La mejor parte que nos tocó de la ruta de Belice. Tiene algunas curvas, subidas, bajadas, más vegetación, y puñados de casitas coloridas. Las estaciones de policía de Belice son notorias porque están pintadas de amarillo furioso, y los autobuses son notorios porque son larguísimos, bus y medio. La gente también es colorida y sigue siendo simpática. A 20 kilómetros de Camalote pasamos por Georgeville. Una aldea típica con el encanto de las verandas de madera pintadas de naranja, celeste, y amarillo. Jardines con flores y cafeterías. Después dejamos atrás San Ignacio y Santa Elena y encaramos varias curvas por estribaciones serranas de hasta setecientos metros de altura. Ya casi estábamos en la frontera cuando a mano derecha se nos fue acercando el río Mopán. Decidimos tomar un recreo refrescante. Hacía dos horas que pedaleábamos acalorados. Apoyamos las bicis en un árbol, buscamos las mallas en las alforjas y ahí nomás nos cambiamos. Con el culo al aire. El río fluye verde transparente entre piedras y cascaditas. Una parada estratégica. San José Succotz, un lugar apacible y un regalo de la naturaleza. De la orilla de enfrente sale el camino que lleva a las ruinas de Xunantunich o Benque Viejo. El nombre Xunan Tunich significa ‘mujer de piedra’. Dicen que por ahí vaga el fantasma de una mujer que se para frente al Castillo, la pirámide principal de Benque Viejo. En Xunantunich se han desenterrado veinticinco pirámides y seis plazas. El cruce del río es gratis y está a pocos metros de donde nos bañamos. Una balsa tirada por cables lleva y trae a los visitantes.
p>Terminado el recreo nos aprontamos para seguir viaje y cruzar la frontera a Guatemala. Faltaban apenas 5 kilómetros y el trámite fue sencillo y rápido. Para salir de Belice cobran 37.5 dólares beliceños, a todo el mundo, aunque hayas estado solamente tres días. Para entrar en Guatemala pura simpatía y amabilidad, ni nos fumigaron ni nos cobraron nada, ni siquiera esos famosos 20 quetzales que solían ser denunciados por los viajeros y que se embolsaban los agentes migratorios. Hay que tener en cuenta que ahora ponen un sello de ‘entrada a la región’ que abarca Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua. Ese sello tiene una vigencia de 90 días. Pasamos Melchor de Mencos, la ciudad fronteriza de Guatemala que antes se llamaba Fallabón. Este paraje fue sede del descontrol de tráfico ilegal de caoba hasta mil novecientos sesenta y pico. Desde aquí, los norteamericanos tiraban fardos de madera río abajo para los aserraderos ingleses de Belice. A 8 kilómetros de la frontera hay un lugar de acampe. Está en la entrada de los restos arqueológicos Txiquin Txacán. Hay una palapa grande con bancos y lugar para fogón pero no hay agua ni ningún servicio cerca. Paramos un momento en esa sombra y seguimos.
Pasamos por La Pólvora, donde está El Infierno, campo de entrenamiento de los kaibiles -fuerza de élite de Guatemala- cuyas condiciones ambientales extremas han hecho desistir a muchos aspirantes. Más adelante hay un caserío pobre. Paramos en lo que parecía ser una tiendita, una ventanilla con rejas y una despensa sombría. La señora que nos atendió tenía su marido convaleciente en una habitación igual de pobre y sombría.
-A mi marido le sacaron todo. Lo operaron del estómago. Se está muriendo. La señora se secó las lágrimas con el cuello del vestido para recibir a dos monjas que llegaban de visita. Una de ellas nos dijo que no se podía andar en bicicleta con esas temperaturas, que la ruta venía de tierra y que el calor nos iba a enfermar. La señora buscaba. Una respuesta. Una salvación. Un milagro.
Desde la galería de piso de tierra donde merodeaban las gallinas, se adivinaba en la penumbra del cuarto una cama y el bulto extendido de un cuerpo inmóvil.
-No queda más que rezar –dijo una monja.
-Ojalá diosito me lo quiera salvar.
Cuando nos despedimos abracé a la señora y le di un beso. Deseé poder confortarla de su dolor y de su pobreza. Deseé ser diosito por un rato para curarle al hombre. La gente de esos caseríos en Guatemala está condenada al abandono. Desprotegidos y huérfanos. Olvidados en un lugar cuyo nombre es una paradoja o una burla. La señora está sola en su dolor, el señor está solo con su muerte, solos en Puerta del Cielo.
El ripio se puso duro como la vida misma de la gente. Durísimo e implacable. Cantera de pirámide, recordé. Piedra caliza milenaria. Polvareda y pegote. Nada de agua, ni siquiera en la escuela. Las cañerías están secas y los tanques están vacíos. Justo antes de la entrada de Yaxhá hay un restaurante sencillo debajo de una palapa. La comida es barata y buena. Un menú completo por 15 quetzales.
Incluye vaso de piña fresca. Un dólar es igual a 7 quetzales. Yaxhá está a 9 kilómetros por camino de tierra de ese restaurante. Sólo la pirámide principal ha sido explorada, el resto, quinientas estructuras más, están cubiertas de matas y árboles, escondidas en la jungla, abrazadas por raíces y habitadas por murciélagos y monos. La ciudad maya de Yaxhá está junto a la laguna del mismo nombre donde vive la especie de cocodrilos más pequeños del mundo.
Un poco más adelante de la entrada a Yaxhá llegamos a la comunidad La Máquina. No faltaba mucho para la caída de la tarde así que nos pusimos en campaña de buscar un lugar para dormir. Hotelito o camping no hay, pero alguien nos recomendó ir hasta “El Portal”, un restaurante pintoresco y caro que se destaca entre las casas y puestos comerciales extremadamente sencillos. El Portal es de Manola Lima quien desde hace doce años es la alcaldesa de La Máquina. Manola es del partido CREO, Compromiso, Renovación, y Orden. Además es guía turística. Tuvimos una nutrida charla que iba de lo político a lo arqueológico y de lo social a la antropología sin desmerecer a la naturaleza y el ecosistema. 2015 es un año electoral en Guatemala así que la efervescencia política está sobre el tapete. CREO es un partido originado por disidentes de otro partido (GANA), a los que se sumaron medianos empresarios sin formación ideológica. Basan su discurso en la explotación de los recursos locales desde la inversión privada y el libre mercado. La propuesta política pre-electoral intenta seducir con la promesa del ‘desarrollo’ de Guatemala. Personalmente interpreto ese ‘desarrollo’, en ese contexto, como la incorporación de las riquezas de Guatemala en el mercado global para facilitar el saqueo, arrastrando con la tierra y sus recursos a la gente que la habita y que consecuentemente quedarán suspendidos en la nada y a la deriva.
El partido CREO tuvo arraigo en las clases media y alta, fue votado por el 16 por ciento en 2011 y después que nosotros pasamos por lo de Manola, en 2015, obtuvo sólo el 3 por ciento de los votos.
Lo que nos gustó de Manola fue su activismo militante, su energía. La Máquina es un caserío de tres cuadras. Toda la noche hubo una banda de borrachos en los bares sobre la ruta, emborrachándose más y escuchando música ruidosa. En el caserío no hay nada, sin embargo Manola Lima apuesta al futuro y piensa en cambiar esa realidad para mejorarla. No coincido con sus lineamientos, desde dónde y hacia dónde, pero admiro su perseverancia, su curiosidad por la historia maya y su generosidad para compartir con nosotros lo que sabe y su casa. Acampamos sobre el pasto mullido de su patio. Nos habilitó baños, enchufe, agua, e internet. El lugar es acogedor, hay un porch con silloncitos y una mesita.
Datos técnicos:
Camalote (Belice)-La Máquina (Guatemala) 78.3 km4.42.43 hsTotal: 2143.85 km