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Oporto (día 2)

Intensa caminata por las inagotables calles y puentes de Porto.

Salimos desde nuestro departamento en la Rua da Alegria y a pocos metros pasamos por el Teatro Helena Sá e Costa. Luego tomamos la Rua Santa Catarina, pasamos la Capela das Almas y cerca del Mecado do Bolhao nos compramos unos panes artesanales, tradicionales, riquísimos! de milhojas y con sabroso relleno de frutas, dulces, y cubiertos con escamas de almendras, delicias! y buen precio! A pocos metros, por esta calle peatonal, de frentes azulejados que obligan a detenerse a admirar a cada paso, hicimos un nuevo stop, en el famoso café Majestic, hermosa arquitectura, estilo art nouveau, vitrales y ornamentación. Subimos por la parte alta de la Fortaleza al Puente Luiz I y cruzamos a Vila Nova de Gaia donde se encuentran las antiguas y renombradas bodegas de Oporto. Caminamos por el malecón e hicimos nuestro pic-nic de mediodía con una vista privilegiada del Douro y las casitas de la otra margen más los continuos barcos haciendo sus paseos. Volvimos a cruzar por el Puente Luiz I, pero esta vez por la parte baja. Este puente es Patrimonio de la Humanidad y fue diseñado por un discípulo de Eiffel, construido en 1886.

Caminamos un buen rato más por Porto, fuimos a la Catedral, a la Igreja Santo Idelfonso, a San Francisco, entramos en la Santa Clara de increíbles retablos y plafonds barrocos dorados. Pasamos otra vez por San Bento, por el Mercado Ferreira Borges y por el Museu Igreja da Misericordia. Volvimos a la Torre dos Clerigos y cruzando un parque cerca de ella pasamos por la librería Lello & Irmao donde había una multitud esperando en la cola para entrar. Luego caminamos tranquilamente a casa.

Seguramente hemos visto y puede verse más de lo comentado en estos posts. Porto parece ser una ciudad repleta de rincones a descubrir, da para mucho y da gusto andar y perderse en sus callecitas, con sus frentes de mayólicas de todos los tiempos, viejos y tal como fueron hacen siglos, o renovados. Además, la gente, es amable, y en estos dos días, varias personas se han acercado a hablar con nosotros y hacernos comentarios aún cuando no les hemos preguntado nada. Se ve que les da gusto, quieren platicar.

Oporto (día 1)

Llegamos a Oporto o Porto, directo desde Bilbao en el Flixbus. Hay pasajes desde 10 euros si se saca con bastante antelación. El nuestro lo conseguimos a 14.99. El Flixbus sale de San Mamés, a medianoche, y es un autobús cómodo aunque no demasiado espacioso, pero los asientos son confortables, tiene wi-fi libre y que funciona bien, baño, enchufe y los conductores son amables. Se compra por internet y basta tener el código QR para subirse. Viajamos durante la noche, en la mañana, temprano, amanecimos en el Garagem Atlantico de Porto.

Desde el Garagem Atlantico iniciamos nuestro paseo. Caminamos por Praça da Batalha y Avenida da Libertade, enseguida nos atrae la mirada los frentes azulejados, típicos de Portugal. Mayólicas con distintos motivos de arabescos, flores, pájaros, barcos. A nuestro paso se interpone, omnipresente, la Torre dos Clérigos desafiando la gravedad. Construida en 1745 sobre una de las colinas más altas del centro. Es de estilo barroco y tiene 76 metros de altura que se pueden subir por 225 escalones; frente a ella la rua das Carmelitas donde se encuentra la famosa librería Lello & irmao, con su fachada inspirada en arcos ojivales y una llamativa ornamentación interior que incluye un puente. Pasamos por la catedral, Sé, románica y austera, se impone más como una fortificación que como un claustro de espiritualidad, sólo la ornamentación de una roseta, le da un aire de iluminación. Descansamos un poco con un mate mañanero en el Parque Cordoaria. Muy cerca de allí vimos la estación de Sao Bento, con escenas históricas pintadas en azulejos y construida sobre un antiguo convento. Seguimos caminando hacia la Praça Mouzinho de Albuquerque en la que destaca una torre alta en cuya cúspide un león atrapa a un águila, por una de sus diagonales llegamos a Casa da Musica y a pocos metros al Concierge Porto que es una especia de inmobiliaria turística a la que habíamos accedido por internet (booking, airbnb) para alquilar un apartamento por 15 euros por días por persona. En la oficina del Concierge Porto pudimos ir al baño, cargar agua, dejar nuestra mochilas. El personal fue muy amable y solícito a informar de todo lo necesario.

Seguimos paseando sin las mochilas, pasamos por el Jardín Botánico y luego bajamos al Douro, el río, cerca de su salida al mar. Muy buenas vistas de ambas márgenes. Caminamos por la costa del río, en dirección al centro, subiendo por la Alfandenga amurallada e hicimos nuestros pic-nic de almuerzo.

Por la tarde recogimos las mochilas y las llaves del departamento. Se encuentra en la Rua de Alegria, en el barrio Bonfin. Se puede manejar en Metro pero caminamos para conocer mejor la ciudad. Es una linda ciudad y hay bastante para ver por todos lados.

El departamento está bien, limpio y cómodo con una habitación con cama de dos plazas y un sofá cama extra y una sala comedor con otro sofá cama de dos plazas. Hay cocina equipada con todo, baño igual equipado, sábanas, toallas, artículos de limpieza y nos dejan de regalo una botella de vino local de regalo. En el barrio hay varios supermercados con excelentes precios para abastecer el refrigerador y aprovechar el menage de cocina.

 

 

Islas Griegas bajo presupuesto

 

Cada isla griega tiene su propia idiosincrasia. Si bien guardamos en la memoria o el deseo la idílica imagen de mar y laderas con casas de paredes blancas y ventanas azules, cuando recorremos las islas griegas, si lo hacemos desentrañando su verdadera esencia, descubriremos que todas son diferentes, que las ventanas de Mykonos conjugan verde y bordeau, que los frentes de Naxos tienen más piedra que los de Paros, también los de Syros, que en Tinos las ventanas suelen ser celestes o lilas, y que no todas las islas se embalsaman en los tonos pastel porque en Samos, cuna de Pitágoras, y también de Hera esposa de Zeus, suelen refulgir los marcos marcos naranjas, amarillos, contorneando un mar más verde que el de Lesvos.

Se puede viajar libremente por las islas griegas con bajo presupuesto a través de una gigantesca red de ferries que surcan los archipiélagos día a día deteniéndose en puertos que quizás no habíamos planificado, que no sabíamos que existían pero donde el barco hace una escala y tal vez, algo, nos convoca. Seguir el impulso.

Es difícil planificar un itinerario rígido si uno quiere aprovechar el tiempo y el dinero, salvo que veamos con antelación los horarios de ferries. Se pueden consultar en páginas como blue ferries, go ferry… ver allí los schedules, aunque no siempre son exactos y según las temporadas hay más o menos frecuencia de embarcaciones saliendo de un lugar a otro.

La primera vez que recorrí islas griegas lo hice saliendo desde Turquía. Había estado trabajando en una terraza de hotel en Kusadasi desde donde cada atardecer deliraba qué islas, qué costas, qué pueblos, me esperarían navegando a través de esas aguas del Egeo. A menos de dos horas de Kusadasi, Turquía, está la isla de Samos. El ferry que hace el trayecto es un poco más caro porque se trata de un enlace internacional, pero nada del otro mundo, un viaje factible, debe rondar los 40 euros y es, si mal no recuerdo, el más caro que he hecho, los demás, entre isla e isla, irán de a 15 a 25 o 30 euros si nos desplazamos a otro archipiélago un poco más lejos.

En Samos hay muchas posibilidades, muchas cosas por hacer y para ver: el sitio mismo donde nació Pitágoras, la columna del templo de Hera en el Ireon que supo ser más grande que el mismísimo Partenón. Es una isla amplia con vestigios de un pasado intenso. El mismo panorama vamos a ir encontrando en las demás islas a las que vayamos; por ejemplo, Syros, si acampamos en Galissas, luego tenemos que visitar la ciudad principal, Ermoupolis, llamada así en honor a Hermes y también ir a caminar por empinado pueblo de Ano Syros, desde el Vrodado. En Naxos, además de la ciudad principal, podemos hacer trekking ya que posee una red de senderos. Naxos es la isla donde Teseo dejó a Ariadna después de que Ariadna le diera el hilo largo largo para guiarlo en la salida del laberinto. En Naxos, Ariadna hizo buenas migas con Dionisos. Dicen que no hay mejor vino que el vino de Naxos para un corazón destrozado. En Paros, la ciudad principal es Parikia, el camping está en la playa Kolymbithres pero hay un pueblito llamado Naoussa y otro llamado Levkes, bellísimos los dos, y a los que se puede llegar en el bus local. También iremos a Anthiparos, la antítesis de Paros, pequeña y tranquila, sin movimiento de turistas, separada de Paros por un estrecho de mar. El colectivo nos lleva hasta un lugar que se llama Punta y de ahí, un barquito. Y otro día, otro ferry, hasta la legendaria Santorini, la isla del jet-set al alcance de nuestro bolsillo. Hay un camping de lujo que cuesta 9 euros y buses para recorrer toda la isla. Es alucinante la llegada en barco a Santorini, desembarcamos en una garganta gigante y negra de escoria volcánica. Santorini es lo que queda de una isla que fue mucho más grande varios milenios antes de Cristo, destruida por una catastrófica erupción durante la cual, al parecer según coincidencias con los textos de Platón, desapareció la Atlántida.

Todas las islas tienen varios puertos y pueblos consecuentes donde podemos elegir quedarnos. Hice el viaje con una tienda de campaña y en la mayoría de las islas hay campings accesibles de unos 5 euros, y que tienen de todo en sus instalaciones. Ubicados siempre cerca de las playas, accesibles a los pueblos y sus callecitas, con piscina de natación, taquillas, internet, buenas duchas, y algunos también con almacén, restaurante, o salón comedor para cocinar. No falta nada.

Para llegar a los campings desde los puertos, suele haber allí, apenas desembarcamos, personas con carteles invitando a alojarnos en su camping. Ellos van a esperar las llegadas de los barcos con su cartelito y luego te montan con mochila y todo en una furgoneta y te llevan al camping. Servicio de taxi gratuito. Son siempre muy amables y los campings están todos bien, así que arriesgarse con confianza. Se puede hacer una pesquisa previa por internet pero de no ser esto posible, igual, correr el riesgo sin problemas, que fluya, fluirá bien seguramente.

Una vez acampados podemos recorrer las islas en los transportes colectivos, los buses que salen desde terminales rudimentarias, paradas frente a un bar o en una sencilla explanada. El transporte colectivo de las islas no es muy frecuente, no hay muchos buses durante todo el día hacia todos los pueblos, pero se puede averiguar y planificar. Son buses sencillos, urbanos, muy baratos. También en todas las islas alquilan ciclomotores y bicicletas.

No se puede mantener un recorrido rígido pensado de antemano porque estaremos un poco a merced de las salidas programadas de ferries. Por ejemplo, la primera vez, yo quería ir a Naxos, Paros, y seguir el periplo desde Mykonos hacia Delos, sin embargo, el ferry que por sus días de salida me convenía para aprovechar mejor mi tiempo, salía a Syros, así que barajé otra secuencia de combinaciones e hice de Samos a Syros, luego Tinos, desde Tinos fui y volví en el día para visitar Delos, y luego Naxos, Paros y Antiparos y Santorini.

En otra oportunidad me tocó ir a Lesvos, también desde Samos y por una cuestión de “schedule” y de aprovechar mis días de viaje.

Antes de viajar a las islas griegas está bueno mirar un poco el mapa de los mares. Son infinitas. Es importante tener una idea de los archipiélagos, de su ubicación aproximada de sus características principales, de qué pasó por allí en una eternidad de historia como la que posee la cultura griega, qué ver por allí además de disfrutar de sus playas paradisíacas y de su cultura cálida y acogedora.

Video con imágenes de las islas

Y como no puede ser de otra manera, desde mi experiencia, recomiendo aprender algo de griego, mínimamente necesario poder leer en alfabeto griego. Se puede aprender y aquellos que lo deseen antes de viajar, pueden contactarme y puedo darle algunas clases breves pero muy útiles a través de internet, verán que al fin y al cabo, todos hablamos sin saber, más griego del que creíamos.

También los que hayan leído hasta aquí, pueden consultarme las dudas que tengan y en las que yo pueda servir de guía, sin problemas. Amo viajar por Grecia y las Islas Griegas, siempre anhelo y estoy dispuesta a regresar.

No se queden con las ganas. Sólo hay que llegar a un punto cercano, puede ser desde Turquía, ya que son muchísimas las ciudades turcas del Mediterráneo o el Egeo, que conectan con Islas Griegas, puede ser desde Atenas, desde el Puerto de Piraeus, todos los días hay varios ferries a todas partes, puede ser desde Thessaloniki, y hay más posibilidades.

No se queden con las ganas, reitero, de vivir la experiencia de conocer y disfrutar a full Grecia y las Islas, todos deberíamos hacerlo, vale mucha la pena, y se puede.

 

 

Buelta bat! Una vuelta por el País Vasco

El País y el Pueblo Vasco se destacan por muchas cosas que lo convierten en un País y un Pueblo digno de ser visitado. No sólo por sus paisajes tan rocosos como eternamente  verdes, un contraste y una armonía que superan la curiosidad de cualquier viajero, sino por su historia, cuyos orígenes se remontan a un pasado tan antiguo que la mayoría de los estudiosos se rinden ante la evidencia de que, ir más allá en el tiempo, resulta imposible; lo mismo ocurre con su idioma, raro, diferente a todo, con extrañas similitudes a las lenguas caucásicas. Un pueblo de montaraces y marinos, entre la montaña con sus laderas bucólicas de caseríos de piedra y ovejas, y el mar con los pescadores y las traineras. Hay misterios en este pueblo y en esta tierra y, a pesar de haber vivido aquí dos años ya, siento que me falta tanto por descubrir!

Esta vuelta los invito a eso, a una vuelta. Una vuelta para que aprovechen los que llegan con poco tiempo, los que pasan de paso, porque ya que andaban por Francia o España… En esta vuelta que pueden darse en una semana o diez días, propongo cinco excursiones con las que pueden armar un itinerario variado para que, no sólo se lleven un poco de esta tierra tan generosa y buena como auténtica, sino para que no puedan resistir el deseo de volver. Vamos entonces a un paseo adictivo y subliminal por Euskal Herria, ongi etorri, bienvenidos!

Arrancamos desde Bilbao. A Bilbao se puede llegar en avión, el aeropuerto es pequeño pero muy cómodo. Está a unos 10 kilómetros de la ciudad. Hay autobuses de la empresa Bizkaibus, que, desde las 5.15 hasta las 22 hs. cada 15 minutos hacen el trayecto entre el aeropuerto y el centro de la ciudad. El precio del bus varía dependiendo si ya se tiene la tarjeta barik o no, entre 1.45 a 3 euros. La tarjeta barik es una tarjeta plástica, de transporte, que puede adquirirse en las estaciones de metro o en los estancos de Tabacos. La barik sirve para viajar en el Euskotren por todo el País Vasco,  para los buses y metros de Bizkaia, para el transbordador del Puente de Bizkaia, para el funicular de Artxanda, para el tranvía y para Renfe local. Es recomendable ya que, con la barik, los boletos cuestan la mitad, y la barik sólo cuesta 3 euros y pueden utilizarla, a una misma tarjeta, 10 personas!

Hacemos base en Bilbao porque yo vivo aquí y es un buen punto para iniciar los siguientes recorridos, para mí, Bilbao, o Bilbo, es el corazón del País Vasco. La ciudad es linda en sí, y sus alrededores también. Da para mucho, para lo urbano y para lo natural. Si uno se hospeda en Bilbo, es fácil trasladarse en metro o tren o bus para aquí o para allá, no es una ciudad que apabulle, sino que es más bien tranquila, y está repleta de parques y bancas y malecones para caminar por ambas márgenes de la ría, el Nervión, y senderos balizados para, en menos de media hora, desaparecer de la ciudad y estar en el monte. En el País Vasco, cuando hablan en castellano, le dicen «el monte» a «la montaña», en euskera, «mendia».

Hay bastante para recorrer en la ciudad de Bilbao y sus alrededores. La Oficina de Turismo está a pocas cuadras de donde termina el Bizkaibus que nos deja del aeropuerto en Playa Moyua. Allí en Turismo Bulegoa, nos podemos hacer con un mapa de la ciudad y folletería e información de lo que hay y está pasando durante nuestra visita. Bilbo es cultural, hay museos, teatros, centros culturales, eventos, fiestas populares.

En esta vuelta que apenas empieza, recomiendo dedicar dos o tres días a Bilbao. Podríamos considerar el primer día, enseguida de nuestra llegada, y otro, y también los ratos libres entre que vamos y volvemos de las visitas a otros pueblos o regiones.

  • Excursión 1 – 2 a 3 días

-Zumaia o Deba-yacimiento geológico del flysch

-Donostia

-Irún-Hendaye (noche)

-Donibane Lohizune (San Jean de Luz)

-Sare-Zugarramurdi-Ainhoa-Urdax (Pottoka bidea-ruta de las potokas)

-Elizondo-Iruñea (Pamplona)

Antes de arrancar de Bilbao tenemos que decidir si haremos el circuito a pie o en bicicleta. Ambas opciones son posibles. Con mochila o con alforjas y bici, tomamos el Euskotren, utilizando la barik, en dirección Donostia. Este tren se puede tomar en la estación Zazpikaleak-Casco Viejo, como lo indica su nombre, en pleno Casco Viejo de Bilbao. Pueden consultarse previamente lo horarios en https://www.euskotren.eus/en normalmente hay cada hora, pasando por Zazpikaleak-Casco Viejo a las y ’58. El tren es más lento que un Bizkaibus, pero es agradable y cómodo y podemos llevar la bicicleta sin problemas. En poco más de hora  media -hora y 45-  estaremos llegando a Deba.

Podemos bajar en Deba para visitar esta ciudad, estación del Camino de Santiago, y ver el flysch partiendo desde aquí. Desde Deba, además de la excursión propuesta, se podría optar por otros caminos, distintos, hacer otras cosas. Por ejemplo, seguir las marcas del Camino de Santiago hasta Markina Xemein, o en dirección opuesta hacia Zumaia, desviándonos de Santiago para acercarnos de cabeza al acantilado del flysch. Pero si camináramos de Deba a Zumaia para ver el flysch nos demandaría casi toda la jornada, así que en esta vuelta, el consejo de quien escribe es seguir hasta Zumaia que está a los pies de dicho acantilado. Si vamos en bici y decidimos bajar en Deba, tomaríamos la carretera que viene de Mutriku, y, por esta carretera, seguir a Zumaia, y pasar de largo directo a Donostia. O regresar en reversa hacia Ondarroa y Lekeitio.

En nuestro caso nos conformamos con ver Deba desde la ventanilla del Euskotren, seguimos hasta dos paradas más, a Zumaia. Otra opción sería bajarnos, pasear una hora por Deba, y tomar el siguiente tren.

Desde la estación de Zumaia buscamos la dirección a la ermita de San Telmo. Pasaremos por la Oficina de Turismo donde podemos pedir más información si hace falta. Cruzaremos algunas calles típicas del pueblo, en subida, dejaremos la gran iglesia de Zumaia atrás. Hay señalización hasta la ermita y, después, hay varios senderos que bordean el flysch e incluso hay sogas para descender por el acantilado hasta el costillar de la tierra. Importante antes de salir revisar horarios de marea. Es imprescindible para disfrutar el flysch, calcular el tiempo de viaje y estar allí durante la marea baja, sino las olas del mar serán telón de cierre del espectáculo geológico.

Un flysch es una formación geológica de capas alternadas de sedimento de distintos tipos de roca. Este flysch que visitamos es el más relevante del planeta, al verlos estaremos mirando una fotografía de la historia de la corteza terrestre, nos remontaremos al cretácico superior, hace cien millones de años, o al periodo terciario, sesenta y cinco millones de años. Son miles y miles de hojas de rocas de distinto tipo y dureza de sedimentación. Un gráfico tridimensional, tangible, y en vivo y en directo del implacable tiempo.

Volvemos a la estación de Zumaia, entre venida e ida podemos aprovechar y echar un vistazo a este simpático pueblo. Tomamos el tren y seguimos a Donostia, es poco más de media hora más.

Si viajamos en bici podemos hacer el trayecto pedaleando, aunque creo que es mejor guardar energías para después.

En Donostia, desde la estación Amara de Euskotren, podemos caminar en dirección a la costa, perdernos en zigzag por las callejas del Casco Antiguo y por supuesto bordear la emblemática playa de la Concha, o si hace calor darnos un chapuzón en esta playa privilegiada. Hay una costanera por la que da gusto caminar, amplia y luminosa, y luego tenemos la ría por cuyas márgenes también da gusto caminar. Donostia es señorial, las casas son antiguas mansiones de balcones con mucho peso ornamental.

Junto a un tradicional puente de columnas anchas esculpidas, sobre la estación de autobuses que está en un subsuelo, y frente a la de tren Renfe, está la Oficina de Turismo por cualquier necesidad.

En Donostia hay bidegorri, llámase así a las ciclovías o bicisendas. En la Oficina de Turismo están los mapas. Aún no se terminan algunos tramos y es un poco confuso, pero en bicicleta y en buena parte por bidegorri, se puede salir de Donostia hacia Hondarribia. Cuando hicimos este tramo en bicicleta tuvimos que agarrar parte de carretera, es muy transitada y hay que ir con cuidado. Si vamos de a pie, después de darle una merecida vuelta a esta ciudad de alcurnia, nos podemos tomar un autobús a pocos metros de la oficina de turismo, es el autobús que va al aeropuerto de Donostia y este nos dejará en Hondarribia. Para este bus ya no nos vale la barik, pero sí nos seguirá valiendo si tomamos Euskotren.

Al llegar a Hondarribia, el autobús tiene varias paradas sobre la carretera principal, la segunda es una buena opción. Podemos acceder a esta ciudad con encanto por escaleras o por un ascensor que veremos frente a nosotros.

Hondarribia es la ciudad pintoresca por excelencia. Es preciosa, tiene esa plaza con las casas pintadas de colores infantiles, verdes, rojas y celestes azules y amarillas, con sus balcones blancos y sus bares de historieta. Tiene una parte medieval de las mejores conservadas en toda la península ibérica. Da gusto. Hondarribia es un buen lugar para pasar un rato, tomar unos mates, sentarse en un portal o en un bar en el medio de la plaza, o ir hacia la costa, enfrente se ve Hendaye. Hay un par de barquitos que cruzan todo el tiempo la bahía, salvo que haya temporal. De no funcionar los barquitos se puede tomar el bus a Irún y luego quedarnos a dormir en Irún que suele ser más barato, o ir a Hendaye con el Topo, de Euskotren, y también con la barik.

En el barquito y en el Topo, podemos subir las bicicletas.

A esta altura del recorrido de esta primera propuesta de excursión, ya va siendo hora de buscar donde hacer noche. Podemos probar en Hendaya. Allí hay varios campings y hospedajes. La mayoría de los campings sólo funcionan en veranos. Frente a la estación de Hendaya hay un par de hoteles. Un poco más arriba, hacia el centro de la ciudad, hay otro. El centro de la ciudad  esta a 5 minutos andando de la estación. La costa y el viejo casino, y la zona turística, está un poco más adentro, a unos 3 o 4 kilómetros.

Para hacer noche, cuando hicimos esta excursión de a pie, con tren y bus, encontramos «Alquilo habitación Hendaye».  Así la pueden encontrar en booking.com. La dirección de la casa es: 1, Rue du Général Michel Fourquet. Una maravilla. Montse, una mujer española, muy buena onda, nos fue a buscar a la estación y nos llevó a su cálida y confortable casa en un barrio muy tranquilo de Hendaya. Cerca de su casa teníamos la parada del Hegobus para seguir al día siguiente hacia Donibane Lohizune.

En Hendaye también hay bidegorri y en la Oficina de Turismo que se encuentra frente a la Gran Playa, tienen los mapas. El bidegorri de Hendaye es excelente y siguiendo su curso podemos llegar a Urrugne donde hay un camping que funciona todo el año o seguir por Ascain hacia Sare, pasando por la entrada del Petit Train de La Rhune y el Collado de Saint Ignace. La ruta tiene el desnivel normal de una ruta por el Pirineo, pero se puede hacer tranquilamente y el paisaje es fenomenal.

Cuando hicimos este recorrido en bicicleta, luego de pasar el Collado de Saint Ignace y la entrada a Sare, nos dirigimos a un camping, hay varios de ellos. Las instalaciones son muy completas, y el servicio y la cordialidad también. En los camping proveen de la información necesaria para recorrer ya sea a pie por los senderos o en bici por los caminos, el trek de las pottokas, pottoka bidea. El sendero está balizado con el logo de una pottoka color azul.

Una pottoka es un equino bajo y rechoncho típico de la región, Habitan aquí, sin cambios, salvajes y en libertad, desde el paleolítico.

El sendero de las pottokas o pottoka bidea transcurre por los pueblos de Sare, Zugarramurdi, Ainhoa, Urdax. Son pueblos envueltos en un halo de misterio. Pueblos con historias secretas de brujas, akelarres, hechizos, personajes actuales de leyendas que antaño cohabitaron los hogares o grutas con humanos y animales. En los huecos de las montañas, en lo umbrío de los bosques, en el susurro del viento y el arrullo del agua se siente latir la existencia de seres mágicos y únicos, tan exclusivos de lo vasco como de ninguna otra cultura terrena.

Es buena idea iniciar el sendero en Sare. Para llegar a Sare si vamos en bici, como ya se menciona antes por el bidegorri de Hendaye, Urrugne, Ascain, Collado de Saint Ignace, Sare. Si hubiéramos ido sin bici, a pie, y quisiéramos dormir en Hendaye, entonces tomaríamos el Hegobus número 5 hacia Donibane Lohizune, Saint Jean de Luz y desde allí el Hegobus que sale a Sare. Aquí pueden verse las líneas y servicios de Hegobus  https://hegobus.fr/fr/

Hacerlo todo en un solo día a pie es un reto agitado. En bicicleta se puede hacer, aunque no por los senderos del bosque sino por las pequeñas carreteras que circundan el lugar y que no so muy transitadas. Por los senderos de trek suelen encontrarse refugios abiertos, libres, o lugares ideales para acampar donde podría pasarse la noche, hay arroyos y fuentes de agua. También se puede hacer un día. El kilometraje es el siguiente:

Sare-Zugarramurdi: 13

Zugarramurdi-Urdax: 5

Urdax-Ainhoa: 6.5

Ainhoa-Sare: 10.5

Total: 35 km aproximadamente con alguna diferencia si vamos por el sendero o por los caminos vecinales. Es muy hermoso y se puede hacer noche en alguno de los pueblos, acampar, o terminar en Ainhoa sin cerrar el círculo pero visitando todos lo poblados que son imperdibles y, si terminamos en Ainhoa suman en total 25 km y es perfectamente asequible.

Una vez cumplido y disfrutado el Pottoka bidea que nos sumergirá de cuajo en la esencia del pueblo vasco, al punto tal que encuéntrese uno del lado políticamente francés o español, nunca se sentirá en otro país que no sea el Vasco, se respira, se escucha, e incluso me ha pasado -y hay testigos- de que, al dirigirme a pobladores en francés en lo que suponía era Aquitania, me han dicho con gestos y noes y señales que sólo hablaban vasco. Me sorprendió y al mismo tiempo me resultó genial!

Desde aquí, podemos optar por regresar a Donibane Lohizune desde donde con seguridad podemos tomar el tren a Hendaye y desde Hendaye con el Topo y el Euskotren, regresar a nuestra ciudad de base, el corazón Bilbao. Podemos hacer esto en bici ya que podemos subir la bici al tren. Sare-Donibane Lohizune, en bici, se puede hacer en sólo un par de horas o menos aún. Otra opción y es la que adoptamos cuando lo hicimos a pie, fue hacer dedo hacia Elizondo.

Elizondo está en el Valle del Baztán. La ciudad es preciosa y la región bella, entre montañas que empiezan a a querer imponerse. Como casi todos estos pueblos y ciudades, Elizondo está cruzada por un río, en este caso caudaloso.

No es complicado llegar a Elizondo a dedo desde la ruta que pasa por Urdax y Otsondo. Sobre esta ruta hay «bentas» comercios y dicen que cuando cierran entre las 17 y las 19, la mayoría van para Elizondo y se les puede hacer dedo. A nosotros nos llevaron antes de que cerraran las bentas. Un paseíto por Elizondo vale la pena y, además, desde allí, hay buses hacia Donostia o Iruñea para poder regresar a Bilbo.

Los buses desde Elizondo, de la compañía la Bastaneza, salen desde un garage que está en el centro de la ciudad. Los horarios están pegados junto al portón del garage. Aquí pueden consultarse http://www.labaztanesa.com/ Al lado del garage hay un barcito y a 100 o 200 metros una chocolatería con buena fama.

Si vamos a Iruñea (Pamplona), tenemos la oportunidad de conocer esta gran ciudad, la capital legítima de Euskal Herria.

Y desde Iruña no será difícil encontrar un bus para volver a Bilbo, aquí algunos horarios http://laburundesa.com/ mientras hacemos tiempo hasta que salga el próximo, recorremos un poco la ciudad luminosa, de enormes fuentes y plazas y balcones.

De regreso en Bilbo nos tomamos un respiro, hacemos una pausa, reponemos vituallas y energías, y armamos nuevamente las alforjas o la mochila para la próxima excursión.

  • Excursión 2 – 1 día

-Bakio

-San Juan de Gastelugatxe

-Bermeo

-Gernika

Para esta excursión si vamos en bici es conveniente salir otra vez en el Euskotren, en este caso desde la estación de Atxuri, cerca de Bilbao la Vieja, de paso conocemos otro barrio de Bilbao, no está lejos del Casco Viejo y si no queremos caminar podemos llegar cómodamente hasta Atxuri en el tranvía. Tanto para el tranvía como para el tren, usamos la barik.

Los horarios de trenes hacia Gernika, Bermeo, están en https://www.euskotren.eus/en ; normalmente hay cada media hora. Con la bici haríamos el circuito al revés que de a pie, y no iríamos a Bakio, que de todas maneras es solamente un enclave de playa, eso sí, con un mar frecuentemente turquesa.

Con la bici entonces nos tomamos el tren y vamos Gernika. En Gernika ciudad cuya historia cobró fama mundial por la tragedia del bombardeo fascista de hace 80 años, casi toda la construcción tiene la misma edad que el bombardeo ya que fue prácticamente destruida la ciudad completa. No hay tanto en sí para visitar, pero es de rigor por su significado. Allí esta el tronco del árbol donde se reunían a debatir el futuro del pueblo vasco. El árbol sobrevivió al bombardeo como una señal  de que no habrían podido jamás matar la palabra y el derecho a elegir de este pueblo. A pesar de las toneladas de bombas que cayeron sobre él, tantas, que desde Mundaka y Bermeo, a la orilla del mar, la gente se alejaba en barcas de la costa porque viendo el humo de Gernika que está a 15 kilómetros de distancia, no dudaban de que eso era el apocalípsis.

El viejo roble fue envejeciendo pero retoños de él germinaron, brotaron y se agigantaron no sólo en Gernika, los hay por el mundo entero.

Es obligatorio pasar por Gernika y reverenciarla con nuestra visita. Allí iremos a venerar la bóveda de columnas donde aún yace de pie el viejo tronco, y pasaremos a saludar a algunos de sus retoños. Visitaremos la Casa de Juntas donde aún se reúne y discute de manera ceremoniosa la Junta Foral de Bizkaia. Hay paneles donde se explica claramente el asunto de los fueros. Son los documentos de su historia, documentos que no mienten ni dejan lugar a duda acerca de la independencia y la autonomía legítima de este pueblo.

Junto a este predio y Casa de Juntas hay un parque lleno de árboles, por si hay que descansar, esperar hacer tiempo. Sobre la misma calle a pocos metros está el mosaico, réplica de la famosa obra de Picasso, Gernika.

Vale la pena dar una vuelta mas, tratar de llevarnos en la memoria un poco más de esta ciudad y su digna gente.

Volvemos a la estación, volvemos a tomar el Euskotren hacia Bermeo. Bermeo es un pueblo de pescadores. Podemos dar una vuelta por el Casco Viejo, colorido, pintoresco. Antes habremos pasado por Mundaka, y podemos elegir bajar y recorrer allí.

Desde Bermeo, en bicicleta, encaramos la subida hacia Gastelugatxe. Es una subida un poco dura para pedalear, pero la ruta, aunque con bastantes vehículos, es arbolada y agradable. Son 13 km en subida. Ya cuando en algún punto vemos la ermita que se yergue en su islote, emergiendo del mar como una transformación alucinante, respiramos, ya falta poco, ya falta menos.

Si hemos llegad a Gastelugatxe desde Bermeo, entonces veremos una entrada vehicular que está clausurada en algún punto, y nos conviene entrar por allí porque ese camino que está fuera de servicio, se junta con la entada tradicional a Gastelugatxe.

Luego de haber sido escenario de la serie Game of Thrones, el Rocadragón de la Daeneris, Gastelugatxe es un sitio demasiado visitado. Antes era más agreste y no estaba parquizado el camino, ni había una garita, ni que pedir turno para entrar, ni que te cuenten las historia del ecosistema del lugar; ahora hay demasiada gente, sobre todo en verano o en vacaciones y festivos -fuera de temporada no- y es mejor eludir todo eso y se puede entrar por este camino que les comento aquí. Sólo para camaradas y compinches de marialaqueviaja.

Además si hemos llegado en bicicleta desde Bermeo es muchísimo mejor porque la podremos enganchar donde se juntan los dos caminos, el legal y éste, el clandestino. Dejamos la bici ahí, con el candado, y nos vamos a la ermita. Son 241 escalones. En la ermita hay una campana, hay que tocar tres veces, pedir tres deseos, y doy fe, literal, de que dos se cumplen, posta, el tercero estoy esperando…

Frente a la ermita hay un pequeño refugio con parrilla y mesas de piedra, y ahí, si no hay mucho campaneo, será un lugar ideal para hacer una merienda, un hamaiketako. También se puede dormir allí, en medio del mar. Hay que llevar agua, antes de los escalones hay una fuente. También uno se puede llevar unas maderas, leña para el fueguito, unos choriz, no olvidar cargar agua, y pasar un rato en ese refugio. Este lugar, desde Game of Thrones, no es aconsejable en temporada alta.

Si fuimos en bici, bajamos como un rayo de vuelta a Bermeo, en 10 minutos estamos ahí, volando, y podemos tomar el tren de regreso directo a Atxuri Bilbao.

Si hacemos este paseo a pie vamos a hacerlo todo en sentido contrario y empezando desde Bakio que está en la línea costera del mar, pero en dirección opuesta a Bermeo.

En este caso, a pie, salimos de Bilbo en Bizkaibus con la barik. El bus lo tomamos en la Plaza Moyúa pero justo en el lado opuesto de la plaza de donde para el del Aeropuerto. El paseo en este bus también es interesante porque pasa por Mungia y por caseríos o poblados como Meñaka y está bueno verlos aunque sea desde la ventanilla del bus.

Nos bajamos en la última parada de Bakio y hay un cartel marrón que nos señala hacia la derecha Gastelugatxe. Hay un paseo para ir caminando, bordeando la costa, son menos de 3 kilómetros y en unos 45 minutos estaremos llegando a la entrada que pasa frente a las puertas del restaurante Eneperi. Si es temporada alta seguramente tendremos que escuchar la explicación del de la garita. También podemos hacer caso omiso a esa entrada caminar hasta la otra por la que luego recomiendo salir.

Si vamos por la entrada oficial, hacemos una bajada ahora parquizada, los 241 escalones, las campanadas y el hamaiketako en el refugio, y luego, al salir, sí tomamos por el camino de autos clausurado y clandestino que nos acara hasta la ruta que se dirige a Bermeo. En temporada alta hay combis y buses que hacen el trayecto. En temporada baja anda un taxi grande, tipo comunitario, pero también se puede hacer dedo.

Vamos entonces  a Bermeo por esta ruta, no está buena para caminar, es angosta y pasan muchos autos. Hacemos dedo, bus de verano, o taxi comunitario, y paseamos por Bermeo, luego tomamos el tren a Gernika, visitamos Gernika, y volvemos en el Euskotren hacia Atxuri Bilbao.

Una pausita de descanso, sólo hasta mañana!

  • Excursión 3 – 1 día

-Lekeitio

-Ea

Dos pueblos de playa, Lekeitio y Ea. Para hacer este recorrido si vamos en bici podemos ir en el Euskotren hasta Deba, como en la primera Excursión de este relato, y pedalear en dirección a Mutriku y Ondarroa, veríamos el flysch desde arriba, podríamos visitar el pueblo costero de Ondarroa y llegaríamos a Lekeitio (36 km desde Deba, con desniveles) donde hay un albergue, «Aterpetxe».

A Lekeitio de a pie podemos ir en Bizkaibus desde la terminal de San Mamés. Son unos 60 kilómetros y el bus demora apenas poco más de una hora.

Lekeitio es una ciudad marítima, veraniega, pero está muy cerca de las marismas, ecosistema típico y protegido por su riqueza faunística. Desde donde nos deja el bus en Lekeitio podemos caminar por sus calles hasta la costa. Pasaremos por un llamativo huerto comunitario. Luego, en la costa, si desviamos a la izquierda hay un malecón extenso que llega hasta un faro. Es un paseo agradable.

Podemos pasar un par de horas en Lekeitio y luego ir hacia Ea (10 km desde Lekeitio, con desnivel y curvas). Si lo hacemos en bicicleta también. Ea es encantador. Hay que ir a Ea. Es un pueblo con mar, pero sólo una bahía pequeña y, como de costumbre, surcado por un río, angosto y cruzado de puentes de piedra; las casas casi cuelgan sobre ese río, protegidas sus puertas de las probables crecidas. La plaza y los balcones y las infaltables banderas de todos los pueblos vascos, «presoak etxera» y el mapa del Euskal Herria como un corazón enorme atravesado por una flecha. Da gusto caminar por Ea y aunque sólo haya unas pocas callejuelas, uno no se aburre de ir y venir y mirar y volver a mirar como si antes no lo hubiera visto. Se puede pasar un buen rato en la playa o en la taberna cordial del centro del pueblo.

Desde Ea tomamos el bus para regresar a Bilbo y, si tenemos suerte, por las ventanillas del bus, podremos ver a Elantxobe, otro pueblo de casas que cuelgan pero esta vez sobre el mar.

  • Excursión 4 – 2 a 3 días

-Sierra de Urbasa

-Nacedero del Urederra

-Lizarra (Estella) 

-Laguardia

-Labastida

Cuando vimos las fotos del Urederra que significa «agua hermosa», a través de páginas de internet, supusimos que estaban trucadas, que no podía ser real ese color turquesa, verde, azul, fluorescente. Pero ES. Y aún más. Es realmente un Agua Hermosa.

Es complicado lidiar con Renfe para llevar la bicicleta en el tren hasta Altsasua y desde ahí cruzar la sierra de Urbasa que es igual de hermosa, transversalmente hacia el sur, en dirección a Lizarra o Estella. Se puede ir desde Bilbo en autobús hasta Altsasua y bajarse en la ruta donde marca el cartel marrón dirección Urederra. Desde allí hacer dedo.

La sierra de Urbasa además de sus bosques con fama de encantados, está lleno de dólmenes y cromlechs, estructuras funerarias muy antiguas, pre-cristianas, restos ceremoniales de rituales aún desentrañados, espacios cargados de significado místico y potente energía.

En el transcurso de la sierra, con mucho desnivel y curvas para pedalear, se sube y se sube, hasta poder ver lo que se llama el Balcón de Pilatos desde donde se vuelcan las aguas del Urederra.

Para visitar este maravilloso río personalmente, tocar sus aguas además de verlas, e incluso en sectores permitidos bañarse en ellas, vamos a pasar por pueblos típicos y de gente simpática, vamos a ver Zudaire, Baquedano, Artaza donde hay un camping en el que nos quedamos.

Desde el camping de Artaza se puede caminar hasta la entrada del sendero que bordea el Urederra.  A medida que avanzamos por una de sus orillas nos sorprenden piletones que de acuerdo al lecho de piedra o a la vegetación van cambiando el color de las aguas, no sólo en tonalidades azuleas, sino que a veces son liláceas, rosadas, blanco transparente. Se sube por la margen hasta el nacedero. En casi todo el recorrido está prohibido bañarse, pero hay un sector fuera de este paseo cerrado, cerca del camping, donde sí es posible acceder a piletones de las aguas hermosas del Urederra y darse un buen chapuzón.

Desde el lado de Bilbao en la ruta que pasa por Altsasua hacia Pamplona, no hay un servicio oficial de buses que vaya hasta estos pueblos, pero desde Lizarra, sí. Por lo que otra opción es ver la forma de llegar a Lizarra y dese allí tomar el bus que nos podría dejar en el camping de Artaza. Igual a dedo se llega a bien, y en bici con suerte y viento a favor, pedaleando duro, también. Son 26 kilómetros hasta Baquedano, con curvas y desnivel. Artaza está a menos de 2 kilómetros, todos los poblados están muy cerca uno del otro, como si fueran barrios.

Desde Artaza fuimos a dedo a Lizarra, visitamos la ciudad que también es estación del Camino de Santiago. Desde allí podemos tomar autobús a Bilbao y regresar tras haber pasado sólo una noche fuera o seguir de viaje un día más! Estamos junto a la Rioja Alavesa, famosa por sus vinos y viñedos. Podemos visitar   Laguardia y si encontramos la conexión o el dedo, Labastida.

Lo más fácil desde Lizarra es pasar un poquito al lado español, del otro lado del Ebro, hacerle una breve visita a Logroño para desde allí volver a cruzar el Ebro hacia Oion y a menos de 20 kilómetros está Laguardia.

Nosotros hicimos todo este itinerario entre Logroño y los pueblos vitivinícolas, a dedo. No hay muchos autobuses, son esporádicos y hay que buscarlas conexiones de unos con otros, entonce s enre esperar la conexión y hacer dedo, siempre ganaba el dedo porque alguien nos llevaba.

Laguardia es una ciudad pintada, de libro de cuentos, amurallada, con aires de castillo medieval, calles de piedra y en los sótanos las frescas y aromáticas bodegas. Es agradable pasear por sus calles de manera reiterada y en lo posible estar a mediodía frente al espectáculo del cucú.

Si da tiempo y aún hay ánimo y energía podemos hacer una parada más en Labastida, otro pueblo medieval riojano, muy de interior, muy típico.

Para regresar a Bilbao desde La Rioja Alavesa fuimos a un lugar llamado Haro donde existen conexiones de autobuses.

  • Excursión 5 – 1 día

-Portugalete (Puente de Bizkaia)

-Getxo (Puerto Viejo)

La típica e infaltable visita estando en Bilbo es ir a Portugalete y cruzar el Puente de Bizkaia, por arriba, lo que es resueltamente un poco caro, o por el Transbordador que cuelga del puente, usando la barik.

Este puente es Patrimonio de la Humanidad por ser único en su especie. Tiene una historia interesante que se cuenta en los paneles explicativos antes de cruzar desde Portugalete.

Para ir tomamos el metro que va a Kabiezes desde cualquier estación de Bilbao y nos bajamos en Portugalete. Podemos aprovechar y visitar la villa de Portugalete antes de cruzar la desembocadura de la ría haciendo uso de los servicios del Puente de Bizkaia.

Una vez que cruzamos estaremos en el Getxo y es muy agradable caminar por el malecón hasta el Puerto Viejo, una postal de tintes mediterráneos aunque estamos en el Cantábrico, con sus casitas blancas encaramadas en el acantilado de ventanas y verandas y balcones pintados de colores y plagados de macetas con flores.

Desde allí podemos caminar por arriba hacia las estaciones de metro de Bidezabal o Neguri viendo otro estilo arquitectónico que responde al abolengo de las familias ricas que habitaban este barrio. Muchas de las casas, con torres y molduras de castillo ocupan manzanas enteras con amplios y palaciegos jardines.

El metro nos devuelve a la realidad cosmopolita bilbaína.

Hasta aquí estas excursiones que pueden repartirse en el tiempo como al viajero más le plazca. Para hacerlas todas sin dejar de conocer Bilbo, alcanzan y sobran 10 días.

Sería fundamental, además, hacerse un monte, montaña o mendi. Para impregnarse hasta el tuétano del espíritu vasco. Para eso pueden visitar otros post de marialaqueviaja con todos los detalles arrancando también del corazón de Bilbo.

Y si tienen dudas, pueden preguntar por aquí o a marialaqueviaja@gmail.com

Gero arte ta ondo ibili!

Pantanos de Barakaldo

Barakaldo, cuyo nombre derivaría de ‘baratz’ (huerta) y ‘alde’ (zona), es un municipio vasco del Gran Bilbao, que se extiende sobre la margen izquierda de la ría del Nervión. Cuatro ríos atraviesan la región y numerosos montes que ondulan el terreno con crestas de entre 400 a 600 metros de altura. Los primeros indicios de establecimiento humano por Barakaldo fueron encontrado en la Cueva de los Mosquitos en el barrio de El Regato, y datan de más de diez mil años de antigüedad. Barakaldo se pobló con la actividad industrial siderúrgica, actividad y poblamiento que obligó a la construcción de embalses o presas, llamados aquí ‘pantanos’, aprovechando las aguas de los cuatro ríos que discurren por la región.

Hoy día los distintos barrios de Barakaldo han sido parquizados, arbolados, y es el municipio desde donde arrancan los bidegorris, ciclovías, más largos de los alredores de Bilbao, además de existir senderos de trekking balizados y sin balizar, rincones con curiosidades históricas que merecen la pena, y barrios y caseríos encantadores que sólo a pie o en bici es factible descubrir.

Los caminos del agua de Barakaldo pueden recorrerse en buena parte en bicicleta. Desde donde uno se encuentre, ya sea en Bilbao o cerca, puede dirigirse en metro a Gurutzeta/Cruces y desde allí enfilar al polideportivo de Gorostiza, muy cerca de allí hay paneles informativos y comienza la balización del PR BI-210 con líneas amarilla y blanca.

En ese lugar veremos también el amplio parque Tellaetxea, una pradera verde, enorme, con parte de arboleda, merenderos, y parrillas. El bidegorri y sendero rodea ese espacio verde por ambos lados.

El recorrido es ameno, lindo, arbolado, con robles de formas caprichosas. Iremos bordeando el primer pantano, el de Gorostiza, muy grande y con algunas playas pequeñas donde se puede pescar o simplemente sentarse a contemplar la mansedumbre característica del agua. Llegamos al simpático pueblo del Regato, Errekato, a la izquierda de la iglesia veremos un puente que cruza el pantano de Gorostiza. Vamos a caminar hacia el final del barrio, sin despreciar las nueces caídas de nogales sobre nuestra derecha. Vamos camino a Etxebarria, el segundo pantano.

Pasadas las primeras curvas se llega al barrio de Tellitu y encontramos un sendero a la izquierda perfectamente señalizado con balizas del PR. Continuamos por este sendero profuso de eucaliptos hasta llegar a un cruce donde tomaremos la opción de la izquierda. El senderito es de tierra y con algo de pendiente, vale la pena. El pantano de Etxebarria se asoma tímidamente entre el ramerío. En primer lugar veremos la pared de la presa y poco después diferentes vistas entre preciosos y añejos robles.  Durante el trayecto iremos divisando las laderas del monte Argalario.

Una vez realizado el descenso hasta las orillas del río Castaños, tras haber remontado el pantano, cruzamos un puente por la zona más alta. También está la opción de seguir un estrechísimo sendero por la misma orilla del pantano, que alcanza la zona del muro de contención. Se desciende por las laderas de Arroletza, Sasiburu y Apuko, hasta el barrio de Urkulo, donde existieron varios molinos que aprovechaban la fuerza del agua.

 

Anillo Verde de Bilbao

Es maravillosos poder vivir en una ciudad que ofrece todo lo que una gran metrópoli y, al mismo tiempo, permite, en media hora, internarse en bosque y montaña.

El Anillo o Cinturón Verde de Bilbao reúne senderos y caminos que circundan la ciudad y sumados son casi 100 km de caminos, aunque el contorno en sí, si uno optara por uno u otro sendero para dar una vuelta al Cinturón de Bilbao, sería de alrededor de 43 km.

Se puede acceder a este Anillo Verde desde distintos barrios de la ciudad. Un lugar común y sencillo para iniciarlo si uno aún no es muy familiar de las calles o barrios de Bilbo, es ir a Plaza Moyua y buscar la Alameda Rekalde. En Rekalde, caminando en dirección a la ría, al Museo Guggenheim, y al Puente La Salve, podremos encontrar en las veredas baldosas verdes que en un recuadro nos marca GR, Gran Recorrido, y la dirección de la ruta pedestre.

Si empezamos en Moyua y por Rekalde, vamos a cruzar el puente La Salve por la izquierda e iremos tomando esa dirección, sobre nuestra izquierda, para internarnos a cada paso en el bosque y subir al Monte Artxanda. Vamos a pasar un área de merenderos, el área Pikotamendi, luego la Calle Vía Vieja Lezama donde antes circulaba un tren que descarriló. Pasaremos por debajo de las vías del Funicular de Artxanda y si seguimos un par de kilómetros más por la estrada Mendiarte, llegaremos al Monte Avril.

Antes hay otra posibilidad de bajar hacia Bilbao por un camino con señalética antigua, sólo un cartelito que dice Bilbao sobre fondo celeste. Este camino nos lleva a un sinfín de escaleras -sin marcas roja y blanca- que desembocarán en el Polvorín, el Parque Etxeberria donde está la chimenea.

Siempre iremos encontrando señalética, carteles de madera, paneles informativos y marcas roja y blanca de GR. En este caso es el GR 228. Cerca del Monte Avril el Anillo coincide con el Camino de Santiago (la ruta de los Zamudianos), cerca de un área recreativa llamada Iturritxualde, donde por supuesto hay una fuente: iturri. Hay unas cuantas durante el recorrido completo. Se puede ir reponiendo agua.

Tanto en Artxanda como en el Monte Avril podemos apreciar las vistas o descansar en los merenderos. Desde el Monte Avril continuaremos en dirección a las antenas del Ganguren, las veremos adelante, cruzaremos la carretera en el Municipio de Galdakao y por allí, un camino de tierra asciende sobre nuestra izquierda hacia la cima del Ganguren de 474m. Cuando estemos cerca de las antenas debemos prestar atención ya que el sendero a la cima va por nuestra derecha. Lo seguimos hasta las antenas. Volvemos al camino de tierra que hemos abandonado y que va paralelo al asfalto y llegamos a una mesa informativa.

Más adelante, 6.5 km hay un vivero, más merenderos, dos frontones, y siempre información, marca roja y blanca, y flechas. Podemos ascender a la cima del Kuskuburu de 414 m. Veremos más restos de túneles y bunkers, o bien podemos bajar hacia Bolueta por la carretera Santa Marina, dirección Buia. Hay un camino rural y más adelante veremos el hospital. Pasaremos Azkarabidea, algunos caseríos y a 2 km habremos llegado al barrio bilbaíno de  Otxarkoaga.

Siempre podemos seguir las marcas roja y blanca.

El Anillo Verde lo podemos iniciar en el centro, en Moyua, pero también en Otxarkoaga, en Bolueta, en el Parque Europa, en el Barrio La Peña o el Barrio Buia ya que, entre parque y merendero, ladera y colina, verdor y verdor, va enlazando estos rincones del Gran Bilbao. Cruza la Ría y pasa por debajo de antiguos túneles ferroviarios.

Los barrios que recorre este Anillo o Cinturón Verde y desde donde puede engancharse son: Artxanda, Arbolantxa, Otxarkoaga, Bolueta, La Peña, Buia, Arraiz, Altamira, Zorrotza, Olabeaga, Deusto, Ibarrekolanda o Arangoiti. La ruta pasa también por cimas como Avril, Pagasarri, Ganeta, Arraiz y Kobetamendi.

Gorbea por Itxina desde Urigoiti (Orozko)

Un recorrido interesante y bello.

Suele ser un problema de todo caminante agreste y salvaje, llegar a los puntos de inicio de las travesías. En todos los casos. Muchas veces me encuentro con que demoro más haciendo combinaciones en transporte público para iniciar un recorrido que en el recorrido en sí, y eso de tener que tomar varios transportes y hacer conexiones y bajarse de uno para esperar otro, es más engorroso y cansador que caminar con la mochila al hombro que en realidad es lo más emocionante.

Tal es así que había dejado esperar este recorrido desde Itxina hacia Gorbea hasta que se dio la oportunidad de contar con alguien con vehículo y acceder desde Urigoiti, un barrio de Orozko pasando el barrio de Ibarra. De no tener vehículo, habrá que hacer dedo hasta allí. Se puede tomar autobús de Bizkaibus desde Bilbo (Bailén) hasta Orozko, un par de buses llegan aún a Ibarra. El sendero se puede arrancar desde Ibarra. En nuestro caso vamos hasta Urigoiti y de ahí, ¡largamos!

El Macizo de Itxina (571 ha) es un magnífico ejemplo de formación kárstica, fenómeno geológico muy presente en la orografía y paisaje de las montañas vascas. En las calizas, con alto contenido en carbonato cálcico, el agua de la lluvia a través de millones de años ha ido disolviendo la roca, que a pesar de su solidez y dureza, es también soluble si se la somete a la acción del agua por un tiempo prolongado. Así, la lluvia va produciendo desgaste y hendiduras cada vez más profundas en la piedra. Se desliza por los surcos dejados por erosiones anteriores, busca su cauce y va agrietando el macizo tanto en superficie como en su interior, abriendo innumerables conductos subterráneos. Los más antiguos de éstos son cuevas por las que ya no circula el agua que busca sustratos más profundos.
Itxina es una meseta rocosa que se alza del entorno, con los bordes formando una cresta circundan el interior cóncavo. La peña más alta de la cresta es Lekanda (1.302 m), en el lado oriental; al sur destacan Altipitatz y Arteta, y al norte Aizkorrigane. A los pies de ésta, por el exterior, se alza un prieto grupo de afilados picachos, los Atxas («haitza» = peña).
En esta caminata hacia Gorbea por Itxina desde Urigoiti, entraremos por el lado nororiental del karst y accederemos a través del «ojo de Atxulaur», utilizado desde siempre por pastores y leñadores.

Desde el estacionamiento que se encuentra a pocos kilómetros del barrio de Urigoiti empezamos a caminar en dirección al macizo. Hay que pasar un paso canadiense y más adelante alguna tranquera y alambrado; a continuación veremos un depósito de agua. El caminito parece bajar pero enseguida recupera pasos arriba. Entramos a un hayedo, luego a un pinar, y desembocamos en unas campas salpicadas de encinas, esta área se llama Aldabide y está muy cerca de las Atxas, picachos de roca cual asimétricas cúpulas catedrálicas. Un poco más adelante volveremos a encontrar hayas y una fuente. Cargamos agua y seguimos caminando por el sendero con la pared izquierda del macizo escoltando nuestro hombro derecho. No hay pierde, siempre recto por el bosque hasta ver el Ojo de Atxulaur. Allí viramos bruscamente al oeste, nuestra derecha, para trepar al Ojo (1100 m). Las vistas del Ojo son providenciales. El Ojo vigía de todo el duranguesado envuelto en bruma.

Vale la pena dar algunos pasos en derredor de este punto y descansar un rato. Lo hice en invierno y todos los alrededores estaban con un paño de nieve, salpicada de hojas secas y rojas y algunas ramas. Mágico.

Retomando el camino, desde el Ojo, bajamos a una sima, este día con nieve, la cruzamos casi en dirección recta y retomamos el sendero, hay algunas marcas y algunas pircas, hitos de piedra. El sendero nos acercará a un punto donde las flechas indican las direcciones posibles.

Elegimos visitar la cueva de Supelegor, una de las 500 cuevas que existen en las entrañas de Itxina y una de las moradas de la diosa Mari en sus visitas al caprichoso reino del Gorbea. Para ir a Supelegor, desde el indicado desvío, hay que meterse otra vez a bajar por una sima con ramas y hojas rojas que salpican la nieve, enterrándonos a veces. Luego se sube un poquito y se pasa por el túnel. No hay sendero, pero hay algunas pisadas y algunos hitos de piedra. Es un laberinto kárstico y es fácil perderse. Prestar atención.

Luego de visitar las cuevas volvemos a subir al camino y a retomar hacia Kargaleku, y en poco tiempo volveremos a perder la senda cierta y estaremos completamente sumergidos en lo que se conoce como el «perdedero de Itxina». Hay que tratar de ir buscando las pircas. La única pauta certera que tendremos en algún momento para garantizar que vamos bien es una casita en el medio de una campa: la chabola del pastor. Esta choza solitaria nos querrá decir que estamos bien y que podemos seguir andando hacia el Gorbea.

Por Kargaleku -lugar de carga, ya que allí cargaban nieve- llegaremos a las anchas campas de Arraba. Allí está el cálido refugio. He pernoctado varias veces y es super acogedor y lindo. Elijo descansar allí durante el invierno, cuando los días son cortos y el exterior tiene una capa de un metro de nieve. A la mañana siguiente ascenderé una vez más al mítico Gorbea. En invierno, usar crampones.

El regreso puede hacerse desde Pagomakurre hacia Areatza, vía normal que se utiliza para subir el Gorbea desde Bilbao En Areatza podemos tomar el Bizkaibus, o bien, como en nuestro caso, también desde Pagomakurre por el camino que sale al noroeste (NO), directo hacia Urigoiti donde dejamos el vehículo en el estacionamiento. No tiene pierde.

Otra tentadora opción, más emocionante y aventurada es ir por el paso de Lekanda.

Subir el Gorbea desde Bilbao por Pagasarri y el Cinturón de Hierro

Y si el Pagasarri es el más popular de Bilbao, el Gorbea es sin duda el más emblemático de Araba y Bizkaia a quienes sirve de delimitación natural. Esta vez porpongo una trepada atípica y bien aventurada para estos cerros suburbanos: subir el Gorbea desde Bilbao a través del Pagasarri y transitando el Cinturón de Hierro. No es común que las gentes de estos lares haga esta travesía en dos días. Normalmente van por un día a un cerro y otro día visitan el otro. Pero…

…si en lugar de subir y bajar de Pagasarri y Ganekogorta ya sea pegando la vuelta o por Laudio (Llodio) y en tren, decidimos tomar el Cinturón de Hierro, podemos ir cresteando esas acorazadas cumbres vascas y luego desde Arakaldo montarnos el Untuzeta, pernoctar en una tienda, y hacer cumbre en Gorbea al día siguiente tras pasar por Pagomakurre.

Primer día.-

Ver esta entrada para llegar hasta el vértice geodésico de Ganekogorta y bajar por la cuesta empinada hasta el plano con sombra y flechas de señalización.

Aquí en el plano una de las flechas nos marcará Goikogane. La dirección era antes visible y evidente desde la cumbre del Ganeko. Casi sin desviarnos, derecho y sobre las crestas, sube y baja.

Ascenderemos a Kamaraka (800), luego descendemos algunos metros por la colina la colina y ascenso a Mugarriluze (731), vuelta a bajar y subida al Goikogane (702). Por estas cumbres, que son parte del cordel fronterizo entre Araba y Bizkaia, pertenencientes al macizo Ganekogorta, encontraremos paneles informativos acerca de lo que significó el Cinturón de Hierro, defensa de Bilbao contra el franquismo. Hay trincheras, búnkers, nidos de ametralladoras,  y por supuesto flamea eternamente la ikurriña.

Si hemos decidido hacer el Cinturón de Hierro para continuar nuestra travesía hacia Gorbea, bajaremos hacia Arakaldo. En este pequeño poblado bizkaíno hay una estación de RENFE, una gasolinera, un supermercado, y una fuente. Muy importante cargar agua antes de continuar. Se viene la fuerte subida al Untzueta

Nos dirigimos a la estación de RENFE de Arakaldo, cruzamos el puente para franquear el río y seguimos por una carretera a nuestra derecha para cruzar la autopista A-68. En la primera calle de la urbanización empezamos a subir hacia nuestra derecha. En 5 km vamos a sortear un desnivel de 500 metros. La subida es dura y hay que prestar atención y no confundirnos y perder la buena senda ya que hay mucho cruce de otros caminos. Debemos alcanzar las antenas y desde allí bajar por la otra ladera opuesta del cerro. Al principio nos parecerá poco transitable pero  luego de unos contados pasos irá abriéndose el sendero y ya no es tan complicado. Empezamos entonces a buscar un lugar para acampar cerca de algún arroyo que por aquí suelen aparecer y el agua es buena. Por aquí entonces pasaremos nuestra primera noche. Vale la pena, es solitario y tranquilo.

Segundo día.-

Retomamos el sendero sobre nuestro frente y, al cabo nada más de uno o dos kilómetros, se nos pone un poco lioso. Aparecen muchos cruces de caminos. Vamos a ver que el más ancho está justo enfrente nuestro, que parece evidente, pero no, ¡ojo! ¡ese no es! Tenemos que abandonarlo y tomar un sendero que sube por el bosque. Debemos encontrar, muy pronto, marcas amarillas y blancas en los árboles. Seguimos estas marcas y seguimos subiendo hasta el Arrugaeta y luego, por un sendero un poco más definido y claro, llegaremos al Garaigorta. Luego debemos bajar por terreno incómodo de piedras y poco después por un camino más cómodo que desemboca en la carretera Orozko-Areatza. Cruzamos la carretera y buscamos el cartel que indica Pagomakurre 5.7 km. Sin desviarnos del sendero nos llevará directamente a Larrander (Mendigana), cruzamos un bosque y llegaremos a otra carretera, un parking, y una fuente.

Desde este parking continuaremos por un camino hipersencillo y transitado hacia Gorbea.

Iremos siguiendo la señalizaciópn por Arraba y luego de las campas de Arraba hacia Egiriñao.

En Gorbea arremetemos el ascenso a la cumbre, 1481 a 1482 metros, muga entre las provincias de Araba y Bizkaia. Su nombre, Gorbea, se ha documentado como Gorbeya y transliterado a Gorbeia, puede significar «altibajo» pero no hay acuerdo entre los linguísticas y estudiosos acerca del significado definitivo del nombre. En invierno y aún no tan invierno, la cima suele estar cubierta de un manto de nieve.

Video de diciembre de 2017. Salida desde la plaza de Areatza hacia Pagomakurre donde comienza el paisaje completamente nevado. 80 centímetros de nieve en Arraba y Metro y medio en Gorbea. Temperaturas: -7 a -2

La amplitud que ofrece es plena e impresionante. Es una cumbre amable y bonachona, muy fácil de subir y sin embargo, emblemática; allí está la tradicional y alta torre con cruz y una virgencita de Begoña en el medio. Helada la mayor parte del año.

Antes de subir a Gorbea vale la pena deleitarse en el hayedo, en todas las estaciones es una preciosura.

Cerca de Arraba y de Egiriñao hay una par de refugios donde relajarse un rato o pasar la noche si es necesario.

Para volver desde Gorbea se puede volver sobre nuestros pasos hacia el parking de Pagomakurre y cruzar el bosque siguiendo las marcas amarillas y blancas hasta Areatza desde donde se puede tomar un Bizkaibus para regresar a Bilbo.

Otra opción para llegar a Gorbea es a través del macizo kárstiko de Itxina, fascinante, por el ojo de Atxulaur y vistando las cuevas de Supelegor, partiendo desde Orozko-Ibarra-Urigoiti y que reservo para otra entrada.  He visitado el Gorbea desde Bilbao por diferentes caminos posibles y en todas las estaciones. Cruzar el macizo de Itxina es uno de mis favoritos por el salvaje sabor a aventura.

Pagasarri-Ganekogorta desde Bilbao

El Pagasarri es la montaña más popular de Bilbao. Así como en otros parajes y ciudades del mundo, los amantes de la caminata salen a dar sus pasos y hacer un poco de ejercicio por las costas de los ríos, malecones, o carreteras panorámicas, en el País Vasco la gente va al «monte» y en Bilbao, al Pagasarri.

Se puede subir al Pagasarri desde varios puntos de la ciudad, además, esta montaña es parte del itinerario del Anillo Verde o Cinturón Verde de Bilbao.

Etimológicamente el nombre Pagasarri proviene de «paga» o «pagoa» que significa «haya» y «sarri» que quiere decir «tupido». Actualmente el Pagasarri, si bien cuenta con un bosque nada despreciable sobre todo en el acceso por el Zaharra bidea o Camino viejo, ha padece una notable devastación por las necesidades de la industria siderurgia y naval y por la necesidad del hombre para calefaccionar los hogares o cocinar con leña, y también por incendios. Desde hace varios años se está recuperando y protegiendo el bosque de toda el área.

El Pagasarri tiene 670 metros de altura y está dentro del macizo del Ganekogorta que es la cumbre que se impone elevándose a los mil metros, altiva, y con el recorte peculiar ondulado de su contorno que la hacen fácilmente identificable desde cualquier otra cima.

Para subir al Pagasarri desde Bilbao uno puede acercarse a la Plaza Zabalburu o bien, si se arranca desde el Casco Viejo, cruzar el Puente de La Merced y encarar por calle Hernani hasta calle San Francisco, a la derecha, y luego de cruzar las vías, a la izquierda por Avenida Juan de Garay. Arrancando desde cualquier lugar de la ciudad hay que buscar esta avenida, Juan de Garay; luego conectar con la Avenida San Adrián y cuando se llega a un edificio contundente de Iberdrola, dirigirse hacia él y rodearlo. A partir de aquí estaremos o por Larraskitu bidea o bien ya en el Pagasarribidea. Bidea significa «el camino». ¡Allá vamos!

Hay varias opciones pero como me dijo una vez en una de mis visitas al Pagasarri un veterano «mendizale» (amante del monte o montaña), siempre que subas es que vas bien. Buena parte de esta subida es por camino asfaltado, luego se entra al bosque por un paso canadiense, pero luego se vuelve a salir y otra vez a entrar. Apenas empezamos el ascenso veremos un desvío y la ermita de San Roke. Hay algunas flechas con indicaciones y en un punto el camino se divide en tres. Mi elección favorita es el zaharra bidea, el viejo camino, es más empinado, pero de tierra y por el medio del bosque. Mucho más bonito. Se llega en un periquete a la campa verde donde hay merenderos y una proveeduría y bar abierto sólo en verano y fines de semana y con mala onda. No recomendable.

Es interesante -y necesario- visitar la fuente del Tarin. Así que tras llegar y luego de descansar un poco y apreciar las vistas, doblar sobre nuestra derecha hasta la fuente. Antes de llegar a la fuente hay una profunda nevera donde antiguamente (siglo XVII) se almacenaba la nieve fresca. La compactaban pisándola y la mantenían cubierta de hierbas o helechos para comercializarla durante los meses cálidos. Dejando la nevera atrás, a pocos pasos más está la fuente del Tarin. Imprescindible cargar agua.

Hasta aquí el Pagasarri al que se puede subir también por otros caminos como por ejemplo desde Santutxo, mi barrio actual, por el Cinturón Verde de Bilbao yendo por el Barrio La Peña y luego el Barrio Buia con constante y clara balización de GR. Pondré el Cinturón Verde en otro post.

Personalmente lo que más me gusta de subir al Pagasarri no es el Pagasarri en sí sino continuar hacia Ganekogorta. Para mí lo mejor es llegar al vértice geodésico del Ganeko. Para esto no es necesario volver atrás hacia las campas de Pagasarri sino que, desde la fuente se puede ir sobre nuestra izquierda y cruzar una tranquera o paso canadiense y enganchar con otro sendero que está frente a nosotros y que sube sobre nuestra derecha. Es boscoso un momento y luego es de roca, algo de hierba y sin sombra.

Debemos pasar por el lauburu de Anselmo. Allí murió este señor mayor que durante toda su vida subió al Pagasarri y al Ganeko, casi a diario. Solía ir con un amigo, así como comentaba al inicio del post, como quien hace su recorrido por la orilla del río o el malecón. Una mañana subiendo hacia el Ganeko le comentó a su amigo que ya se sentía cansado y que elegía quedarse allí, así que se dejó caer sobre las piedras. En ese exacto lugar las vistas son maravillosas, todas las cadenas montañosas de los alrededores parecen iluminadas de un aura azul.

Saludamos a Anselmo y continuamos. Es una subida de casi una hora. En invierno suele haber nieve. Aldapan gora, cuesta arriba. Parece que ya llegamos, pero no. El primer amague de cumbre es engañoso, aún falta un poco más. Primero pasamos por una pirca grande, unos minutos más, y estaremos en el vértice geodésico de Ganekogorta. Las vistas son maravillosas y la campa amplia de la cumbre, el lugar ideal para un hamaiketako (picnic).


Llegados a la cima del Ganeko podemos volver sobre nuestros pasos o bajar a pocos metros de la cumbre sobre nuestra izquierda. Es una bajada empinada que nos llevará hasta un plano con sombra donde hay señalética, si viramos a la izquierda volveremos al Pagasarri por otro sendero bien marcado, y a 500 metros nada más de esa sombra y señalética, encontraremos una fuente.
Otra opción es continuar bajando hacia Laudio (Llodio). Nos llevará unas dos horas más. Antes de llegar a Laudio hay una bifurcación. Ambas direcciones nos llevan a la ciudad, una por asfalto y zona urbana y la otra por un bosque con sendero balizado y muy bonito. Los dos cubren una distancia de 4 km. Por supuesto elijo el bosque, el más agreste y salvaje.


Ya en Laudio podemos tomar el tren de RENFE y regresar a Bilbo en tren.
Toda la excursión, hasta aquí, nos llevará con hamaiketako, paradas incluidas, y viaje en tren, unas 7 a 8 horas. La peor parte, para mí, es caminar por la ciudad Juan de Garay, San Adrián… hasta al fin estar en Pagasarribidea. Son 45 minutos de avenida y tráfico y es pesado hasta dejar atrás la civilización. Luego, vive la nature!
Una alternativa más es, a partir del Ganeko y la bajada empinada, transitar el Cinturón de Hierro y en lugar de bajar a Laudio, bajar a Arakaldo para, o bien regresar desde allí a Bilbo, o seguir caminando un día más hasta el Gorbea, genial elección con sabor a aventura. Lo dejo para otra entrada.

Enyovden (Eньовден)

10201466483084369 (2)Yavor, Bulgaria, año 2013
La lápida la encontré en el primero de los manantiales, abajo del roble. A este manantial, donde está la lápida, no precisamos revisarlo antes del ritual. El camino está bien marcado, es un camino viejo, erosionado para siempre por antiguos pasos.
Este camino pasa por las diez casas de la villa; excepto la nuestra, todas las demás están abandonadas. Nosotros elegimos quedarnos, nuestra última morada, no en la que nos vamos a morir, sino en la que viviremos para siempre. Ya no hay nadie más que nosotros dos. Todos se fueron. Quedan los gatos en los tejados, encerrando en las pupilas la caravana invisible que se hunde entre los pastos. El segundo manantial es más inaccesible, está más lejos, bosque adentro; en el bosque oscurece más temprano, y el brote de agua no se sospecha hasta que, al bajar una ladera, una lágrima gotea casi en silencio sobre el ramerío.
Solamente una brecha confusa llega hasta el segundo manantial. Dos días antes del ritual, recorrimos la brecha y la limpiamos. Trabajamos con la guadaña desde que cayó la siesta y hasta el anochecer, abrimos paso en la maleza e hicimos a un lado los árboles caídos. Por ahí, yo tendría que pasar con el cántaro lleno y las manos ocupadas en sostenerlo. El tercer manantial es el que está más cerca, hay que llegar hasta donde termina el camino viejo pasando por delante de las diez casas y cruzar en diagonal un campo de eneldos.
La lápida la descubrí una tarde que fui a juntar bellotas para sembrar un surco de plantines de roble. Acariciaba la hierba buscando entre los tallos las bellotas cuando me pareció que eso no era una piedra normal. Busqué los contornos y limpié las hojas que la cubrían. Estaba tallada, había una inscripción cuyas letras eran más griegas que cirílicas, más geométricas y menos redondeadas. En el medio, la cara de un hombre a la que el tiempo había amputado la nariz. La mitad de la boca estaba tapada por tres dedos rebanados también por el paso del tiempo; esos dedos sostenían algo indiscernible. Quise mover la piedra pero estaba calzada en el suelo. Parecía muy enterrada, parte del terreno y de las raíces del roble. Me impulsaba la curiosidad pero sentí que no tenía derecho a sacarla de ahí. A menos de un paso, se abría la boca del primer manantial.

Justo esa noche, antes del Enyovden, se completaría la luna llena y eso era un milagro maravilloso. Son las lunas más grandes vistas jamás. Salí con tiempo suficiente para recorrer los tres caminos antes de la noche. Yo sola, porque solamente tienen que ir las mujeres y en absoluto silencio para no corromper el poder sagrado del agua. Cuando volví, él desgranaba el trigo junto a la tabla redonda en medio del campo y medía las luces del atardecer con su mirada. Sin hablar, sin ninguna palabra, le sonreí y dejé el primer cántaro en el alfeizar de la galería.
Salí hacia el segundo manantial y comprendí su gesto pacífico pero de advertencia. Él, me esperó junto a la tranquera con una corona de flores de galio que él mismo había trenzado. En total silencio dejé el segundo cántaro junto al primero y fui hacia el tercer manantial, el más cercano. Cuando tuvimos los tres cántaros llenos, los llevamos hacia la tabla redonda en medio del campo y volcamos un poco de cada uno en un cuenco de barro. La noche era completa y la luna más grande iluminaba la superficie del agua. Nos vimos reflejados. Nos reímos tomados de la mano, y nos sentamos junto a la tabla redonda a comer el trigo con miel.

Ya no nos íbamos a dormir. Nunca. Dormir ya no era necesario. Siempre habíamos estado juntos, sin embargo, nos contábamos historias como si hiciera años que no nos veíamos y nos amábamos con locura como dos prisioneros liberados de la condena perpetua. Y agradecíamos y celebrábamos la alegría de poder agradecer. Bailábamos por el campo hasta caer mareados. Esa noche nos quedaríamos así, tirados en el pasto hasta que nos bañara el rocío. Entre los giros de un vals creí ver un rostro en el agua del cuenco. Nos acercamos y miramos al cielo para comprobar que no eran los rasgos de la luna. Sentí que antes, alguna vez, había tocado esos pliegues simétricos que veía en el agua. Rocé la superficie con los dedos y vi el rostro, eran los rasgos tallados en la lápida. Orfeo, dijo él. Él, que me revela los nombres. Él sabe. Volví a mirar y vi los tres dedos entre la mitad de la boca y las cuerdas de una lira. El reflejo se revolvió como un almíbar espeso que trepaba por los bordes del cuenco de barro, salpicaba y se cristalizaba en el aire como el azúcar quemada y crujía como una rama en el viento. Orfeo, volvió a decir él, sube desde el inframundo para pelear con la muerte. Pero la muerte lo quiebra porque él miró atrás.
Orfeo era el padre de los tracios y el Enyovden se celebra desde que la Stara Planina, o montaña antigua, era parte de Tracia. Orfeo que encantaba con su lira a las ninfas y a los demonios y peleaba con la muerte para rescatar a Eurídice. Él y yo habíamos llegado a Yavor sin recordar nada de esto. Antes nunca habíamos hablado de Eurídice o de Orfeo, no habíamos pensado en los tracios o en las tradiciones. Algo nos dejó ahí, en Yavor, en la villa del camino viejo, donde no hay ni un fantasma a quien aúllen los perros ni perros para aullar, donde los gatos se hunden con los tejados entre los pastos porque siguen oteando la caravana invisible. Nuestro andar errático, nuestra vida órfica. Salvar a Orfeo y a Eurídice. Salvar al amor de la muerte.
La lápida tallada estaba en el primer manantial, era fácil llegar sin perderse. Fuimos sin preguntarnos por qué, porque ni esa pregunta ni esa respuesta nos hizo falta. Fuimos. Buscamos cerca de las raíces a un paso del manantial. Cuando encontramos los contornos, la piedra se despegó del suelo y se elevó sobre nuestras manos. La luna era tremenda pero la luz sobre el rostro de Orfeo fue más fuerte que la luna. El roble se arqueó enceguecido, y una voz, un hilo agudo de agua reveló en el fondo del manantial un cuerpo desmembrado. Era como bruma deshecha, como leche cuajada, fragmentos blancos y transparentes de espuma arrancada de la espuma. El hilo de voz se enroscó sobre sí mismo y el cuerpo se armó en su forma de cuerpo, se enderezó, y guiado por la voz se abrazó a la lápida y se fundió en ella. En ese instante pareció morir el encanto. La piedra volvió a aferrarse en la tierra como si nunca en muchos siglos hubiera salido de ahí, el roble se irguió y tapó la luna, y volvió a ser la noche en el camino viejo. Sólo el hilo agudo de voz seguía implorando por un cuerpo. Me agarré de su espalda y caminé sosteniéndome de él. No mires hacia atrás hasta que el sol nos cubra, le recordé el oráculo por el que Orfeo, desesperado de amor, había perdido una vez a Eurídice. No mires hacia atrás. El canto iba en nosotros o brotaba de todas partes. El agua del cuenco de barro sobre la tabla redonda en medio del campo, también estaba cantando. No mires hacia atrás. Me subí a horcajadas sobre su espalda y protegí sus ojos cerrados con caricias hasta que toda la luz de la mañana se hizo en mi cuerpo. Entonces, me fundí en él.
Era el día más largo del año. El sol salía más temprano y debía prepararse para un largo periplo invernal. Antes del viaje, el sol se baña en todas las aguas posibles, en todos los manantiales y cántaros y cuencos. Explaya cada corpúsculo de la luz de sus rayos en cada gota de agua y baila. Uno en el otro, vimos bailar al sol, lo vimos dar tres vueltas en el aire y sacudirse el agua del baño. Cuando el sol baila, y da tres vueltas, y se sacude para secarse, la tierra se empapa de rocío. Es un rocío poderoso sobre el que nos tiramos a rodar por la colina para impregnarnos de la fuerza del sol. Toda el agua tiene la fuerza del sol esa mañana, y todo el campo recibe esa fuerza capaz de curar todos los males. La tradición indica que hay que hacer un ramo con setenta y siete hierbas y media. Setenta y siete para los males conocidos, los males del cuerpo, y media, para los males sin nombre, los males del alma.
Eneldo, galio, alisus, ajenjo, manzanilla, menta, parnasus, lavanda, apio, salvia, lúpulo, amapola, pasiflora, valeriana, achicoria, cardo, boldo, gayuba, genciana, verbena, ajedrea, tomillo, albahaca, escaramujo, diente de león, violeta, alfalfa, nomeolvides, orégano, hierba luisa, arenaria, enebro, cola de caballo, zarzaparrilla, brezo, bardana, harpago, peperina, drosera, fresa, calaguala, copalchy, perejil, hamamelis, malva, regaliz, jaramago, culantrillo, bolsa de pastor, cebollín, azucena, lupino, melisa, equinácea, ulmaria, mejorana, salicaria, jengibre, espliego, agrimonia, ajo, poleo, alholva, trébol, llantén, toronjil, hibisco, tila, cardamomo, alcaravea, verónica, anís verde, rusco, hinojo, cilantro, marrubio, yerbabuena, y.
Setenta y siete hierbas y la media hierba secreta y mágica. No necesitamos buscar en rincones ocultos ni descifrar ningún enigma. Supimos de antemano que la media hierba es la que crece abajo del roble y tiene la forma de la lira, el olor del azúcar quemada, la delgadez de un hilo de agua, el color de las uvas y la flor de sus besos. Con todo eso armamos el ramo y lo sumergimos en el cuenco que seguía cantando. Nos lavamos la cara y nos dimos de beber uno al otro con las manos. Nos desnudamos para bañarnos con el agua sanadora en medio del campo y nos paramos de frente al sol para mirarnos la sombra detrás de los hombros. Dicen los que cuentan la tradición que si la sombra se ve entera, no habrá males irreversibles para el cuerpo. Nos echamos encima todo el cuenco de agua, nos dimos vuelta, y nos reímos eternamente. Detrás de nosotros no había ninguna sombra.