de todos estos personajes.

Otros parques por los que caminamos bajo el inhabitual sol dublinés fueron el Parque Phoenix que tiene más de setecientas hectáreas y es el más grande de Europa. En principio fue inaugurado en 1662 como una reserva de siervos que aún están allí, en libertad. Este parque está a un par de kilómetros del centro y es demasiado enorme como para dar una vuelta a pie. Conviene alquilar una bici en la entrada y, de todas maneras, pasearse horas infinitas por su interior.

Luego, el Parque Saint Stephens Green, construido en 1664, es uno de los parques públicos más antiguos de Irlanda. Está en el centro y nos encantó así que fuimos una vez más antes de partir.

Está ubicado al final de Grafton Street y rodeado de casas de estilo georgiano. Sus jardines fueron rediseñados en el siglo XIX con estilo victoriano que se conserva actualmente. Tiene nueve hectáreas y un estanque donde pululan cisnes y gaviotas. En este parque hay un sector especialmente pensado para ciegos con plantas aromáticas etiquetadas en braille.

También recorrimos a lo largo el Gran Canal, uno de los dos canales que conectan Dublín con el oeste de Irlanda. Se extiende a lo largo de 132 km para conectar con el río Shannon. El paso más pintoresco se encuentra en Ballsbridge, al sur de Dublín, donde el canal envuelve la ciudad de una manera hermosa, con árboles en ciernes y cañas que brotan de las orillas mientras los cisnes se acercan a comer de nuestra manos. Terminando el paseo nos sentamos a meditar junto al poeta Patrick Kavanagh, conocido por su trabajo sobre el irlandés cotidiano.

Entre los edificios sublimes de Dublin, cabe mencionar la Catedral de Saint Patrick, erigida junto a un pozo en el que San Patricio bautizó a los conversos alrededor del año 450.

El lugar en el que se encuentra la catedral albergó un pequeño templo de madera desde el siglo V. Luego, en 1191, los normandos construyeron una iglesia de piedra en el mismo lugar que fue reconstruida en el siglo XIII para conformar el edificio actual. La catedral sufrió incendios, profanaciones y abandonos y gracias a una donación de Sir Benjamin Guinness fue restaurada.

Otra Catedral es la conocida como la Iglesia de Cristo. Esta comenzó siendo un pequeño templo de madera creado por el rey vikingo Sitric en el año 1038. Posteriormente, en 1172 comenzó la construcción de la actual iglesia de piedra, un proceso que se alargó hasta el siglo XIII. En 1562 la bóveda de la catedral se vino abajo y logró ser reconstruida durante el siglo XVII. Esta catedral fue restaurada en su totalidad entre 1871 y 1878 y, aunque se trató de conservar al máximo su aspecto medieval, la iglesia sufrió muchos cambios tanto en su exterior, como en su interior, finalizado con un estilo neogótico.

Visitamos también el Castillo de Dublin que fue lugar de asentamiento de los vikingos, fortaleza militar, residencia real, sede del Tribunal de Justicia Irlandés, y sede de la Administración Inglesa en Irlanda, el Castillo de Dublín.

Entramos al Museo Nacional y al de Arqueología cuyas entradas son gratuitas y sus interiores grandilocuentes y de sumo interés.

Un visita ineludible de lo que debes ver en Irlanda, es la fabrica de cerveza Guinness. Sin lugar a dudas la más famosa del mundo y muy sabrosa. La historia de esta fábrica, alquilada por el primer Guinness con un contrato por nueve mil años! produce dos millones y medio de pintas por día!

De camino a Guinnes pasamos por la destilería de whisky Jamesom, Old Jameson Distillery, otras de las cosas que puedes ver en Irlanda y que hoy alberga un museo en el que se desvela a los visitantes el proceso artesano de elaboración del whisky irlandés.

Nos emborrachamos con los aromas y seguimos andando. Las cuadras de Temple Bar hay que cruzarlas de día y sin falta de noche. Para ver y escuchar el jolgorio y la alegría entre luminarias. Las calles de Temple Bar Están allí, en el centro neurálgico y de a pie de la capital irlandesa, así que no podremos evitar que se crucen esas calles en nuestro camino y a toda hora constituyen un espectáculo colorido.

Aunque… sin desmerecer, me sentí muy atraída por el auténtico barrio de Liberty y su gente. Hay que ir y detenerse allí a tomar un chocolate con tartas locales.

Todo este recorrido lo hicimos durante dos días. Al tercer día de nuestro viaje y para completar la postal de lo imprescindible que ver en Irlanda, nos fuimos en el transporte público, a Dun Laoghaire y luego a Dalkey.

Tomamos un autobús de transporte público sobre el Puente O’Connell y aunque el objetivo era Dalkey, nos bajamos a dar una vuelta en Dun Laoghaire, ubicado a 13 kilómetros al sur de Dublin. Es un pueblo a la orilla del mar, con un puerto pintoresco, veleros que atracan en los muelles y una calle comercial viva.

Luego de darle una vuelta a Dun Laoghaire volvimos a tomar el bus para seguir rumbo a Dalkey.

Sobre la calle principal de Dalkey existe una cuenta con una iglesia del siglo X y dos castillos normandos. En la ciudad hay cinco castillos más. Pasamos por los siete castillos de Dalkey, algunos de ellos habitados hoy día por ricos y famosos. Luego, siguiendo una ruta de senderismo muy bonita, bordeamos la costa hasta Bray.

Pasamos por enormes espacios boscosos, agrestes y tranquilos a la vera del mar. Enfrente está la Isla de Dalkey con su correspondiente torre medieval.

Para regresar a Dublin tomamos el tren Dart.

Durante este viaje, escapada de un fin de semana largo, vimos mucho más de lo aquí relatado. Por ejemplo… no pasar de largo por los brillantes pechos de Molly Malone.

Con esta breve reseña te animamos a vivir tu aventura y disfrutar de lo que hay que ver en Irlanda. Vale la pena y aunque hay más por descubrir, lo dejo en suspenso para que tu espíritu explorador también se sorprenda.

Las mejores playas de Albania, Cañón de Gjipe y retazos del paraíso

Rematando un viaje fenomenal nos fuimos al pueblo de Vuno. Un pueblo con un encanto especial. Encaramado en las laderas de la montaña, un balcón natural hacia el azul marino ilimitado de las mejores playas de Albania.

Nos alojamos en lo de Alex, desde allí, las vistas del mar son infinitas. El atardecer es incomparable y pasar horas en la terraza del cuarto no tiene precio.

En el pueblo de Vuno hay dos restaurantes. Frugales pero con gente buena onda. Es más caro que comer en la ciudad y por eso es aconsejable llevar algo de comida. En Vuno no hay supermercado, sólo se puede comprar algo en la proveeduría del bar.

En Dhermi, otras de las ciudades que goza del elixir de las mejores playas de Albania, a algunos kilómetros de Vuno, sí hay supermercados y más servicios. Dhermi también es pintoresco pero más movidito. Para hacer el sendero del Cañón de Gjipe creo que está mejor quedarse en Vuno.

Desde el pueblo caminamos un poco por la carretera hasta encontrar el sendero del Cañón. Está bien señalizado y es espectacular. Tanto el sendero como las panorámicas impresionantes del cañón que se abre entre las montañas y la playa de Gjipe, constituyen un espectáculo relevante. Hay que hacerlo y si es posible tomarse todo el día porque cuando lleguemos a Gjipe que es sin duda quien lidera las mejores playas de Albania, no nos vamos a querer ir enseguida. Es un paraíso!

Nosotros hicimos mucho en un solo día. Llegamos a las arenas de Gjipe pasado el mediodía y luego, para regresar a Vuno, tomamos otro sendero que sale del otro lado del cañón. Se puede hacer sin dificultad. Está bien señalizado, aunque como nos agarró la noche, nos perdimos un rato en la oscuridad y en el bosque pero finalmente, subiendo, subiendo, llegamos a Vuno.

El lugar nos gustó tanto que decidimos quedarnos un día más para visitar otras de las mejores playas de Albania. Al día siguiente fuimos a Dhermi y para no perdernos nada, de regreso, fuimos también a la playa Jalës. Bajamos caminando y de regreso hicimos dedo.

Varias veces hicimos dedo para ahorrarnos algunos kilómetros de curvas por la carretera y siempre nos llevaron enseguida y con la mejor buena onda.

Estos dos días fueron de playa y a pleno. Hace calor. Nos hizo un clima fantástico durante todo el viaje.

Ahora ya tocaba volver a Tirana por un día y tomar el avión de regreso. Los buses pasan por Vuno y paran cerca del bar-café-proveeduría. La gente en Vuno, al igual que en toda la Albania que recorrimos, es súper amable, amigable y siempre nos respondieron con generosidad y sonrisas. Incluso, ya en Tirana, pasamos por una anécdota que si no fuera por la buena predisposición de los albaneses, hubiera sido peor que un molesto dolor de cabeza. Martín perdió el pasaporte pero ni se había dado cuenta. Pocas horas antes de ir al aeropuerto para regresar a casa. Un buen albanés Emir Topi, supo como comunicarse para devolver el pasaporte. Lo llevó hasta donde estábamos y terminamos tomando una cerveza con él y su esposa y forjando una linda amistad. Cosas que pasan..,

Algo imprescindible que ver en Albania, las ruinas de Butrint

Las ruinas de Butrint o Butrinto constituyen un hito imprescindible que ver en Albania. Se encuentran a cinco kilómetros de Ksamil por lo que podemos hacer una combinación perfecta de historia y playas albanesas. El autobús que recorre toda la costa desde Sarandë nos llevará hasta allí.

Dícese que las ruinas son de una antigua ciudad griega, sin embargo, si observamos los muros que rodean a los edificios, una muralla que bordea la costa, veremos que, evidentemente, las enormes piedras de la parte inferior del muro son muchos más antiguas, de tamaño diferente y encastradas unas con otras como sólo lo hacían las civilizaciones más antiguas y misteriosas de la humanidad.

Existe una leyenda acerca del nombre, Butrint, que significa «toro herido» en griego antiguo. Según esta leyenda la ciudad fue fundada por los troyanos sobrevivientes del incendio de su ciudad. Aeneas, el hijo del rey sacrificó entonces un toro. El toro era fuerte, se negó a morir y escapó hacia el mar. Por eso dicen que llamaron Butrint a esta ciudad. Otra historia diferente nos cuenta Virgilio en la Eneida, donde describe que esta ciudad, Buthrotum, fue fundada por Heleno, hijo de Príamo y hermano de Paris y Héctor, que había huido de la Troya.

El recorrido nos puede tomar más de medio día. Las ruinas son muy interesantes y hay muchos edificios y zonas para explorar. Además las vistas panorámicas son muy bellas.

Las primeras construcciones se han catalogado como de épocas prehistóricas. Hay yacimientos del siglo X y III antes de Cristo y edificaciones sucesivas y posteriores de otros dominios, como romanos, bizantinos, normandos y  venecianos. De estos últimos se conservan algunas de sus construcciones típicas.

Por el siglo IV antes de Cristo, la ciudad se transformó en un centro de culto, donde tuvo especial importancia Asclepio, dios de la medicina. En el 220 antes de Cristo fue invadida por los romanos y ya en el siglo I formó parte de la provincia romana de Macedonia.  El emperador Augusto enriqueció los templos, las fuentes y termas y el remodelado teatro que se encuentra completamente mantenido, restaurado y eventualmente se efectúan allí representaciones. Posee una acústica espectacular.

De los primeros cristianos la ciudad conserva el gran baptisterio y la basílica, del siglo VI. Ya en este siglo y en el VII, Butrint redujo su tamaño y se convirtió en un puesto fortificado que peleaba por su supervivencia frente a normandos y búlgaros. Después de 1700 llegaron los franceses y después los turcos que construyeron dos castillos.

La mayoría de las edificaciones conservan su estructura y ornamentación. También hay pasadizos y túneles que aún están sin explorar, y hay escenas paganas y otras cristianas graficadas en mosaiquería.

Fue una visita estupenda que completó la postal de lo que hay que ver en Albania, una visita disfrutada a pleno y con sumo interés.

Se recomienda llevar agua y un picnic para hacer una pausa y que la jornada sea perfecta.

Para cenar, nada mejor que un buen pescado fresco comprado al paso en el asador del centro de Ksamil por 1100 leks que es la moneda de Albania. ¡Delicioso!

Playas de Albania, Ksamil: entre el Adriático y el Jónico

Dejamos Gjirokastër con la satisfacción de haber colmado un deseo que si bien se había gestado de una novela, no resultaba ser pura ficción. El relato por más fantástico que pudiera resultar a un lector realista, traduce la magia de una ciudad increíble. Partimos entonces buscando el mar, las playas de Albania. Siempre buscamos el mar para aliviar el calor o las emociones demasiado fuertes. El mar es siempre una promesa infinita.

Salimos hacia Sarandë, ciudad frente a la cual se encuentra la isla griega de Corfu. Para ir a Sarandë tomamos un bus y luego, allí, cerca de la oficina de turismo, otro bus que hace el recorrido hasta las ruinas de Butrinto.

Como teníamos tiempo, al llegar a Sarandë, comimos algo, dimos unas vueltas, fuimos hasta el mar.

Sarandë es una ciudad concurrida. De allí salen y vienen los ferrys a Grecia todo el tiempo. Es fácil hacer una visita de uno o un par de días a la isla.

El bus hacia Butrint tiene varias paradas en los accesos a playas de agua turquesa y arenas claras. No nos deja en la mera costa sino que hay que caminar un poco y bajar alguna ladera por un camino sinuoso y más o menos largos según las playas de Albania que elijamos visitar.

En Ksamil las playas están cerca. Es una población turística veraniega.

Nos alojamos en un estudio súper confortable a dos cuadras del centro y cuatro cuadras del mar.  Allí teníamos refrigerador, cocineta, aire acondicionado, una mesa en una pequeña terraza con jardín. Fue muy cómodo y barato.

Estuvimos dos noches. Recorrimos las playas cercanas. Se puede ir tomando el autobús y bajarse en Pulebardha, y después caminar un poco hasta otra playa o tomar el autobús otra vez. No son muchos kilómetros pero hace calor, los caminos no son llanos sino que suben colinas que separan las diferentes bahías. Se pueden visitar también Shpella e Pullebabe, Kalami, Isolle Gemelle y hay muchas más.

Las playas son parte de un Parque Natural y Reserva. Son de aspecto paradisíaco pero demasiado atiborradas de reposeras y sombrillas de alquiler. Casi no queda hueco libre para tirarse en la arena. Aunque siempre logramos encontrar un lugar.

También hicimos dedo para bajar hasta la playa y por supuesto nos llevaron. Caminamos bastante entre playa y encontramos un montón de búnkers y túneles con inscripciones extrañas que se conservan desde la segunda guerra mundial.

Desde Ksamil y con el mismo bus que hace el recorrido desde Sarandë, visitamos las ruinas de Butrint, pero eso es otro capítulo de este viaje.

Viajar a Albania: Gjirokastër o Ciudad Piedra según Ismail Kadaré

Desde hace mucho tiempo quería viajar a Albania, enamorada -entre otras cosas- de este párrafo de «Crónica de la ciudad de Piedra» o simplemente «Crónica de Piedra»:

«Era una ciudad sorprendente que, como un ser prehistórico, parecía haber surgido bruscamente en el valle en una noche de invierno para escalar penosamente la falda de la montaña. Todo en ella era viejo y pétreo, desde las calles y las fuentes hasta los tejados de sus soberbias casas seculares, cubiertos de losas de piedra gris semejantes a escamas gigantescas. Resultaba difícil creer que bajo aquella formidable coraza subsistiera y se renovara la carne tierna de la vida.

El viajero que la veía por primera vez sentía el impulso de establecer una comparación, pero pronto comprendía que era una trampa, pues la ciudad las rechazaba todas; no se parecía a nada. Soportaba tan mal las comparaciones como las lluvias, como el granizo, como el arco iris o las multicolores banderas extranjeras que desaparecían de sus tejados del mismo modo que llegaban, tan efímeras e irreales como perdurable y concreta era ella. Era una ciudad empinada, quizá la más empinada del mundo, que había desafiado todas las leyes arquitectónicas y urbanísticas. La viga del tejado de una casa rozaba, a veces, los cimientos de la siguiente y sin duda se trataba del único lugar en el mundo donde, si uno se caía a un lado del camino, podía aparecer sobre el tejado de una mansión elevada. Esto lo sabían mejor que nadie los borrachos. 

Era ciertamente una ciudad asombrosa. Se podía ir caminando y, de desearlo, alargar un poco la mano y colgar el sombrero de la aguja de un minarete. Muchas cosas eran aquí increíbles y muchas otras como salidas de un sueño.
Si la ciudad albergaba a duras penas la vida humana en sus miembros y bajo su caparazón de piedra, tampoco evitaba causarle incontables dolores, arañazos y heridas a esa vida, y era algo natural pues se trataba de una ciudad de piedra y todo contacto con ella era áspero y frío.
No resultaba fácil ser niño en esta ciudad.»  (Ismail Kadaré)
 
Tanta fatalidad me sedujo sin remedio; finalmente logré llegar a ella y la vivencia superó a todas las elucubraciones de mi imaginación.

Al fin estoy aquí, donde la realidad de la ciudad dura y vertical supera la exactitud máxima del texto de Ismail.
Para llegar a Gjirokastër salimos desde Berat donde caminamos un par de kilómetros por la ancha avenida hasta la gasolinera donde el día anterior nos dejó el minibús. No hay muchos transportes hacia Gjirokastër pero al menos dos o tres por día. Salimos apenas pasado el mediodía. El minibús iba completo, incluso con banquetas en el pasillo.
En Gjirokastër nos quedamos en la casa de una familia maravillosa. Tiene apartamentos tipo estudio, con una habitación amplia con cocineta, jarra eléctrica, nevera. En el exterior, varias terrazas escalonadas y jalonadas de parras y otros frutales, ofrecen vistas completas de la ciudad y la fortaleza.
Esta fortaleza a la que subimos poco después de llegar, se eleva estratégicamente sobre una colina. Las primeras piedras han sido fechadas en el siglo XI. Luego la construcción fue ocupada por bastiones de distintos dominios, sobre todo en 1812 bajo las órdenes del gobernante Ali Pasha.
El casco antiguo y el bazar, constituyen un ramillete de callejuelas adoquinadas coloridas. El encanto contrasta con la dureza de la piedra. Las sonrisas amables de la gente completan lo paradójico. Lo vivo se hace más blando en la ciudad de piedra.
Visitamos mansiones otomanas como la casa Skenduli y Zekte en el barrio Dunavat. Estas antiguas residencias tradicionales son unas de las maravillas que nos vamos a llevar en la memoria al viajar a Albania. Las viviendas conservan sus dependencias originales tal y como eran hace cientos de años.

Nos dejamos llevar una y otra vez por las pendientes empinadas y disfrutamos cada metro. Las vistas nos sorprenden con edificios que parecen inalcanzables, sin embargo, tras trepar embarulladamente uno o dos callejones, ya estamos donde no habíamos creído llegar.

Gjirokastër es así de increíble y mágica. Andando por allí me sentí cercana, hermana de Ismail Kadaré. Una sincera bendición haber vivido este día tal y como ha sido.

Viajar a Albania y estar en Gjirokastër es un sueño más hecho realidad.