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Cordillera Real – Bolivia

Primer día
Iniciamos una segunda travesía de montaña a través de la Cordillera Real. La intención es caminar esta cordillera por sus laderas o crestas, subiendo y bajando a las lagunas que aparecen entre ellas y pasando a través de abras, pasos de montaña.
No es fácil llegar a algún punto de la cordillera real para iniciar una caminata por cuenta propia. Las agencias de turismo son quienes se encargan de guiar las caminatas y quienes para esto proveen el transporte hasta los puntos desde donde puede arrancarse. Sin embargo también es posible hacerlo sin depender de una agencia de viaje.
Desde la terminal provincial de La Paz puede tomarse un bus o combi que vaya a Copacabana y bajarse en Palcoco. Es un poblado pequeño a borde de carretera que va hacia las antiguas minas del mismo nombre: Palcoco. Al borde de carretera hay taxistas esperando para llevar gente montaña adentro. Cobran 150 bolivianos el viaje que dura una hora por un camino de piedras. Logramos una rebaja y hacemos el viaje por 100 bolivianos en compañía de Eustaquia, la mamá del chofer y dos nietitos, uno de ellos, Bismar, viaja conmigo.
Sobre el camino a mano derecha y poco antes de llegar a la laguna Ajwani, pasamos por dos lagunas grandes:
En la laguna Ajwani hay un albergue en construcción, tiene varios cuartos y baños, cocina, salón. Aún está sin terminar, pero Clemente se acerca a decirnos que podemos dormir en el lugar cerrado por 15 bolivianos cada uno. Armamos las carpas adentro y armamos un fogón afuera. No hay mucha leña. Ya que es zona de pastizales, pero encontramos algunos escombros de madera de la construcción del refugio y nos servimos de ellos para hacer unas lentejas deliciosas.
Apenas llegamos, con sol todavía, caminamos hasta la cumbre de una de las montañas que rodean este lugar. Desde arriba vemos el lago Titicaca. Se ven cumbre nevadas, puntasnegras, todo alrededor es inmensidad y nada más. Apenas tres casitas está salpicadas en las colinas alejadas unas de otras. Sale la luna llena y la luz es tremenda.

Segundo día
Arrancamos desde Ajwani dirigiéndonos hacia el camino de tierra para vehículos y a partir de ahí subimos la cumbre. No hay un sendero definido en esta parte. Caminamos entre coirones y pastos duros; avanzamos por la cresta, ya no hay vegetación. Los nevados dominan las panorámicas, seguimos hasta llegar a un paso entre montañas señalado por una pirca. Seguimos avanzando hacia arriba hacia otro paso donde hay otra pirca. Desde allí tenemos la cumbre del Milluni de 5030. El Huayna Potosí se yergue en el horizonte. Luego descendemos hasta la laguna Sistaña.
La laguna Sistaña es una laguna de aguas mansas. Hay una casita en una de sus veras y algunos botes anclados en la orilla.
Desde la Laguna Sistaña tenemos que volver a subir. El sendero no es claro. La altura vuelve lento el avance. Es difícil respirar. La vegetación se va perdiendo a medida que avanzamos hacia arriba. Los últimos metros, varios cientos de metros son de pura pedregal. Hay una huella marcada. La seguimos hasta visualizar la laguna Juri Qota. La bajadaa Juri Qota es vertical por terreno de piedra movediza pequeña. No hay una huella, se puede bajar por cualquier parte en dirección a la laguna y a una casita a modo de refugio. Acampamos adentro de un cuarto de este refugio. Eva, muy amable, nos cede un espacio por 40 bolivianos para los tres. No hay leña pero logramos juntar algunos restos de madera de la construcción del refugio y armamos un lindo fogón donde cocinamos unos suculentos spaghettis a la crema.
Las vistas de las montañas reflejadas en la laguna Juri Qota, son bellísimas. Un paraíso.

Tercer día
Una caminata magnífica que permitió una vista única y exclusiva de casi toda la Cordillera Real. Para esto debimos ascender a la cumbre del Pico Austria, 5300 metros de altura y desde sus cimas pudimos ver todas las lagunas de alrededor, aquellas por las que ya pasamos, otras inaccesibles pero visibles desde esta altura y en nuestro frente los picos nevados, cadenas intercaladas de cumbres blancas y roca negra. Es una vista hermosísima, vale el esfuerzo y el paso lento.
La caminata de hoy desde Juri Qota fue dura pero placentera. Saliendo del albergue de Juri Qota bordeamos la laguna por su margen izquierda. Hay una huella en la ladera de la montaña. Después hay que subir varias pendientes. Una de ellas de piedra dura y enorme hay que sortear un precipicio por un borde de cornisa sin ningún tipo de agarre auxiliar, sólo la roca. Hay que prestar mucha atención al maniobrar sobre todo con el peso traicionero de la mochila en nuestras espaldas. Salvado este paso el camino sigue duro pero estable y sin dificultad técnica. Hay pircas que señalan el rumbo y puntos fundamentales por donde ir guiando nuestro rumbo.
Llegamos al Paso Austria y desde ahí, dejando las mochilas abajo, hicimos cumbre. Siempre es una emoción particular alcanzar la cumbre de una montaña.
Después fue todo descenso, desde la cumbre al paso y desde el paso a la laguna Chiar Qota.
En Chiar Qota nos alquilaron una habitación de albergue por 20 bolivianos por persona. Estuvimos con Roberto, el sereno y con Wilmar a quien ayudamos con algunas frases en inglés para hablar con los turistas. En este punto hay un refugio con luz eléctrica, agua, baño. En nuestro sector no hay luz pero está bien cerrado y aclimata. No hicimos fogón así que con el calentador hicimos una rica polenta.
El Condoriri domina la vista en este lugar. Estamos en el Campo Base de ascenso a este cerro de alas abiertas.

Cuarto día
Desde Chiar Qota caminamos hasta el Lago Tuni. Caminamos prácticamente por sendero plano. Paramos a descansar y conversar con Diego y Marcelo, dos niños de Rinconada, un paraje hasta donde llega el camino factible para vehículos que llevan turistas a Condoriri. Diego y Marcelo están con su hermanito Miguel de dos años.
Llegamos a Tuni en tres horas y armamos un campamento gitano al reparo del viento y a la vera de sus orillas turquesas. Enfrente está el Wayna Potosí y a un costado el Condoriri, en vuelo frentista y siempre con las alas desplegadas. Es paradisíaco.
En eso escuchamos un coche y como no hay transporte público hasta el lugar nos apresuramos a preguntarle si nos llevaría de regreso hasta la ruta principal. Nos deja en… tras una hora de viaje por 100 pesos que hubo que regatear. Desde allí, volvemos a La Paz.

Choro trek – De la Cumbre a las Yungas

Primer día:
Para tomar este sendero tenemos que llegar hasta un punto denominado La Cumbre. La Cumbre se encuentra a media hora de la estación de buses Villa Fátima de La Paz. Villa Fatima, a su vez, se encuentra a poco menos de una hora del centro dependiendo del tráfico. En Villa Fátima se buscan las combis que van a Coroico y se le pide al chofer que se detenga en La Cumbre para bajar. El precio es el mismo que para ir hasta Coroico, 20 bolivianos.
Cuando llegamos a La Cumbre hay que registrarse en una oficina de techo rojo y empezar a caminar para arriba. El sendero no da tregua. Es claro, no hay vegetación y hay huellas de autos, motos, gente que subre por este páramo montaños a riscos inusitados desde donde uno puede admirarse de su alrededor parado literalmente sobre las nubes. Literalmente. Las nubes corren por debajo de nuestros pies. Las cumbres son puntiagudas, roca negra cubierta de nieve inmaculada. Vistas y sensación inmejorable que nos certifican que el esfuerzo hacia arroba valió la pena.
Se cruza el paso, el Abra Chucura, a 4880 metros de altura y empieza la bajada, para algunos bajar suele ser la peor parte. Mucho más fastidioso que el esfuerzo de subir. Esfuerzo que en esta región se acentúa irremediablemente por la altura normal. La Paz está a , La Cumbre a 4660, y el Abra a 4880. Luego empezamos el descenso trastabillando por un camino de mulas y piedras laja. Durante todo el sendero hay vertientes de agua, ríos, agua que surca desde el deshielos las laderas y llega hasta nuestros pies. También cruzamos varias edificaciones precolombinas y la calzada epor la que nos desplazamos pertenece a los antiguos caminos incas.
Llegamos a Samaña Pampa. Vive una familia. Eulogio y su familia. Aquí hay que apuntarse nuevamente en un libro de registro. Decidimos acampar en este lugar. Es muy bello. Enclavado entre montañas donde pastan rebaños de llamas. Hay una mesa de madera debajo de una galería, bancos mesita de piedra, sombrilla de paja y un baño sencillo. El río Chucura corre al lado. Eulogio y su familia pisan papitas para pelarlas y preparar chuño, una de sus hijas prepara tuta, otro tubérculo deshidratado blanco. El camping nos cuesta 10 bolivianos. Tomamos, mate de coca, café, todo cuesta 2 bolivianos.
Hace frío. Temperatura de helada.
Segundo día
Nos despedimos de la familia de Eulogio y Gumersinda sin dejar de compartir con ellos mate de yerba, el nuestro.
El sendero entre Samaña Pampa y Choro baja y baja. Es piedra y piedra. Piedras macizas, duras, desparejas. Irregulares. Difícil no trastabillar entre tanta piedra despareja. A medida que avanzamos y vamos bajando en altura empieza a haber más vegetación.
A una hora de Samaña Pampa está Chucura, un pequeño poblado con escuela, gimnasio, varias casitas. Un señor, Miguel, en la entrada de su casa, nos ataja para registrarnos otra vez y cobrando 20 bolivianos por el uso del camino.
Desde Chucura pasamos a Challapampa, tres horas más. Allí hay un amplio espacio de acampe, un puente que cruza el río, lugar para descansar, bebidas. Descansamos un rato en Challapampa y a dos horas y media más, bajando y subiendo en esta etapa, llegamos a Choro. Esta última parte del camino es la más extenuante. Se suma al cansancio de las horas andadas hasta aquí que deberemos surcar por terreno enlodado y con piedra despareja. El camino trepa en un sendero más angosto que el camino precolombino por el que vinimos hasta aquí. Trepa y desciende hasta el río. El río es caudaloso y cae en cascadas estrepitosas entre piedras enormes.
A los bordes del sendero hay un reguero constante de frutillas rojas, maduras, grandes y dulces.
Acampamos en Choro. Cobran 10 bolivianos. Se puede hacer fuego y hay leña alrededor y un arroyito de vertiente a pocos pasos donde es por demás saludable darse un buen baño. Estupendo.
Estamos rodeados de montañas monumentales. Aún no terminamos de bajar. Anoche dormimos a 4400 y hoy descendimos a 3600.

Tercer día
El recorrido entre Choro y Bella Vista es agotador. Se van bordeando varias montañas. Se sube hasta las cimas y luego se baja casi al ras de los ríos. Hay que cruzar tres puentes colgantes de alrededor de cien metros de longitud y por sobre cincuenta metros encima del río. Son de madera y se zarandean tenebrosamente a nuestro paso.
Se pasan pequeños caseríos, una o dos casas. Primero Buena Vista, una familia; está a poco más de una hora de salir de Choro. Cuatro horas más adelante pasamos San Francisco, dos casas. Una hora más y llegamos a Bella Vista donde decidimos quedarnos a descansar.
El suelo sigue siendo de piedra durísima, maciza y desorganizada a la buena de dios sobre la huella. En algunos tramos es más plano y en otros hay sectores de tierra blanda y hojas secas que nuestros pies agradecen.
La flora y la fauna son exclusivas. Flores extrañas y exóticas. Nunca las vimos antes.
La temperatura ha subido muchísimo. Atravesamos sectores de jungla y humedad netamente tropicales. Ya no hace aquel frío helado de hace solamente dos días. Ahora es calor y, al llegar a las cimas el sol nos pega. La vegetación, arriba, se vuelve rala y de pastizal duro y, a medida que volvemos a bajar se va haciendo mata más tupida y humeda.
Pasamos por debajo de una caída de agua de cientos de metros, especulamos que más de doscientos. Pasamos por debajo y luego, rodeando la montaña adyacente la vemos desde la ladera de enfrente. En ese momento estamos subiendo la Cuesta del Diablo. Una subida un tanto escalonada de piedra, un caracol en vertical y sin tregua por más de media hora hacia arriba y arriba.
En Bella Vista acampamos con vista a las montañas. Nos cobran 10 bolivianos y hay un pequeño quiosco con bebidas y snacks. Al lado hay una mesita donde podemos cenar y también hay un espacio amplio donde podemos hacer fuego y agua que traen con mangueras desde el río.
Hay conejos. Andan sueltos, corren entre la mata de la montaña y son gordos.
Cuarto día
El camino hasta Sandillani, una hora y media, es hermoso y húmedo. Tierra blanda, suelo bueno. Hay sombra. Sandillani es un punto con construcciones de madera, un albergue, lugar para acampar y una vista alucinante de todas las montañas alrededor. Todas las montañas de esta región son moles. Son macizas. No son escarpadas, son bloques de piedra cubiertos de vegetación selvática.
El camino de hoy es casi todo en bajada y lamentablemente la humedad se va secando y el suelo se endurece. La primera parte de este día es amable con los pies, pero después es duro. Piedra dura y despareja y pastos secos. El sol y el calor nos pegan.
Desde Sandillani a Chairo son dos horas y media más. Chairo es un poblado de cincuenta personas. No hay habilitado ningún espacio específico de camping ni hay hotel pero preguntando encontramos a Dionisio Pérez que nos prestó un espacio que tiene en construcción. En la esquina de una de las dos cuadras del pueblo está el almacén de Delfina. Allí compramos mandarinas a tres por un bolívar y sardinas en salsa de tomate y pan a dos por un bolívar con cincuenta.

Lebanon Mountain Trail (otra fachada de la USAID)

Introducción

Descubrí el Lebanon Mountan Trail sin buscar nada que se le pareciera. Tenía un pasaje al Líbano devenido de otras cuestiones. Visitar el Líbano, no estaba en mis planes. Pero tenía un pasaje y me dispuse a buscar qué sitios interesantes se podían visitar. Así fue como encontré el Lebanon Mountain Trail. Un sendero de aproximadamente 440 km que cruza de manera longitudinal a este país siguiendo las crestas del Monte Líbano, de norte a sur, o bien de sur a norte. Completo, lo dividen en 26 etapas. Como solamente estaría una semana y en el Líbano hay otros sitio históricos que me interesan, decidí hacer solamente tres o quizás quizás cuatro etapas, y busqué las que me parecían más ricas en cuanto a la variedad del camino, y también las más difíciles. Caminar en llano, ya no me hace gracia. Caminar sin la imponencia de las cumbres, tampoco. Creo que el «mal de montaña» debería llamersele a esta adicción y no al mal de altitud. O, me corrijo, esta adicción podría llamarse «el bien de montaña». Me atacó, y muy fuerte.

Luego de una vuelta por el Malecón de Beirut, las rocas en el mar, el casco histórico y Hamra, se puede tomar un bus en plena carretera hacia Byblos, conocida localmente como Jbeil. Vale la pena detenerse un par de horas en Jbeil. Es hermoso. Callejuelas de piedra, un puerto colorido de botes, y los restos de una ciudadala que es una de las más antiguas que quedan en pie sobre el planeta. Es un lugar tranquilo, con una gruesa pincelada de bohemia, lleno de enredaderas, de flores, de árboles, de pinturas hechas a mano y con amor sobre algunas puertas, o paredes. Vale la pena quedarse un rato mirando el mar. El aire que se respira, es impagable. El minibus desde Beirut hasta Bjeil cuesta 2000 libras, (1 dólar = 1500) y tarda menos de media hora. Van demasiado rápido. Velocidad temeraria.

En la misma carretera que da entrada a Jbeil, se puede volver a parar a otro minibus, van, y seguir viaje hasta Trípoli, aquí le dicen Trablous. Al entrar en Trablous o Trípoli, el contraste con Jbeil, Byblos, es un shock. Trípoli es caótica, llena de mercados callejeros, del tráfico de autos que tocan bocina. Las construcciones son viejísimas. Hay muchos rastros de la guerra civil. Edificios que han sido reconstruidos junto a otros que están despedazados o impactados por las balas. No me quedé mucho tiempo. Demasiado ruido perturbaba la paz con me había cobijado en Byblos. El minibus de Byblos a Trípoli cuesta otras 2000 libras y tarda un poco más de media hora, aunque vuela sobre la carretera.

Vi que en una esquina, de las bulliciosas, la gente tomaba los servis, taxis compartidos, así que fui ahí y me acomodé en uno que me llevaría hasta otro punto donde debería tomar el definitivo a Bqaa Safrine.

Antes, llamé por teléfono a uno de los guesthouses que recomiendan en la página del Lebanon Mountain Trail. Buscaba un locutorio, pero como no encontré, un hombre al que le pregunté, me prestó su teléfono para que llame.

En total, los dos servis, taxis compartidos, me salieron como 9000 libras.

Desde Bqaa Safrine inicié estas contadas etapas del trail. El primer día que había anotado, es el más difícil de la caminata. Son 23 km. El desnivel es 1406 metros de ascenso y 979 metros de descenso. Desconocía absolutamente todo acerca del trazado del trek y rogaba que hubiera marcas ya que, con marcas y todo, siempre me pierdo igual. Había leído que había algunos manantiales en el camino para beber y cargar agua, y también ruinas romanas.

En Bqaa Safrine paré en lo de Abou Majed. Una familia hermosa. Tienen una casa enorme, especie de gustehouse. Muy confortable. Todas las habitaciones son grande y limpias. Hay varias salas con sofás.Dos baños enormes.

Es pensión completa y cuesta 50 dólares todo. Me dieron muchísimo de comer. Dawali, arroz preparado y envuelto dentro de hojas de parra, otro arroz con carne y nueces de la India. Una ensalada con verduras recién cosechadas de la huerta. Higos en almíbar, y un plato de frutas. Eso se suponía que era el almuerzo. Luego me ofrecieron una cena, pero estaba tan satisfecha que no podía comer nada más. Solamente una manzana, también cosechada de los frutales de la familia.

Primera etapa: de Bqaa Safrine a Ehden

Lo más rescatable de esta etapa, es la gente. Menos mal que existen los libaneses y que muchos de ellos viven en las pequeñas aldeas entre las montañas. El sendero fue más difícil de lo que esperaba. Terminé sana y salva pero mis brazos eran un muestrario de rayas y en las manos tenía una colección de espinas.

Arranqué bien, sobre todo bien alimentada. El desayuno en lo de Abou Majed fue suculento y rico. Hasta huevo comí, a mí que no me gusta. Estaba todo delicioso. Yugur, aceitunas, humus, pan árabe. Tuve que rogarles que basta de comida porque me prepararon dos sánguches para el camino, uno de zater y otro con higos en almíbar. Me dieron tres manzanas y una bolsa de nueces. En el camino no paré a comer nada ni a descansar porque durante todo el trayecto perdí mucho tiempo tratando de encontrar el sendero. Yendo hacia adelante y volviendo hacia atrás. Por eso digo que menos mal existen los libaneses. Si no fuera porque pregunté cientos de veces en cada casita que encontré, o en cada campo donde estaban cosechando, no sé adónde estaría en este momento.

Llegué a Ehden. Lo más hermoso paisajísticamente hablando, es la Reserva Forestal. La tenía al lado. Al ladito de la cabañita que alquilé por esa noche. Caminar por la reserva después de semejante jornada fue reconfortante, volver a respirar, tranquilamente, y con olor a resinas de pinares. Infinidad de pinares. Y ese olor que me rodeaba tan fresco. Fresco como el agua de los manantiales. Agua pura en el camino.

No es un trayecto para cualquiera. No está preparado para nada. Creo que es de lo más complicado que he hecho. No lo recomiendo. Salvo que lleven GPS, que sepan hablar árabe a la perfección, que lleven sogas.

Menos mal que andaba con una mochila liviana.

Saliendo de Bqaa Safrine y hasta Dounia, preguntando, se puede llegar sin demasiados problemas. Preguntando y entendiendo aunque sea la mitad o las señales de la explicación. Después se arma el quilombo. Hay que bajar una ladera, después de haber subido, pero el sendero no está marcado. Hay que bajar por cualquier parte. Está lleno de árboles, y de matas. Hay que abrirse camino a la buena de Dios. Cuando uno llega debajo de esta primer ladera, hay que subir otra, hay que cruzarla, y luego bajar, y acá viene lo más complicado. Aunque parezca mentira, siempre lo más complicado es bajar. En este caso, por suerte están los árboles y las matas. El terreno es vertical. Es una garganta que desciende estrepitosamente hasta un manantial. Un arroyito sin mucha agua ni mucha corriente. Hay que descargarse por esa ladera vertical. Hubiera estado bueno tener una soga, atarla a un árbol y bajar agarrándome de la soga. Pero no tenía soga, así que fui tanteando las salientes de las piedras y sosteniéndome de las ramas. Un desastre. Terminé toda rajuñada. Con razón los campesinos que cosechaban y que me llenaban los bolsillos y las manos de pepinos frescos, me preguntaban «inti tarif?» (tú sabes?)

Esta etapa, la primera que hice del Lebanon Mountain Trail, no es apta para el trekking de alguien sin experiencia.

Al inicio, si bien los caminos son fáciles, dificulta el hecho de que hay pequeñas aldeas y por supuesto la gente de las aldeas camina, tienen animales que caminan, usan carros, carretillas, algún auto, y entonces, como no hay señales, uno no sabe que huella o qué sendero seguir.

Después viene la parte de las laderas y así se llega a Keir Mor y Bchanata. Después ya se entra en la reserva forestal que es lo más lindo, ahí adentro sí están las marcas pintadas, y también hay algunos carteles. Cuando ya no hacen falta, porque dentro de la reserva, como es muy visitada, las huellas están bien claras entre el bosque.

Cuando desemboqué en Ehden, la ciudad no me gustó a primera vista. Estar entre el pavimento y los coches. Había leído que uno de los hoteles recomendado se llamaba justamente La reserva, especulé y especulé bien, que estaba dentro o cerca. Un maravilloso hombre al que le pregunté, llamó por teléfono, tenía que volver 4 km hacia atrás. Ya había hecho 23. Dudé. Ya no quería caminar más por este día. No por caminar en sí, pero por haberme perdido tanto y haber sufrido tantos traspiés y rajuñones. El maravilloso hombre, John, me llevó en su auto.

Las cabañas cuestan 50 dólares con desayuno. Comida no. Pero tenía los sánguches de Abou Majed, las manzanas, las mermeladas del hotel, y galletitas. Pedí agua caliente para el mate. Y como si hubiera sido poco, después de ducharme, me fui a dar otra vuelta entre las nubes, por adentro de la reserva. Una hermosura.

Segunda etapa y Tercera etapa: de Ehden a Wadi Qannoubine, de Wadi Qannoubine a Bcharre

Hice dos etapas en un día. De Ehden a Wadi Qannoubine, dícese que son 9.1 km y de Wadi Qannoubine a Bcharre, 9.8 km.

Nunca encontré el sendero del Lebanon Mountain Trail. Lo hice como mejor pude. Con un mapa precario, peor orientado que yo. Pusiera el mapa para la dirección que lo pusiera, le preguntaba a la gente, y siempre lo que buscaba estaba para el otro lado. Si una cosa estaba para un lado, contrario al que señalaba el mapa, otra estaba bien, entonces no entendía nada. Me imaginé que para llegar tenía que hacer algo así como transportarme a otra dimensión y volver a esta. Era imposible. Este trekking está muy mal diseñado. No está diseñado. Es una mentira. No existe. Los lugares existen, pero no están ni en el lugar señalado ni a la distancia estimada en los folletos. Los pobladores de los lugares por donde se pasa no tienen ni idea de la existencia del sendero, nunca vieron una de las marcas blanca y roja, ni nunca vieron a nadie que estuviera trabajando en el camino. Había leído que en los hospedajes había mapas y explicaciones. En dos de los tres lugares en que dormí, tenían, pero el mapa equivocado. Si estoy en Bcharre y he terminado la sección 6 y 7, necesito el mapa de la 8 para continuar, pero aquí tienen solamente el de la 4, la 5, la 6 y la 7. En cambio, en la Reserva, no tenían ninguno, y en Bqaa Safrine, también tenían el de la sección anterior. O sea que los tienen al pedo. O quizás para ir alrevés de lo que la organización plantea si uno busca información en internet. Nadie sabe dónde salen los senderos.

La segunda mañana, después de un suculento y exquisito desayuno en la reserva, los dueños, Raymunda y Alfonso, me llevaron adonde supuestamente podía retomar la marcha. Ellos no tenían ni idea, pero leímos en un folleto que conseguí yo en un puesto de información de la reserva, que podía empezarse en el Monasterio de Maar Yaaqub. No había ninguna señal, pero intenté seguir los datos del folletín. Caminé, tal como decía allí hasta Mart Moura y de ahí, según el folletín, debía seguir 500 metros hasta encontrar una escalerita que bajaba hacia el valle y la comunidad de Aintourine. Nunca encontré la escalerita. Caminé miles de metros a un  lado y a otro y más de una vez. Le pregunté a la gente, y ahí me señalaban Aintourine para un lado, pero Wadi Qannoubine, para el otro. Me harté. Caminé por la ruta a pesar de que alguien me dijo que el Wadi era a más de una hora de coche. En un momento encontré un cartel que no era del Lebanon Mountain Trail, pero que indicaba bajada al Wadi y me mandé por ahí. Muy bello, y muy impresionante la garganta rocosa y las casitas colgadas de las laderas con sus terrazas cultivadas. Caminé hasta el final de ese camino que terminaba en una casa. Ni una marca del Lebanon Mountain Trail. Subí por el mismo camino y seguí por la ruta hasta los pueblos de Blawza y Hadchit. Se hizo largo y pesado, ya que no era un sendero de trekking sino una ruta con todas las curvas que implica construir una carretera en la montaña. Además, Hadchit y Bcharre están arriba de las montañas y los valles de Qadisha y Qannoubine, van quedando cada vez más profundos e invisibles entre las paredes de roca. Tarde y agotada, llegué a Bcharre y me alojé en el primer hotel que encontré, el Bauhaus. Una habitación con tres camas, me cobraron 30 dólares porque son 10 dólares por cama. Está bueno porque es un departamento antiguo. Enorme. Con habitaciones grandes. Podía usar la cocina. Hay dos baños, y un balcón grande, como una terraza, que da a la calle, desde el que se ven las montañas y en el que hay una parra. Llovió, y tomando mates en esa terraza, cobijada por las ramas de la parra, disfrute del olor a tierra mojada.

Como si en realidad no hubiera estado tan cansada, salí a caminar. Bcharre es pintoresco. Lindas vistas del valle. Hay conventos y construicciones antiguas. Hay una tumba fenicia y la casa donde nació el escritor Khalil Gibran.

Epílogo

Visitar el Líbano por lo que el Líbano reúne en sí, vale la pena. Vale la pena su gente. Es interesante hablar con ellos. Son muy amables en general. Muy amables. Choca, sobre todo con los católicos, los maronitas, los cristianos, que planteen una y otra vez que ellos son los buenos y los otros son los malos. Es un aspecto triste que queda como resabio en una sociedad prejuiciosa.

Tuve la fortuna de conocer gente de todo tipo. Gente maravillosa. Jad, quien no me conocía más que por referencias, porque es amigo de mi amigo Mohammed que vive en Egipto, se ocupó de mí como si me conociera de toda la vida. Ninguno de los musulmanes con los que hablé exigió conocer mi filiación religiosa, como sí lo hicieron los cristianos, y ningún musulmán me dijo que los cristianos eran malos.

El Líbano tiene sobre su territorio uno de los yacimientos más antiguos, increíbles y inexplicables del mundo: Baalbek. Es impresionante, imponente, y maravilloso.

Desde allí, fui en una van con dos muchachos muy macanudos que me llevaron gratuitamente, hasta la frontera con Siria. Son muy pocos kilómetros. Siria se ve ahí nomás, al alcance de los ojos, de las manos, de los pasos.

Mi objetivo inicial, cuando compré el pasaje, era cruzar a Damasco y sumarme al escudo humano en contra del bombardeo imperialista. Afortunadamente el mundo se movilizó en todos los rincones y el hijo de puta de Obama tuvo que suspender sus diabólicas intenciones de seguir destruyendo con sus armas el Oriente Medio. Pero yo igual quise ir a Damasco, y desde Baalbek fui hasta la frontera donde a pesar de la confianza ganada con algunos de los soldados que llamaron inclusive a sus superiores por teléfono, no pude cruzar ni siquiera por dos horas, al no tener en mi pasaporte, una visa tramitada en mi país de origen.

Así fue como en lugar de a Siria, llegué a Taanayel. Medio por casualidad, o por mala o buena suerte, porque así tenía que ser; un lugar donde me encontré con la casa de mis sueños, construida de adobe, con pocos muebles, alfombras en el piso, colchonetas, almohadones, al mejor estilo beduino. Necesitaba descansar y me quedé ahí, casi en silencio, entre un bosque de álamos y cedros, y un lago pequeño, en esa casita de barro que tanto me gustó.

Antes de regresar a Beirut para tomar el vuelo de regreso a Estambul, visitamos con Jad la ciudad de Sidón.

Sé que albergo restos de almas fenicias en mi ser, y sé que haber tenido un pasaje justamente para el Líbano, en un momento en el que prácticamente ya no deseaba nada, no fue en vano.

Seguramente, como me dice uno de mis sabios hijos, esto llevará algunos meses, quizás algunos años, quizás no tanto de tantos, para aclararse.

 

Eso sí, si alguien lee esta nota con el interés del trekkig, si alguien piensa en en Lebanon Mountain Trail, no vayan porque no existe. El Lebanon Mountain Trail, ha sido, seguramente, otra fachada de espionaje de la USAID en Oriente Medio. Nada extraño ya que sobran evidencias en el mundo entero del accionar de esta organización. Si se encaprichan e insisten en el trekking, lleven GPS, traductor, machete, sogas, y así y todo no esperen llegar a destino, lo más probable es que lleguen a otra parte.

Lycia, geografía, literatura y una historia de resistencia a los imperios

La Ruta Lycia, un recorrido que originalmente unía 509 km entre Fethiye y Antalya y al que, actualmente, año 2018, se han agregado dos etapas que le suman 40 km más. La Ruta Lycia discurre a través de los Montes Taurus, serpenteando por la escarpada costa del Mediterráneo turco, prolífero en penínsulas y bahías. A medida que avanzamos, subiendo y bajando laderas de piedra y bosque, vamos encontrando a nuestro paso los vestigios fantasmagóricos de la historia sin desentrañar y pequeñas comunidades herederas de la tradición lycia.

Entre mayo y junio de 2011 caminé en solitario la Ruta Lycia. Me impactó. Siempre había querido regresar y poder compartir la belleza inabarcable con otras personas.

En las siguientes entradas del blog, etapa tras etapa, describo mi primera experiencia (2011), estival y en solitario, y luego la actualización de lo vivido entre enero y febrero de 2018, invierno, en compañía de un equipo de caminantes fluctuantes.

Geografía
El nombre de Lycia (Lykia) evoca una zona geográfica del suroeste de Anatolia. Esta región, la más accidentada de toda Turquía, está situada al sur de una línea hipotética que podríamos trazar desde Antalya, al este, y Fethiye, al oeste. Región actualmente conocida como península de Teka. Resulta difícil determinar el territorio original habitado por el pueblo conocido como tremili o termili, lukka, por los hititas, y lycios, según las fuentes griegas. Las mejores referencias nos las proporcionan sus impresionantes restos arqueológicos, correspondientes al variado abanico de ciudades que salpican un paisaje frondoso y accidentado, entre Antalya, Fethiye y las azuladas aguas del Mediterráneo.
La cadena del Tauro que, geológicamente, es contemporánea de los Alpes, Andes, Cáucasos y del Himalaya, es la principal nota identificadora de este territorio que albergó a los lycios a lo largo de su existencia. El aspecto fluvial también es importante: los ríos son cortos, de curso rápido a consecuencia de los desniveles que tienen que salvar, formando, a veces, cascadas sorprendentes (Varsak Çöküntüsü, Düden Şelalesi). Muchas ciudades lycias fueron trazadas sobre las orillas, incluso Olympos resultó dividida en dos por el curso del Yanartaş, dominando terrazas estratégicas junto a los cauces. Algunos ríos tienen el don de esconderse y, kilómetros más abajo, volver a aparecer en superficie. El árbol más abundante es el pino, que llega a colonizar incluso las orillas marinas; en Kaş, al sur de las accidentadas montañas del Parque Nacional de Bey Dağı, a partir de los 1.200 metros de altitud, dominan los bosques de cedros, especie protegida actualmente.

Historia
Las excavaciones efectuadas en Karataş Semahöyük y alrededores, a partir de 1960, pusieron de manifiesto que la región de Lycia ya se encontraba habitada durante el tercer milenio antes de nuestra era. En el segundo milenio, la Lycia era mencionada en las fuentes orientales bajo el nombre de “Luqqu”, “Luqqa”, “Lukka”, y también como “Rwka”. Sin embargo, las escasas campañas de excavaciones arqueológicas realizadas hasta la fecha en algunas ciudades -porque la mayoría de ellas se conservan intactas- no ha proporcionado suficiente información de ese período. Solamente en Tíos (Düver), uno de los históricos centros de población, situado en la zona occidental del país lycio, un fortuito hallazgo puso al descubierto un hacha de bronce del segundo milenio a.C, una prueba que corrobora que la región fue habitada de forma ininterrumpida.
En las fuentes occidentales, la Lycia y los lycios son mencionados por primera vez en ocasión de la guerra de Troya (siglo XII a. C). Homero, en su “Ilíada”, describe de forma encomiable a los lycios, mencionándolos en reiterados versos, en los relatos de cómo llegaron bajo el mando del general Sarpedon y combatieron valientemente al lado de los troyanos contra los aqueos.

Es por lo tanto gracias a Homero, a quien debemos la primera referencia occidental sobre la existencia del pueblo lycio, que constituía un núcleo de población distinto de los sardos y solayrnosienses.
Las excavaciones arqueológicas que se han desarrollado en todo el país lycio, especialmente en los yacimientos de Xanthos (mencionado por Homero en la página 110) y de Letoon, no han proporcionado información anterior al siglo VIII a.C. Esto hace que resulte difícil imaginar la forma de vida de los lycios entre el segundo milenio -período al que pertenecía el hacha, encontrada en Tíos (Düver), anteriomente citada- y finales del siglo VIII a.C.
En el siglo VII a.C., se siente ligeramente la influencia griega, concretamente en las afueras de la ciudad de Phaselis, en el extremo oriental de Lycia, donde en el año 696 a.C., se asentó la primera colonia helenística. Durante el mismo siglo la civilización lydia, cuyo territorio se hallaba al norte de Carias, entre Capadocia, al este, y el mar Egeo, al oeste, alcanzó su esplendor socio-cultural.

Dominio Persa
En el año 499 a.C, tras la victoria de Darío I sobre las ciudades griegas de Asia Menor (Mileto, Priene, Éfeso, Dídíma), los persas fijaron su atención en Lycia, y su general, Haspagos, tras violentos combates, entró victorioso en Xanthos. La ocupación persa del territorio lycio, paradójicamente, abrió a Lycia hacia el helenismo. El pueblo lycio se relacionaba por un lado con ciudades afines al helenismo, radicalmente opuestas al dominio persa y por otro lado se impregnaba del exotismo del arte persa, según se ha podido comprobar en las manifestaciones escultóricas excelentemente conservadas en algunas ciudades: en Xanthos, el monumento de las Harpías y el de las Nereidas; en Trysade, el Heroon, sin olvidar los impresionantes túmulos de los alrededores de Eimali, testimonios, todos ellos, de una incuestionable inspiración oriental.
Lycia gozó de cierta autonomía dentro del imperio persa como consecuencia de la derrota que el monarca lycio Cirnon, inflingió al general persa Eurymédon en el año 468 a.C, por esto mismo, Phaselis, la ciudad natal de Cimon, se impuso sobre el resto de Lycia.
En el curso de la hegemonía de los persas, se produjeron dos acontecimientos de gran interés para el país lycio: el primero de ellos, fue la unión interior de todas las ciudades lycias, gracias a la iniciativa de Feríeles, rey de Limyra. Feríeles dotó a los lycios de un verdadero contingente militar, tanto terrestre como marítimo -no debemos olvidar que Lycia, fue siempre un país volcado al mar, aunque la mayoría de sus ciudades estuviese escondida en tierras quebradas y montañosas-, y resultado de su potente ejército, la ciudad de Telmessos (hoy, Fethiye) pasó a formar parte de Lycia; el segundo acontecimiento, fue el descubrimiento, en Letoon (hoy, Bozoluk o Bolsulu), en el curso de las excavaciones llevadas a cabo en los años 70, de una inscripción trilingüe, relacionada con este período histórico, en la cual se menciona a Arbinas y Pixodaros, monarcas influyentes de la zona occidental del país lycio. El aspecto más importante de esta inscripción (persa, lycio y griego) es, ciertamente, el hecho que nos proporciona la posibilidad de acercarnos a la lengua lycia.

Alejandro Magno
Después de los informes aportados por Arriano, Alejandro Magno decidió conquistar Lycia, penetrando por el oeste, desde Halicarnaso. La primera ciudad que tomó fue Telmessos (334 a.C.), en donde el macedonio fue recibido, más que como invasor, como libertador; el resto de ciudades lycias siguió el ejemplo de Telmessos y, en sólo un mes, se puso fin a la hegemonía persa en esta histórica región del suroeste de Anatolia. El Gran Alejandro no introdujo cambios apreciables en cuanto a la administración y al resto de poderes establecidos, nombrando a Nearkhos como su intermediario válido en Lycia. En cuanto al plano cultural, el hecho más notable que se produjo tras la llegada de Alejandro Magno fue la desaparición radical del alfabeto lycio, que fue sustituido por el griego.

Macedonios y romanos
Tras la muerte de Alejandro, toda Lycia queda sujeta al dominio macedonio, bajo la directa administración de Antigonos Monophtalmos. En el año 310 a.C, la dinastía ptolomea gobierna el país, y nueve años después, la tutela de la región cae en manos de Lysimaco. En el año 296 a.C, los Ptolomeos reconquistan Lycia y se mantienen durante todo un siglo, atraídos fundamentalmente por la extraordinaria ubicación estratégica, la frondosidad de su suelo y la bondad de su clima. En el año 197 a.C, el rey seleúcida Antíoco III emprende la conquista de toda Asia Menor, un esfuerzo militar que le costaría al mítico monarca de Nemrud grandes pérdidas humanas hasta culminar con la estrepitosa “debacle” de Magnesia (Manisa), del año 190 a.C.
Roma, que observaba con el mayor interés tales acontecimientos, comenzó a interesarse por la zona oriental de su imperio y decide poner a Lycia, bajo el control de la ciudad de Rodas con el Tratado del Apamea, del año 188 a.C. El manifiesto malestar lycio contra Rodas, contribuyó a la realización rápida y ordenada de la unidad del país. Lysanias y Eumedes fueron sus principales artífices, posteriormente, los lycios eligieron para su administración un sistema federativo. Las ciudades más influyentes durante los primeros años del siglo II a.C eran Xanthos, Tíos, Finara, Myra y Olympus, las cuales disponían de un estatuto diferente al del resto, teniendo, incluso, derecho a emitir tres voces en las asambleas generales.
Se sabe que la antipatía manifiesta al control de Rodas fue hecha saber al mismo Senado romano en el año 177 a.C. y que tanto Lycia como Caria, no tardaron en obtener la libertad. Durante un siglo de plena independencia y bajo el sistema federalista, Lycia alcanzó un alto nivel de prosperidad. Pero a comienzos del siglo I a.C., una nueva amenaza se cierne sobre Lycia: Mitrídates I, rey del Ponto -territorio del norte de Anatolia, que limita con el mar Negro, cuya capital era Trebizonda-, ocupa la mayoría de las ciudades del Asia Menor, en el año 88 a.C, entre ellas, también las lycias. Sin embargo, Sila (Lucius Cornelius Sulla; 138-78 a.C) logró derrotar a Mitrídates I y aseguró de nuevo la autonomía de la Lycia, reorganizando administrativamente el territorio; fue entonces cuando algunas ciudades de Kibyratis o de Muyas pasaron a incorporarse al país lycio. Mientras tanto, en la zona oriental, el corsario Zenekites (Zenicetes), que había tomado las ciudades de Phaselis y de Olympos, sembraba el terror en la región lycia, así como en todo el resto del litoral mediterráneo de Anatolia. La victoria obtenida por el cónsul romano Servilio sobre Zenekites, precisamente en las afueras de la ciudad de Olympus -la cual era utilizada como refugio y base estratégica de operaciones, dada su privilegiada posición-, puso fin al peligroso corsario.
Para asegurar la estabilidad en la región, Roma delimitó una nueva provincia -al este de Pamphylia: Cilicia, cuya capital se fijó en Tarsos, actualmente, Tarsus, al este de Mersin. Las rivalidades que perturbaron el seno del imperio romano se dejaron sentir también en las provincias orientales, entre ellas, la abierta oposición a Bruto (M. Junius Brutus), por parte de numerosas ciudades lycias. En el siglo II, los ricos ciudadanos lycios prestaron importantes ayudas a las ciudades extranjeras -Pamphylia y Caria, especialmente– demostración inequívoca de la prosperidad económica del país lycio, precisamente de ese período son los testimonios monumentales más impresionantes y mejor conservados de Lycia.

Movimientos Telúricos
En el año 141 un violento temblor de tierra, arruinó todo el país lycio. Muchas ciudades costeras fueron inundadas por el mar, al hundirse el litoral costero (Sümela, Dolichiste, ambas en la paisajística bahía de Kekova entre Demre y Kaş-, las tumbas están semisumergidas, y las viviendas y palacios escalonados en los acantilados costeros aparecen sobre las azuladas aguas del Mediterráneo. Lycia fue levantada con ayuda de sus ciudadanos, prósperos e influyentes comerciantes. El siglo III se inició con un periodo de relativo desarrollo para Lycia, pero el 5 de agosto de 240 se produjo un nuevo terremoto aunque de mucha menor intensidad que el anterior. Sin embargo, la confusión generada por el sismo, fue aprovechada por nuevas bandas de corsarios que asolaron los principales puertos lycios, lo que, unido al progresivo aflojamiento de la administración, provocó la lenta extinción de algunas ciudades lycias. Por otro lado, los constantes enfrentamientos religiosos callejeros, con la expansión continuada del cristianismo, provocó un cambio de concepción socio-cultural en gran número de centros urbanos. La ciudad de Myra (Demre Kale) -famosa por su espectacular teatro y necrópolis rupestres, dejó de ser metrópolis para convertirse en ciudad provinciana.
Los siglos V y VI significaron periodos históricos oscuros que poco o nada aportaron a la vida cultural lycia, salvo en las cuestiones religiosas. A raíz de la dominación del imperio bizantino la región se salpicó de templos y basílicas cristianos construidos en el seno de las grandes obras antiguas que eran dañadas para los nuevos propósitos y de las que se aprovechaban los valiosos materiales líticos. A partir del siglo VII los árabes volvieron a la región. Desde entonces, durante 1500 años, las luces del país Lycio titilan en la memoria de pequeñas comunidades, en secretos tesoros y 53 ciudades escondidas entre la cadena del Tauro y el Mediterráneo.


Día 1: Ovacik-Faralya

Experiencia mayo-junio 2011.-

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La Ruta Lycia inicia en Ovacik. Ovacik es un pequeño pueblo, simpático, ubicado entre Fethiye y Ölü Deniz. Como yo me encontraba en Kusadasi, ayer en la mañana debí viajar primero rumbo a Aydin, a una hora de Kusadasi, desde allí tomar un bus a Fethiye, cuatro horas de viaje, y de Fethiye un minubus a Ovacik.
Fui directo a un hotel que recomiendan en el libro The Lycian Way de Kate Clow, que es el único que existe acerca de este camino y que trae un mapa detallado. El hotel lo recomiendan porque está muy accesible para iniciar la escalada, sin embargo no me gustó y me pareció caro. Pedían 35 liras turcas y yo ya había visto en el pueblo que las ofertas de hoteles más lindos eran de 30 liras. La única ventaja es que está apenas inicia la ruta, pero vi que había uno a pocos pasos y me acerqué a preguntar. Se llama de New Golden, o algo por el estilo, y me cobraron 30 liras, con piscina, habitación con balcón, desayuno, internet wifi. Di una vuelta por Ovacik y husmeé el sendero porque la ansiedad me dominaba y quería ver cómo pintaba. Pintaba bien.
En la mañana el desayuno valió la pena, suculento y variado entre proteínas -traía queso, manteca y salame- y vitaminas, miel, mermelada de damascos, aceitunas. Por suerte no traía huevo y no era el típico simple desayuno de tomate, pepino y té. Me vino bien. Encaré con fuerza y convicción.
El inicio del camino es ancho, bordeado de laderas de montañas pobladas de pinos. El aire era fresco, un tanto húmedo, pero con esa agradable humedad que huele a resina de coníferas. Se sube, y a medida que se sube, la laguna de Ölü Deniz va ampliando su panorama desde las alturas. El sendero deja de ser ancho para convertirse en un caminito de piedras bordeando el Baba Dag, la montaña que domina esta parte del camino, cuya altura es de 1969 metros. Poco antes de llegar a la cima empieza el descenso.
Durante el camino se encuentran varias cisternas de agua señaladas en el mapa. Como ha estado lloviendo, incluso hoy llovió varias veces durante la andada, tienen agua. Las cisternas están tapadas con una tapa de metal que se puede quitar para sacar agua, en todas hay baldes, latas, o cubetas con una soga, que sirven para tal menester. Me serví agua y me supo dulce y fresca. Muy buena.
En casi todo el recorrido hay marcas blancas y rojas que señalan la dirección del trekking siguiendo esta ruta de los antiguos Lycios. Sobre el final, pasando el poblado de Kirme se hacen más esporádicas. En esta parte, luego de haber andado ya más de 5 horas, dudé porque no había marcas y como hay casitas perdidas en la montaña, hay senderos que van rumbo a las casitas. Pegué la vuelta, fui hasta la última marca y no había duda que iba bien, inspeccioné otro caminos y eran caminos que terminaban en un punto cerrado o en la vera de la montaña, o en una vivienda, así que recaminé un trecho hasta la ruta que sale directamente al llamado Valle de las mariposas y el poblado de Faralya.
Llegando a Faralya por ruta de auto, un pibe turco en un taxi me saludó y me preguntó si quería que me lleve y como sólo me faltaba llegar al camping le dije que sí, revolée la mochila adentro del taxi y terminé los últimos metros hasta el poblado compartiendo un taxi con una cabra.
Llegué al George House, lugar de camping sobre el Valle de las mariposas. Acampo y tomo mates. Lo primero que hice fue sacarme las botas. Creo que va para ampollas en debajo de los dedos gordos, o cayos.
Junto a una de las cisternas, llovía. Me detuve debajo de un árbol y de una rama del árbol apareció un paraguas negro colgado. Siempre hay un paraguas negro. Me hice una casita hasta que escampó. Llovió varias veces, pero no es raro, digamos que yo iba hacia la lluvia, ya que en varias partes del camino, subiendo y subiendo, yo estaba en las nubes, e incluso más arriba de las nubes. Veía las nubes de arriba para abajo.
No anda mucha gente. Hoy me pasaron un neozelandés y un austríaco que íban a paso largo. Sólo salen a caminar un tramo. Más tarde crucé a una pareja y cuando paré a comerme una banana, un señor turco que vive en Kirme, se paró a charlar un ratito.
Mi mochila resulta más pesada de lo que había planeado, pero si hoy caminé 7 horas, mañana según el libro de Kate Clow se pronostican 3 y media, así que descansaré y lo haré. Me tengo fe.
Anécdota: cuando estaba en mi casita de paraguas negro escuché un crack sonoro, se me rajó el pantalón en el culo. Cachete izquierdo al aire. Recurrí al viejo truco del sweter atado en la cintura.
Otra cosa, vi una víborita pero cuando le fui a sacar foto hizo pfiii y se escapó.

Actualización enero-febrero 2018.-

Esta vez arrancamos desde Estambul y en avión al aeropuerto de Dalaman. El vuelo por Pegasus airlines está en alrededor de 20 euros. El vuelo salió del aeropuerto Sabiha Gokcen. En mis visitas anteriores a Turquía solía ir a Sabiha tomando el ferry para cruzar al lado asiático de Estambul y luego, en bus o dolmus (combi) hasta el aeropuerto. Esta vez nos aconsejaron tomar un metro nuevo: Marmaray. Según mi parecer fue más complicado y demoramos más, pero quizás fue por el desconocimiento de las combinaciones. De todas maneras, en breve, estará completa toda la conexión vía metro desde Sultanahmet o Sirkeci hasta Sabiha Gokcen. De momento, al final de la línea rosa del Marmaray, hay que salir del metro y girar sobre nuestra derecha, la misma vereda, sin cruzar, y tomar un bus E-9, E-10 o E-11. Ir con tiempo ya que, debido a la construcción del metro, el tráfico es tumultuoso y muy lento. Además, en Turquía, en estos tiempos, hay controles de seguridad antes de entrar en cada recinto y eso también ralentiza mucho el andar. Pasar por el escaner, quitarse el calzado…

Partimos con Stella Gonzalez. El aeropuerto era un caos. Demasiados vuelos locales programados en Sabiha. Parecía un regio quilombo pero todo salió bien. El vuelo en horario y las mochilas a destino. De Estambul a Dalaman, una hora y pocos minutos más de vuelo. Como nos trasladamos en avión no podíamos transportar el gas para el calentador con nosotras. Así que aún, antes de ir a Ovacik, nos faltaba comprar las garrafitas en Fethiye.

Desde el aeropuerto de Dalaman hay unos buses, Havas, que van hasta Fethiye. Cuestan 15 liras y demoran 1 hora. El cambio en estas fechas era 1 euro-4.6 liras.

Este bus Havas nos dejó en la otogar. Desde allía caminamos hacia el lado contrario del Carrefour, saliendo de la otogar a nuestra izquierda hasta Texan. Un comercio que vende de todo, materiales de construcción, jardinería, y allí se encuentran las garrafitas de gas para camping, gas tûpû. Cuestan 17.80 liras.

Luego, desde la misma esquina de la otogar, delante del Carrefour, hay una garita y allí se esperan las combis, dolmus, hacia Ovacik. El precio es 4.25 liras y nos deja en la esquina del Sultán Motel, a pasos del inicio de la Ruta Lycia.

Era 17 de enero. Invierno. Temporada baja en la región. Muchos hoteles están cerrados. Caminamos hasta el New Golden, pasando por delante del Sultán y el Golden lo encontramos en estado deplorable de abandono. Tapado de polvo y ojarasca. Volvimos sobre nuestros pasos hacia Sultán y nos quedamos allí. El precio fue de 40 liras por persona con el desayuno. Aparentemente también estaba cerrado, pero nos habilitaron una cabaña. Está lindo. Ha mejorado. Ya no son sólo las casitas pequeñas de piedra que había visto medio en ruinas en el año 2011. Ahora hay cabañas más lindas, jardín, más pintoresco a pesar de la baja temporada. Nos quedaba bien pernoctar allí para arrancar desde cerca. En mitad de la noche, cuando ya estábamos durmiendo bajo una lluvia torrencial al abrigo de la cabaña, escuchamos entre los redobles del chaparrón en el techo, la voz de Zeki, otro de los caminantes, turco, que llegaba desde Kusadasi para unirse a la travesía.

Nos levantamos un rato, en plena madrugada para compartir un mate con el recién llegado. Llovía abundantemente y, desde las ventanas, tratábamos de dilucidar el oscuro panorama meteorológico para el amanecer siguiente.

Amaneció ultra nublado, frío, húmedo, pero apostamos todo a la ilusión de largar la caminata. Nos cubrimos con los impermeables, cubrimos las mochilas, y zarpamos tras el típico desayuno con pepino, tomate, huevo y aceitunas.

Desde el arranque el camino no es de tierra sino que está baldosado. Empieza dirigiéndose hacia Montana, están los carteles a Montana, va por pavimento, baldosas grises y en el medio de la calle, rombos rojos. Hay marcas rojas y blancas y a veces, pircas. En general, en casi todos los casos de esta segunda edición en mi vida de la Ruta Lycia 2018, las marcas están mucho mejor que antaño. Sólo en contados casos se hace prácticamente imposible seguirlas. Y en muchos casos esto se debe al progreso, a la construcción de nuevas carreteras que destruyen el trazado del sendero Lycio, o a nuevas propiedades que urbanizan lo salvaje.

En este tramo, desde Ovacik a Faralya, ya no se interna en el hermoso bosque de pinos donde están las enormes piedras caídas durante el terremoto del 53. Ahora se marcha por un camino ancho de tierra, paralelo a ese bosque. Igual en este caso, el camino ancho de tierra no desmerece el paisaje porque se sigue respirando la resina fresca y el paisaje sigue imponiéndose al progreso. Kirme ha crecido. Hay muchas casas ahora donde antes había unas cuatro y nada más. Allí nos detuvimos un buen rato, empapados y con frío. Paramos en una casita, abajo de un techito que resistía a duras penas en un rincó al vendaval. Nos amuchamos en ese rincón pero al final tuvimos que cobijarnos en la parte cerrada de la casa, junto al fogón familiar, porque llovía de arriba para abajo y por los cuatros costados. Tomamos bastante café con leche caliente, 10 liras dos tazones grandes y cuando amainó un poco retomamos la marcha.

Toda la primera parte de este día es de ascenso, el Baba Dag, cubierto de nieve! Durante el mismo camino que nos llovió y granizó, caían pequeñas bolitas de nieve que se nos metían hasta por las orejas. Agua, además de la de la lluvia, está la de las cisternas y los pozos, en esta zona abunda y está en muy buen estado. Rica.

En Faralya, George house, como es baja temporada, no nos quiso recibir. Fue bastante mala onda. Hay pensiones nuevas. Nosotros encontramos el mejor lugar para acampar. Mejor que George House. Un balcón gratuito hacia el Valle de las Mariposas. Esta donde hay un mirador. Hay un cartel que indica el lugar, seyir tepesi. Allí hay un pastito muy acorde para acampar, confortable. Estaba húmedo, claro, con tanta lluvia! pero bueno… Enfrente hay unas casitas y de allí se puede sacar agua. Las canillas están afuera de las casas y las personas son amables y no tienen nada de problema. Al contrario.

 

Día 2: Faralya-Kabak

Experiencia mayo-junio 2011.-

Se me hizo rapidísima la ruta del día de hoy. Lo más denso fue la llegada, la bajada hasta la playa de Kabak.
Para empezar apoyé los pies en la tierras afuera de la carpa esperando que me doliera algo y no me duele nada, es más, en la vida normal, cuando me levanto y apoyo los pies, algo me duele y hoy, después de haber caminado ayer más de 7 horas con casi 15 kilos en la espalda, no me duele nada. Mejor. Joya. El desayuno en el camping George house de quien se llama Hasan, fue suculento, variado y muy rico; me serví dos veces yugurrr con miel, además un pan casero delicioso, mermelada también casera de fresas igual, riquísima, todo casero, la manteca, el queso, aceitunas, un espectáculo. Arranqué bien alimentada, contenta y optimista.
El camino que lleva de Faralya hacia Kabak, en un inicio no es claro. Justo pasó un hombre y le pregunté y él me señaló la entrada de un sendero sospechoso pero sin marca alguna. Lo tomé, y al cabo de unos metros empezaron a aparecer las señales. El sendero era nada más que eso, un sendero diminuto entre la arboleda preciosa, sendero que subía y subía y se iba tornando hacia la izquierda, de a ratos se veía el mar, la villa de Faralya con sus contadas casitas, y de a ratos el mar quedaba oculto entre el bosque y la ladera. Al cabo de un rato, no sé cuánto porque no llevo reloj, pero un rato, sería un poco más de una hora, encontré una cisterna con agua fresca y muy sabrosa y el camino se abrió en un descampado donde pastoreaban ovejas. Luego el camino se hizo ancho, como camino de tractor y después de andar por este camino ancho como otra hora más, subiendo un poco de vez en cuando, un nuevo senderito de mula, angosto y lleno de piedras empezó a bajar y a bajar.
Antes de esta bajada hubo un pequeño recorrido de escalada entre piedras grandes. Las señales marcaban las piedras más adecuadas y la dirección correcta para trepar. La mochila pesa, pero no me tiró pa’tras, porque yo estoy juertecita.
Bajando y bajando en dirección al mar, hay partes un poco enrevesadas entre pinchochas, de pinos, claro, y pinos. Y después se llega a Kabak. Ahí me senté porque como todos saben cuando yo me tengo que sentar, me siento, y estaba yo sentada cuando apareció una señora turca, muy simpática y nos saludamos y nos presentamos en turco y me invitó a su casa a tomarme un meyve suyu, que es un jugo de frutas. Allí conocí a su marido Mehmet. Querían que me quede a dormir en su casa. Pero les expliqué que venía al camping que está sobre la playa, a unos cinco minutos de la mera merita costa.
Acampé en el Sultan Camp. Averigüé en otros. Todos cuestan 30 liras y este es el que más me gustó. Incluye cena y desayuno, wifi y pileta pequeña, pero para qué, si ahí abajo está el MAR. Espero que el alimento sea nutritivo, como el de George House que todo estuvo de lujo.
Kabak sobre la playa es un lugar de cabañitas, casi no hay pueblo, el pueblo está arriba de la montaña, donde conocí a esta señora, Hauana, y a su esposo Mehmet, después, bajando a la playa, es un lugar de recogimiento. Todos los campings y cabañas tienen la onda natural, espiritual, yoga y meditación.
Lo más pesado del camino de hoy fue bajar desde el pueblo de arriba en Kabak, hasta la playa, quizás porque hacía calor, pero también porque los estableciemientos de abajo han pintado todas las piedras con las marcas rojas y blancas que identifican a la Ruta Lycia para que los clientes lleguen a sus alojamientos, y la verdad me jode, porque no sabía para dónde agarrar. Buscaba el Turan Camp porque lo había visto en internet, pero me quedé en el Sultan que no mencionan en el libro de Kate Clow, porque me resultó mejor y a igual precio. El dueño se llama Murat.
Nota descolorida, pasen y vean en el link de facebook el culo emparchado, aguante el bolsillo!

Actualización enero-febrero 2018.-

Y ahora sí, la ruta en este tramo y en general en todos ahora, esta super bien señalizada. Es un sendero claro, con marcas, y precioso. Tanto en el recorrido de ayer, de Ovacik a Faralya, como en este, y luego será en todos los demás, demoramos menos de lo previsto y menos de lo que pronostica el libro de Kate Clow, la iniciadora y eximia caminante de los senderos históricos de Turquía. Ayer, demoramos menos de 6 horas, bajo lluvia, granizo, nevizca y a pesar de haber parado una hora en Kirme esperando que el vendabal amaine, y hoy, en dos horas! estábamos en Kabak.

Primero pasamos por el pueblito, a visitar a Hauana y Mehmet, después de 7 años de haber estado allí compartiendo un meyve suyu en su terraza. Llevo las fotos impresas, para ellos y para todos aquellos que me acogieron en sus sencillos y cálidos espacios familiares años atrás. Cada vez es una emoción que renace una y otra vez al encontrarlos, reconocernos y abrazarnos. Hermosos momentos, más allá de los paisajes, el recorrido, caminar, la historia. Esta es otra historia. La historia de relacionarse, de encontrarse y reencontrarse. Y siempre pienso, de volver, me tira quizás más, volver a ellos o volver porque ellos están ahí.

Seguimos camino. El Baba Dag blanco en todo su esplendor nevado. Un colchón tupido de espuma en sus laderas. El aire fresco pero febo se impone cuando logra asomar con fuerza superando las alturas. Desayunamos en Misafir Evi. Muy recomendable. Qué buena gente! Qué buena mano para hacer y servir en una fuente bien presentada tantos manjares caseros. Mermeladas de todos los frutos imaginables o inimaginables, hasta de berenjenas! panes caseros, pasas y frutos secos, además de lo típico, pepino, tomate, huevos, en este caso revueltos, y aceitunas de variopintos colores y tamaños. Delicias! Salimos pipones y contentos. La noche había sido húmeda y fresca pero incomparable en ese balcón hacia el Valle de las Mariposas. Un lugar exclusivo, muy exclusivo, reservado a los caminantes, escaladores o parapentistas.

Para ir a Kabak primero subimos y subimos, luego trepamos por algunas rocas más empinadas y luego, tras pasar el pueblito de Kabak que está en la parte alta, bajamos a la zona de campings, junto a la playa. Todo estaba cerrado porque es fuera de temporada, pero dos cuidadores, Mehmet y Okan, maravillosos también, nos permitieron acampar en una parcela. Super! con mesas, nos habilitaron los baños, nos ofrecieron agua caliente, y armaron un fogón. A la noche nosotros hicimos nuestras humildes sopas y ellos compartieron toda su comida excelente. Arroz, huevos, ensaladas, pickles. Fogón y camobar.

El mar, espectacular. Turquesa. Cristalino. Estuvimos en la playa, desenmoheciendo la tempestad calada en los cuerpos el día anterior. Al sol. Kabak es una bahía estrecha pero profunda, protegida por dos penínsulas llenas de vegetación. La playa es de piedra. Tirarse allí por un buen rato, da gusto, no agobia, y no se vuelve monótono permanecer horas contemplando el mismo horizonte irreal y celeste. Hasta el atardecer. Muhtecim!

Día 3: Kabak-Alinca

 

Experiencia mayo-junio 2011.-

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Terrible caminata. Los paisajes espeluznantes, rodeada de montañas imponente, de bloques de rocas enormes que crecían como monstruos de la tierra, y entre ellas, sobre ellas, desde ellas, árboles, pinos.
No salí muy temprano de Kabak porque me quedé charlando con Murat que tiene una moto y quiere hacer un viaje en moto por América Latina, así que yo en mi salsa, me entusiasmé y él tomaba notas. También necesita a alguien que trabaje en el camping así que si alguien está interesado… el lugar es precioso y tiene buena onda. Salí calculo que a eso de las 10 de la mañana. La salida estuvo bien, Murat me indicó y bien. Primero se sigue el curso de un arroyito, después hay que cruzarlo, no me hizo falta sacarme las botas porque está angosto y playo y se puede atravesar por las piedras grandes. Después de cruzar el arroyo, el sendero siempre pequeñísimo, el día de hoy sube y no deja de subir casi nunca. Hay algunos metros llanos, sobre la montaña, pero desde el nivel del mar en que está la costa de Kabak se sube continuamente durante 3 kilómetros sin respiro y por camino escabroso. Este tercer día, para mí, fue el más cansador, pero acá estoy, en Alinca, adentro de la carpa que armé cerca de la casita de unos pobladores que me invitaron a comer.
Alinca es más chiquito de lo que imaginaba. Las casitas tienen su encanto, blancas y de techos de tejas con jardines de malvones y prados de manzanillas donde pastan rebaños de cientos de cabras.
Caminé un trecho con Leah, una chica francesa, ingeniera eólica, que trabaja en Estambul desde hace diez meses. Muy piola. Iba a paso más largo que yo pero cada tanto nos encontrábamos y estuvimos juntas al llegar a Alinca. Nos sentamos en la casa de Bayram Bay, que según el libro, internet y otras referencias, es el lugar indicado para alojarse. Leah siguió camino hacia Gey, y yo, hoy, hasta aquí. Bayram Bay no llegaba, pero vino un señor viejito, Ramazan, que me empezó a decir que todos YOK, que significa no hay, no están, no. El señor viejito agarró mis bártulos y empezó a caminar indicándome que en su ev (casa), yatak (cama), uyuyor (dormir). Menos mal que cazo más de una porque sino lo hubiera atacado con gas pimienta. No. Chiste. El hombre muy amable me guió a la casa que comparte con su hijo, su nuera Sadiqa, y sus dos nietos. Ellos me indicaron la zona donde podía armar la carpa. Primero me ofrecieron una esterilla para dormir pero les explique que yo tengo ev y yatak, VAR, que es hay o está, o tengo; y no YOK. Enseguida prepararon comida y agua caliente para el mate. Comida: yugurrr, aceitunas negras, tomate, huevos revueltos, buñuelos, pan casero. Me morfé casi todo! Menos todo el pan porque era mucho. Venía atrasado el tren de los montes Tauro.
Llegué molida. No me puedo bañar. No hay ducha. El baño es sencillo. Pero estoy bien, contenta, y disfrutando, a pesar de las eternas subidas de este tercer día, del paisaje que me rodea. De los olores a resina, del dseter baladía que prefiere Rashed en Jiftlik, aunque a mí no me gusta, me recuerda a Palestina, a ciertas familias que echan dseter en el té. Disfrutando de las mariposas, de las arañas que tejen tan diestramente esas telas enormes, del canto de los pájaros. Hoy las montañas fueron más impresionantes que otros días. Desde Alinca se ve el mar y el primero de la Yedi burun que son las Siete narices y son cabos de tierra en el mar.

Actualización enero-febrero 2018.-

El sendero tal como lo recordaba de 2011, eterna subida que ofrece vistas inmejorables.

Salimos de la parcela que generosamente noscedieron Mehmet y Okan. Se trata del camping Dionissus, cuya dueña, Kudret, por ser baja temporada, no estaba y mantiene cerrado. Allí estuvimos de maravillas. El pago fue a voluntad y dejamos 30 liras cada uno. Okan partió con nosotros en la mañana para guiarnos hasta el inicio del sendero. Tal cual, llegar al arroyo, cruzarlo -se cruza varias veces- y empezar a subir y subir. Del arroyito vamos reponiendo el agua en nuestras ánforas. Luego, por un buen trecho ya no hay agua. Pasamos Delikkaya, la enorme monumental roca con varios agujeros y uno especialmente al que debe su nombre, piedra con agujero. Antes de llegar a Alinca hay una fuente de agua.

Tardamos 3 horas en total en llegar a Alinca. El suelo es en parte de la tradicional piedra pero alterna con pinochas caídas, amables a nuestros pies. Alinca ahora cuenta con algunas construcciones más que antaño. Ya no existe la pensión de Bayran Bay pero hay familias que ofrecen alojamiento y buena comida. En principio nos parecía caro el precio. Pedían 80 liras por persona. Tiene habitaciones y baños con ducha caliente. Calefón eléctrico. Finalmente arreglamos para dormir en carpa y con desayuno y cena por 55 liras. La comida que nos dieron fue de calidad. Excelente. Rica. Elaborada y abundante.

Día 4: Alinca-Sidyma

Experiencia mayo-junio 2011.-

Un día espectacular. Aunque soy medio tortuga caminando, o medio mula por la carga un tanto pesada que llevo, vale la pena.
Estoy en Sidyma con una familia preciosa que salió a recibirme en cuando vieron a este burrito de carga trastabillando entre las piedras. Todo lo que me decían es VAR, VAR, VAR. Lugar para dormir, agua caliente, comida. No hay internet, pero este es un pueblito perdido en medio de la montaña, donde hay unas siete casas.
En este momento escribo este reporte sentada en la alfombra de la sala donde se supone que voy a dormir, una señora, Madina, charla con otra mayor que hila lana de oveja con un huso y se llama Eminah, tiene las manos y la cara tatuadas, como los beduinos, camina con un bastón y es hermosa pero no quiso que le saque fotos. El resto de la familia sí, sin problemas.
Comimos carne de oveja, vardan, pan casero, queso casero y me dieron agua para el mate y para la ducha caliente, no sé cómo, pero la ducha fue caliente y me vino riquísima después de la caminata.
El camino no fue tan complicado. Un poco temerario al principio porque era bajando por el barranco que cae al mar, entre piedras un poco sueltas y arbustos espinosos. La señalización se me perdía porque está deslucida. Casi todo el camino fue remarcado en 2009 pero esta parte, no. Lo que hacía era largar la mochila para no andar tanteando entre las piedras, buscar la marca, volver a buscar la mochila y así cada vez que me perdía, unas cuantas.
Después de dejar esa parte de descenso estrepitoso hacia la mar, sin llegar hasta la costa, encontré que el camino bordeaba toda la ladera de la montaña, viéndose ya la segunda de las narices de las Yedi burun, siete narices. El camino fue precioso, cuando no me encontraba rodeada de pinos con esa frescura y ese aroma que me place tanto, me encontraba entre olivos añejos y retorcidos, o debajo de un roble enorme al que llaman el roble sagrado. En una de esas encontré un fogón apagado y lo encendí para calentarme agua para unos mates ya que esta mañana salí muy temprano y sin desayunar. Me hice unos ricos mates y continué la caminata hasta el pueblo Bogaziçi. Se pasa por una vieja cisterna otomana y enseguida empiezan a verse campesinos trabajando dentro de sus campos.
Bogaziçi es un pueblo con dos negocios, unas diez casas y una mezquita. Una señora, Mezer, salió a recibirme con agua fresca y unas frutas amarillas de un árbol. Parecen frambuesas y se llaman tuts. También me ofreció buñuelitos recién hechos y quería que me quedara a dormir ahí pero mi intención era llegar hasta Sidyma así que le agradecí toda su amabilidad, me dio la dirección para que le envíe las fotos que nos sacamos, cargué la mochilota y seguí mi ruta.
Antes del sendero del Likya Yolu, para retomar, había una ruta de asfalto de 3 km. Encaré paso firme y sin titubear, algunos olivos bordeaban las banquinas, la sombra era escasa y sudaba la gota gorda. En eso, un hombre venía en un tractor, frenó y me hizo señas de que subiera. No lo pensé ni una vez. Revolée la mochila a un cajoncito de verduras que había atrás del tractor y me subí. Me llevó hasta donde se retoma el sendero para continuar la ruta.
Un sendero pequeño que va vadeando un arroyo que está seco hasta una cisterna, luego sube y sube más hasta una columna romana que es lo único que queda de una antigua fortificación romana. Se sigue subiendo. Y subiendo, por entre terrazas donde pastan cabras. Muchas veces que escuchaba ruido entre las plantas pensaba qué bueno, alguien para preguntarle si voy bien, pero enseguida me daba cuenta de que eran cabras. Una de ellas, bebita, empezó a caminar conmigo y la seguí porque pensé que me estaba señalando el camino, y sí, iba bien la pequeña cabrita pero me di cuenta que si la dejaba venir conmigo se iba a extraviar del resto del rebaño, así que la espanté para que volviera por donde venía.
Otra cosa loca que me pasó fue que después de subir un manantial, luego de rodear la ladera de la montaña y antes de Bogaziçi, llegué a un punto arriba del manantial donde hay un tanque y un camino de bulldozer medio derrumbado. No sabía por dónde agarrar y vi en el suelo unas piedras que formaban una flecha, seguí la flecha y alleluyah! Era el camino correcto. Genial.
Cada vez que encuentro la marca roja y blanca cuando ando medio perdida, suspiro diciendo “gracias”.
Luego de llegar a esta casa y con esta familia maravillosa, el hijo de la familia, Sefer, con dos primos, me llevaron hasta el ágora. El ágora data de tiempos lycios, allí se encontró una moneda lycia del siglo 2 antes de Cristo. Luego hay inscripciones griegas y tumbas romanas desde el reinado de Claudio en el 4 después de Cristo y bizantinas de entre el 138 y 161 después de Cristo.
Un capitel completo esta desparramado como una saliente entre las piedras, hay molduras deshechas por el piso y las tumbas, agujereadas y rotas, son usadas como escondite por los chicos del poblado para jugar. Hay restos también de los antiguos baños en una estructura interesante con arcadas que todavía se mantienen en pie. Muy interesante.
Para llegar al ágora caminamos entre campos de trigo dorado.
La gente es muy, muy amable. Estoy a gusto, contenta. No hay internet pero me siento como en casa. Esta noche no armo la carpa. Duermo en el living. Son gente muy linda. Ruji, el hombre de la casa tiene rebaño de cabras y ovejas.

Actualización mayo-junio 2018.-

Un día marcado por el reencuentro con aquellas personas con las que compartí mi jornada en el año 2011. En Bogazici, estuvimos con Mezer y su vecina. Mezer estaba tan emocionada del encuentro y de que yo llevara conmigo las fotos impresas. No querían que nos fuéramos sin beber té o comer algo. Querían darnos más y más. Tomamos unos mates en el patio de la casa de enfrente. Luego seguimos, y en Sidyma, cuando llegamos a la casa en la que había dormido en 2011, Songul bajó corriendo las escaleras gritando: -Maria! María!  Dice que cada vez que veía venir una mujer con mochila por el sendero, ella pensaba que era yo. Siete años después se cumplió el pronóstico y la promesa. Toda la familia apareció y la ronda de té no cabía en el patio. La hija, Merve, tiene ahora 21 años y está casada, y los niños, Sefer y Fatih, son hombres enormes! Ahora, si bien el internet es débil, llega, y tienen facebook!

Fue un día de intensa vivencia humana, emocionante, y un camino largo, ya que, esta vez, no nos quedamos en Sidyma sino que proseguimos a Bel.

La noche en Alinca había sido agitada. El viento sacudía mi carpa por los cuatros flanco. Yo había armado en un peñasco bastante expuesto, el resto de la troup armó en una plataforma de madera más protegida por las habitaciones de alquiler. Desayunamos muy bien. El hospedaje se llama Mazara Pansiyon. Mazara significa «vista, panorama» y el nombre le va, ya que desde esas alturas y desde el vértice voraz de ese risco, hay una vista espectacular de las montañas alrededor y, empinado abajo del acantilado, la costa y sus penínsulas.

El sendero está mucho mejor señalizado. Muy bien, porque era peligrosa la bajada con aquellas líneas diluidas. Ahora está bien marcado, bien visible por dónde y de dónde a dónde ir sorteando las piedras en bajada hacia la costa. Luego ha habido algún derrumbe, quizás debido a la construcción de una carretera, hay piedras volcadas y árboles quebrados dolorosamente. Más adelante pasamos por una casita solitaria, vistosa, pintada de verde, y varias cabañitas salteadas esporádicamente. Cerca de allí, la cisterna.

Hasta Sidyma el camino sube y sube. Primero pasamos por Bogazici donde también hay más casas que antes. Compartimos el rato con Mezer y la vecina, tomamos mates, y seguimos subiendo hacia Sidyma, pasando ese odioso tramo de asfalto donde esta vez no nos cargó ningún tractor.  Antes de llegar a la casita de Songul visitamos el ágora y las ruinas.

Llegamos a Bel cuando empezaba a llover ya neviscar. Mucho frío. En Bel nos alojamos en la casa «turuncu», naranja. La pansiyon de Fatma. Enseguida encendió la salamandra y nos ofreció una habitación grande, toda llena de mullidas alfombras, con vajilla, mesas, sillas, y camastros con colchón donde pudimos dormir con nuestras bolsas de dormir. El precio, con cena y desayuno, 40 liras.

También tiene habitaciones de alquiler y baño con agua caliente de calefón eléctrico.

Día 5: Sidyma-Gavuragili (2011)/Bel-Letoon (2018)

Experiencia mayo-junio 2011.-

Desayuné con Madinah, Ruji ya había salido con las cabras desde las 5 y media de la mañana y Songül con los dos hijos se había ido a tomar un transporte hacia Fethiye. Madinah me acompañó con el ternero, al que llevó a beber agua, hasta donde estaban las marcas de la ruta. Apenas comencé a caminar hay más restos de lo que fuera el ágora de Sidyma hace dos mil años. Estaba sacando fotos y una señora, vecina del lugar, me invitó a su casa a tomar té pero le expliqué que acababa de desayunar y quería comenzar el camino.
El camino va, en esta primera parte, vadeando un arroyo seco, o sea caminando por las piedras que antes conformaban el lecho, o bien por los costados. Sube. Sube un buen rato y luego deriva en pequeños senderos de montaña entre sombras de olivos o pinos que llevan hasta un punto en que hay que trepar por piedras desbarrancadas de la ladera hasta un camino ancho de tierra. Fue duro. La pendiente era muy empinada y resbaladiza y yo con mi mochila pesada. Mi ventaja es haber nacido laxa y de piernas fuertes, porque me permite llevar una pierna hacia adelante, cargar en ella todo el peso y levantarlo, y la otra pierna, muy estirada atrás hace contrapeso en alguna raíz o algún árbol. Así todo, laxa y piernas fuertes, trastabillé o el suelo me engañó y me fui para abajo unos metros. Respiré, tomé fuerzas y medio ladeando la pendiente, de côté, diríamos, llegué al camino. Este es un camino nuevo, ancho. Por él venía un don viejito muy simpático con su callado de pastor. Nos saludamos. La ruta continúa poco después por la ladera de enfrente donde se toma otro sendero de montaña entre el bosque que lleva a un nuevo camino ancho que termina en el pueblo de Bel.
Bel es un pueblo de unas diez casas, Sidyma eran cinco o seis. Ahora estoy Gavuraigli donde si bien hay unas cuatro o cinco casas, queda una sola familia viviendo, y acá estoy yo. Cuando me vieron llegar me gritaron Hos gelidininz! Bienvenida. Me ofrecieron pensión y comida. Acepté armar la carpa y me ofrecieron una plataforma de madera con suelo de plástico. Espero que no se vuele porque por supuesto no he clavado las estacas, pero Fatma, la señora, me dio hilo y con el peso de la mochila si esto volara sería un milagro. Estoy sobre la plataforma con la carpa montada y atada a un olivo.
Mucha gente sale al cruce del camino a ofrecer hospitalidad.
El camino que sigue de Bel a Belcegiz es también una especie de ruta de tierra. Iba caminando, la gota gorda, algunos olivos salteados en las banquinas daban respiro al solazo. En Belcegiz hay dos casas.
Esta parte transcurre en un pinar, es fácil perderse en ese bosque fresco. Es frondoso, oscuro, y es difícil seguir las marcas, pero como d’habitude, dejé la mochila y salí a buscar la marca. Luego del pinar el sendero baja hacia el mar y hacia otras dos de las siete narices, ya las últimas, porque al subir a Sidyma dejé de ver el mar ya que es montaña adentro.
Después del pinar, la ruta que baja hacia el mar, va por un camino angosto de piedras puntudas que se llama el camino militar. Llegando a una cisterna con agua muy sucia me encontré con una pareja de franceses que viene haciendo toda la ruta pero alrevés, comenzando desde Antalya. Charlamos un rato, a pico seco porque el agua estaba llena de larvas, y la lata oxidada, pero igual la enjuagamos y nos mojamos la cabeza, y luego cada cual su ruta.
Se sigue bajando al mar, hay varios desvíos, pero el paisaje lo vale, vale todo. Hay olivos añejos, pinares frondosos, alguna que otra parte con arbustos bajos y enebros y luego los campos sembrados llegando a Gavuragili.
Fueron 20 kilómetros! Ni yo me lo creo.
La comida cena con Fatma fue completísima y riquísima, verduras guisadas, ensaladas, verduras con yugur y postre. Agua para el mate y buena compañía. Naim y Fatma y ahora acaban de llegar un turco y dos alemanas que andan haciendo alguna parte de la ruta Lycia. El turco, Turgen se cayó pero le fue peor que a mí. Tiene el pie a la miseria y no sabemos si podrá continuar el camino.

Actualización enero-febrero 2018.-

Amaneció húmedo pero sin lluvia en Bel. Igual el cielo plomizo no era un buen pronóstico para caminar. Primero hasta el final del camino ancho, luego por un bosque de pinos, y luego bajar por las piedras de la costa. Antes del bosque de pinos, donde termina el camino ancho, hay que meterse un poco a la izquierda. Hay algunas construcciones semi abandonadas, precarias, corrales de animales, algunos plásticos. Las marcas están bien, y cuando el sendero se bifurca o es confuso, el sendero que no es, pone siempre una cruz roja. La bajada se hace más sencilla que antaño gracias a las marcas y a un zigzag bien delimitado y pisado por unas cuantas huellas. Es de piedra. Se pasa por la cisterna que sigue estando un poco sucia aunque creo que un poco mejor que antes, y luego de ir ya franqueando esa costa rocosa y escarpada, nos adentramos en un monte de olivos. Allí diluvió. Las copas de los árboles nos guarecían apenas, la lluvia era tupida y también cayó granizo. Corrimos un poco entre los chaparrones. Quedarse quieto bajo los árboles era inútil. Nos mojábamos más.

Con la carrera a la lluvia llegamos rapidísimo a Gavuragili. Hay un camino ancho llegando al caserío. Hay construcciones nuevas. Se ve un hotel o algo así, un edificio blanco, de varios pisos, pero todo cerrado y abandonado. En Gavuragili no había absolutamente nadie. Seguimos. Escampó y salió el sol. Pudimos caminar un poco secándonos mientras apreciábamos la belleza mediterránea de esa costa exclusiva. Poca gente llega a Gavutagili. Muchos ni siquiera lo conocen. A mí me fascina. El color del agua debajo del acantilado, en aquella playa estrecha, paradisíaca pero prácticamente inalcanzable. Hermosa.

Ahora, saliendo de Gavuragili, hay una ruta de asfalto. Por esta ruta y un poco más secos aunque aún bastante húmedos, seguimos hasta Pydnai. La fortaleza asoma extraviada en un pastizal, hundida en un pantano. Todo está inundado, incluso no pudimos acceder al restaurante cercano donde también hay pensión. El agua de la inundación nos daba arriba de las rodillas, por el culo. Los muellecitos de acceso, el puente, todo estaba bajo el agua.

Seguimos entonces por la carretera rumbo a Letoon. Llegamos a Karadere, una inundación pero de invernáculos. Nos acompañarán buena parte del recorrido lycio. Turquía enmicada. Plastificada de invernaderos. Es impresionante y horrible pero quizás necesario para el progreso y bien vivir de estas buenas gentes. Los invernaderos recortan la imagen idílica de la montaña y el mar. Quiebran. Le cortan un pedazo a la belleza y la emparchan con plástico. Se hace sentir el calor a pesar de ser invierno. Tanto plástico!

En Karadere volvió a llover con todo. Nos guarecimos en un hueco debajo de una garita. Amuchados. Llovía desde todos los wines. Todo aquí ya es asfalto y, por dicho asfalto, seguimos hacia Kumluova junto al sitio legendario de Letoon donde nacieron Apolo y Artemisa. Nos alojamos en el Apart Hotel Letoon. Muy bueno. Con todo los servicios de un hotel. Nos pudimos secar a pleno, calefacción, ducha caliente, desayuno. Todo por 60 liras.

Día 6: Gavurağılı-Xanthos y Patara (2011)/Letoon-Üzümlü (2018)

Experiencia mayo-junio 2011.-

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Este día las rutas son variadas. La modernidad no sólo ha llegado a San Pedro de los Aguados, sino que también se extiende por la antigua ruta Lycia.
Salí de Gavurağılı con rumbo a Pydnai. Pydnai es una antigua fortaleza que resguarda el cabo oeste de la amplia bahía de Patara. En Patara se encontraba el oráculo de invierno de Apolo, mientras que el de Delfos era el de verano. Se llega a al fortaleza por un camino de autos entoscado y de tierra.
Se debe entrar a la fortaleza y es difícil encontrar un punto donde lograr salir, significa que aún sigue cumpliendo en ese lugar su funciónde infranqueable. La fortaleza naval y militar de Pydaní está junto a la desembocadura del río Ölzen.
Para seguir camino, luego de lograr salir de la fortaleza, hay que cruzar la desembocadura del río por un puente colgante. Se llega muy cerca de la costa y se camina entre la arena, las dunas y algunos pinares hasta encontrar otra ruta moderna para autos.
Es caluroso andar en esta época por estos caminos modernos, asfaltados o terregales sin arboledas hasta las ruinas de Letoon.
Letoon es una serie de templos que honran la memoria de Leto, madre de Apolo y Artemisa, hijos de Zeus con esta amante repudiada. Leto, al ser abandonada por Zeus, salió a buscar un lugar seguro para dar a luz a sus gemelos y cerca de Letoon unos pastores quisieron atraparla y ella los convirtió en sapos.
En las ruinas se conserva un anfiteatro, varias columnas del templo de Artemisa, y restos de muros de los templos de Apollo y Leto. Esta construcción data de entre los siglos II y V antes de Cristo.
Luego de esta visita retomé la ruta, también moderna y calurosa que sale de Letoon hacia una ciudad de más de 10 casas que se llama Kumluova. Por allí pasa un dolmus (minibus) que me dejó en el cruce con otras ciudad de más de 10 casas que se llama Kinik. Desde Kinik caminé hacia las ruinas de Xanthos, antigua capital de Lycia.
Xanthos es mencionada por Homero en la Iliada; allí cuenta que los Lycios de Xanthos se unieron a los troyanos en su defensa contra los griegos en el 1200 antes de Cristo. Cuando los persas invadieron Xanthos en el año 545 antes de Cristo, estos lucharon y resistieron los embates hasta que al quedar completamente atrapados por los persas decidieron incendiar la ciudad, arrojar al fuego todas sus pertenencias, sus esclavos, sus hijos y sus mujeres y luego los pocos hombres que quedaban se enfrentaron a matar o morir cuerpo a curpo contra el enemigo. La ciudad fue refundada por ochenta familias que se encontraban fuera de Xanthos durante el ataque persa. En el año 42 antes de Cristo, Brutus quiso someter a Xanthos. Los Xanthienses consruyeron barricadas, se defendieron con fuego contra los invasores y los burlaron y vencieron en varias oportunidades hasta que finalmente las tropas de Brutus lograron traspasar los muros. Brutus estaba furioso ante la resistencia de los xanthienses y compensaría a cada uno de sus guerreros por cada xanthiense vivo que capturara. Solamente lograron obtener recompensa por 150 prisioneros, ya que los xanthienses volvieron a incendiar todas su pertenencias, sus esclavos, sus hijos y sus mujeres y se suicidaron.
Los restos más importantes y más bonitos de los monumentos arqueológicos de Letoon y Xanthos fueron sustraidos por exploradores ingleses, tales como el magnífico templo de las nereidas, están en exibición en los museos británicos. Sin embargo hay destacables trabajos que pueden apreciarse o intuirse, tales como la magnificencia del teatro, las imágenes esculpidas de nereidas con túnicas delgadas y sus cuerpos mitad mujer, mitad pájaro y la piedra rosetta escrita de manera bilingüe en griego y lycio.
En mi ruta Lycia de hoy, visité estos restos. El calor golpeaba y rebotaba contra el asfalto y en Xanthos no había lugar para dormir, ni pensión, ni camping.
Con el amigo turco que se rompió el pie, nos cruzamos varias veces en el día de hoy. Uno llegaba, el otro se iba. Finalmente nos encontramos en Xanthos, sin saber qué hacer, era temprano, y ahí no había lugar para quedarse. Así que decidimos partir. Justo otro chico turco que estaba trabajando se dirigía a Patara, donde se encuentra el oráculo de invierno de Apolo y que se encuentra sobre la playa. Es una de las próximas estaciones de la ruta Lycia y también el camino está atravesado por rutas pavimentadas modernas. Aceptamos viajar con el trabajador turco.
Como hacía mucho calor y habíamos caminado desde la mañana temprano desde Gavuragili, a 15 km de Xanthos, fuimos a la playa. Tras unos refrescantes baños de mar, retomé la ruta hacia las ruinas de Patara. Muy interesante y muy amplio.
El nombre deriva del hijo de Apolo y la ninfa Lycia. Ante el desastre ocurrido en Xanthos contra Brutus, la ciudad de Patara decidió abrir sus puertas y Roma la convirtió en su capital romana en Lycia.
Desde las ruinas de Patara caminé hasta la ciudad. Estoy en una pensión hermosa, Flower Pensiyon. Cuesta 35 liras con desayuno, tengo balcón e internet wifi. El agua de la ducha es un espectáculo. Cené acá y fue delicioso y abundante.
Mañana se retoma la ruta con la esperanza de que sean antiguos y frondosos caminos.

Actualización enero-febrero 2018.-

En verano fue una ruta muy calurosa y en invierno, también. Mucho asfalto. Mucho camino ancho y la creciente invasión del plástico invernadero. Turquía for export. Además de los invernáculos de tomates, pimientos, pepinos, berenjenas, se han multiplicado magistralmente las calles de pavimento, las carreteras y el tráfico. No da tanto gusto caminar algunas partes del sendero de hoy. Otras, sí, y mucho. Da gusto entrar en algunas villas y caseríos, compartir la sombra de una parra con la familia. Caminar sobre el acueducto antiguo.

Al salir del Apart Hotel fuimos a visitar las ruinas de Letoon. Es un lugar encantado por la magia: el nacimiento de Apolo y Artemisa. Leto, su madre, amante de Zeus. Artemisa y Apolo hijos de Zeus. En el tempolo de Apolo se conserva impecable una alfombra de mosaicos.

Desde Letoon a Xanthos es por pavimento y desde Xanthos otra vez, se sale por pavimento y en subida hasta Çavdir. En Çavdir hay que entrar en el cementerio, cruzarlo todo, y, al final, hay una marca un poco diluida que nos indica saltar hacia afuera por sobre la barda de piedra. No hay muchas marcas, no hay señalización. Debimos preguntar a los trabajadores que estaban cosechando aceitunas. Nos mandan para arriba, entre medio de un bosquecito. A veces aparece alguna pirca. Marcas salteadas, casi nada. Tenemos que encontrar el recorrido del acueducto y seguirlo. Caminamos sobre la cazuela pedregosa por el borde de la ladera. Entramos a Çavkoy y allí nos invitan con naranjas, pan casero, y un montón de pimientos! Volvemos a subir y retomar el acueducto, siempre bordeando la ladera de la montaña sobre nuestra izquierda.

Seguimos el manantial de Ipinar, vertiéndose generosamente y sin claudicar a través de un canal de 2000 años, luego debemos de cruzar caminando siempre sobre la línea del acueducto, por un puente. Un arco de piedras acomodadas ha veinte siglos y aún en pie y sosteniendo nuestro pasos a doscientos metros de altura. Es alucinante!!

Por todo este camino, le daremos la vuelta al manantial encajonado en un cañón y vertiéndose desde sospechosos boquetes en la roca. Por allí hay un prado donde se podría acampar. Nosotros seguimos y al finalizar el sendero volvemos a aparecer en otra carretera muy nueva y aún nos falta seguir caminando por ella hasta Üzümlü. Es un buen rato, se hace un poco largo, pero se llega.

En Üzümlü acampamos. El camping y pensión está sobre la ruta nueva y tiene un cartel de anuncio. Fue genial. Apenas llegamos dispusieron todo para nosotros. Fogón, té, comida. Todo casero.

El camping con desayuno cuesta 40 liras.